Nélida Vschebor-Buenos Aires, Argentina/Noviembre de 2009

Adormecido

Una lámpara ilumina detrás de la ventana

vigilando el corazón secreto de la noche

G.E.Chancier

Las cuencas encrespadas de las hojas se mecían en acompasados latidos.

Abajo el cartonero iba recogiendo sus papeles, a veces corriendo tras ellos, cuando se elevaban bailando arabescos.

La noche estaba destemplada, era ventosa pero no particularmente fría.

Por la ventana abierta, de pronto entró un mirlo posándose en su hombro. Con inesperada confianza rozó su rala cabellera. Jorge, medio adormecido, saltó sobresaltado. Pero el ave no se inmutó.

Afuera el viento cantaba su propia canción. Las hojas seguían susurrando. Mirlo y hombre quedaron mirándose, uno de pie y el otro en la penumbra, apoyado en el respaldo del sillón. Era un duelo silencioso.

Curioso Jorge se acercó lentamente, tratando de no ahuyentarlo. Pero el personaje emplumado lo esperaba impávido. Comenzó a gorjear. Se entrelazaba con el ruido exterior. Eran tan melodiosos y suaves sus sonidos que embelesado Jorge no atinó a nada.

Tras la ventana el cielo estaba teñido de gris. El cartonero se alejaba tirando de su carrito. Jorge se sentó nuevamente y el pequeño invasor comenzó a girar a su alrededor. Parecía burlarse. Al fin cansado por la inmovilidad del hombre, voló hacia fuera.

Automáticamente Jorge se levantó siguiéndolo. En ese momento otra brisa movió la cortina que enmarcaba la ventana.

Al volverse vio la tenue luz que iluminando el cuarto daba contra el marco. La lámpara oscilaba por el viento y entonces notó que las puntas de la cortina se movían, como pájaro volando.