jueves, 3 de diciembre de 2009

Nina Pedrini-Buenos Aires, Argentina/Diciembre de 2009



Historia olvidada


Hace varios años, una publicidad mostraba la imagen de una hermosa mujer, avanzando hacia los televidentes con paso largo y seguro. Una voz pronunciaba una frase que se hizo popular: “Has recorrido un largo camino, mujer…” Todo ello para promocionar una marca de cigarrillos que asociaba la incitación a fumar con la meneada liberación femenina.

A la vez, las mentes creativas, se ocupaban de imponer productos novedosos enfatizando verbos tales como: use, estudie, cocine, coma, limpie…

La publicidad dirigida a mujeres estaba orientada hacia el quiebre de usos y costumbres estereotipadas tales como la atención del hogar y la familia. Los avisos callejeros y mediáticos no dejaban de exhibir imágenes perturbadoras, incitantes, hacia el consumo de cigarrillos. En épocas de elecciones, la cosa se ponía seria. El mandato: VOTE POR… iba acompañado por los rostros de los candidatos, la mayoría abrumadora, varones.

Hoy se procede en sentido contrario. Está prohibido publicitar marcas de cigarrillos, las bellas damas cocinan con cubitos de todos los sabores y colores, son felices con sus lavarropas aerodinámicos, lucen estilos despojados: melenas al viento, zapatillas, carpetas bajo el brazo mientras ascienden la escalinata de la Facultad de Derecho.

¡Qué felices y realizadas son las mujeres de estos tiempos! Especialmente las que lucen pechos despampanantes y muestran sus trabajadas nalgas mientras se enroscan en el caño.

En cuanto a las etapas preelectorales, el cambio se ha producido en la imagen de los candidatos y el género de ellos. Todos aparecen sonriendo, las féminas forman parte de los postulantes, el imperativo: VOTE POR… no ha cambiado. Es que las mujeres no sólo tiene permiso para fumar en público, si no que desde hace más de medio siglo ejercen el derecho al voto.

Si preguntáramos a las jóvenes y no tanto sobre el ejercicio de tal derecho, nos encontraríamos con respuestas inquietantes.”¡Ah, yo no sé nada de política!”, “Fulano está re fuerte” (Fulano sería un candidato a algo), “¡Justo hay que votar el domingo que viene los chicos a almorzar!” Felizmente serían las menos; pero la mayoría de las votantes, no saben cómo y por la lucha de quienes, se ha incorporado el derecho a elegir y ser elegida.

Mucho antes de la puesta en ejecución del sufragio femenino, nuestro país fue testigo de la lucha tozuda de un puñado de mujeres que, con Julieta Lanteri como líder descubrió que la Constitución no contemplaba el derecho al voto femenino. A la vez, nada decía sobre la posibilidad de ser elegida.

Alicia Moreau, Elvira Rawson, Fenia Chertkof, entre otras, unidas a las ideas de Julieta, formaron el Partido Feminista Nacional, siendo objeto de burlas públicas en diarios y lugares de prédicas políticas.

La población femenina, especialmente las damas de la aristocracia porteña, se escandalizaban ante tanto desparpajo.

Julieta Lanteri exponía su temperamento piamontés. Había nacido en la región del Piamonte, Italia, en 1873, llegó a Buenos Aires con sus padres cuando tenía seis años.

Los inmigrantes como ella y sus padres, sentaron raíces y construyeron el principio de la integración del país en el mundo.

Julieta fue una transgresora hasta en la resistencia al matrimonio. Mientras Alicia Moreau se unía a Juan B. Justo, catorce años mayor que ella, Fenia Chertkof se casaba con Nicolás Repetto, famoso político socialista de la época, Elvira Rawson, esposa de Dellepiane, ella continuaba provocando a la pacata sociedad porteña.

Alicia y Elvira no encontraban acertada la aspiración de Julieta a ingresar a la carrera de Medicina, ni el rechazo a la figura tradicional de la familia, menos aun, no ser respetuosa de la religión.

El librepensamiento la alejaba del círculo distinguido y de sus compañeras de lucha, no cedía en sus ideales, se alejó de Alicia por considerarla “poco socialista”.

Moreau de Justo es considerada una de las mujeres más progresistas de la Argentina, actuó en los momentos en los que el país se acercaba al liderazgo en América. Sin embargo, Julieta Lanteri revolucionó al machismo, todavía afianzado entre los ilustres de la época.

Desafió a las autoridades de la Facultad de Medicina, que resistían el ingreso de mujeres a la carrera. Ella, como quienes la precedieron, logró ingresar y graduarse como la sexta médica del país. ¿Realmente, la medicina, era su verdadera vocación?

Araceli Bellota, periodista e historiadora, comenta: “la tomaban por loca, pero ella lograba salir en los diarios”.

En algo claudicó, a los treinta y seis años, solterona para la época, se casó con un hombre catorce años mayor que ella.

Como una obsesiva analista de la legislación, se presentó a votar en la iglesia de San Juan , el 23 de noviembre de 1911. Las condiciones para emitir el sufragio nada decían sobre el sexo del votante. Fue la primera mujer en emitir el voto en el país y en Latinoamérica. ¿Qué gestos y qué comentarios habrán dado lugar a tamaña osadía?

Pasarían cuarenta años para que la Ley de Sufragio Femenino se sancionara.

Y Julieta fue por más. Solicitó la adscripción a la Cátedra de Psiquiatría y le fue denegada por ser extranjera.

La robusta piamontesa, como era su costumbre, advirtiendo que su condición de mujer era el verdadero motivo, dejó patitiesos a los funcionarios cuando, ocho meses más tarde, se presentó con los requisitos en regla, entre ellos, la autorización de su marido, también exigida para otorgarle el nombramiento.

En 1919 se presentó como candidata a diputada, puso en ello toda la energía que le era propia. No obtuvo la banca pero sí el voto del escritor Manuel Galvez que prefirió, entre radicales y conservadores, apoyar a la intrépida Doctora Lanteri.

El presidente Irigoyen también conoció la audacia de “la tana”, al solicitar la libreta de enrolamiento para cumplir con el Servicio Militar e incorporarse al padrón.

Impecable, vestida de blanco, como siempre, la cabeza erguida, el paso seguro, el 23 de febrero de 1932, fue atropellada en Diagonal Norte y Suipacha, por un automóvil.

Las historiadoras Bellota y Ana María de Mena, recogieron indicios que hacen sospechar que de trató de un asesinato político. Julieta tenía cincuenta y nueve años. Dos días antes, había asumido la Presidencia de la Nación, Agustín P. Justo.

La historia se encargó de olvidarla.



3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Nina, debo felicitarete por tu capacidad de revivir historias Muchas te lo agradecerán entre ellas yo. Saludos de Trinidad

Anónimo dijo...

me parece fantástica tu idea de recordarnos a nosotras,las olvidadas mujeres en la historia, y denunciar a algunas de las más valientes. Felicitaciones.NELIDA BEATRIZ HUALDE

Anónimo dijo...

Nina, que interesante, que mujeres valiosas, decidias e inteligentes, desafiando al mundo masculino.

Dignas de ser recordadas.

Besitossssss Nina
Jóse