Testimonio de un haitiano que vive en Londres
Queridas amigas, regresé en la madrugada de hoy de Haití, todo lo que pueda contar es poco. El olor a cadáveres nubla la razón, los miles de cuerpos atrapados y llorando debajo de los escombros te hace sentir una migaja, las personas parecen mirar a otro mundo, sus ojos parecen relámpagos que huyen del horror. Las gentes son caminantes, que van y vienen sin rumbo, deambulantes que cargan dolor y miseria, deambulantes que cargan sueños en ruinas, las gentes caminan, caminan, caminan, es como si al caminar se liberaran de la tragedia. Las calles están llenas de cadáveres en descomposición, ayer en la tarde decidieron, enterrar a sus muertos en fosas comunes, es probable que pidiendo perdón a sus dioses, diosas y ancestros, decidieran sobrevivir al terremoto de los olores, y enterrar a los suyos en fosas comunes.
Han construido improvisados campamentos en cada espacio que la tragedia haya dejado libre, en plazas parques, calles, solares vacíos, aun en las poquísimas estructuras que quedan levantadas, las gentes no entran, estar bajo algún techo genera temor, inseguridad, miedo, pues aun la tierra sigue danzando, reacomodando sus placas, cerrando su ciclo. Todavía ayer no llegaba asistencia médica a los campamentos, y en las calles las personas intentaban curar sus heridas y alargar la muerte mediante lo único que tenían a mano, la espera. La deshidratación marcaba la piel, pues su único techo era el sol, por suerte la lluvia ha contenido sus lágrimas y a la caída del sol las personas podían tirarse a los suelos arropados con su dolor.
Las caras lánguidas por el hambre y la sed, mermaban las energías y mostraban un cuadro de tranquila agonía. El lugar de reposo, es también el mismo lugar para hacer las necesidades fisiológicas.
Amigas, el llanto debajo de los escombros y el llanto por las heridas, por los golpes, el llanto por la cuasi vida, es imposible borrarlo, es imposible dejar de escucharlo, hoy, en medio de reuniones he intentado poner oídos sordos a esos llantos, pero siguen ahí.
Decidí buscar a mis amigas, a Lise, a Colette, a Ann Marie, a Miriam, a Nikette, a Susy, a Magui, a Olga y a otras, y fui a visitar sus oficinas, algunas estaban convertidas en polvo, otras semidestruidas y nos las encontré a ninguna. Una persona me informó que Ann Marie murió, lloré, lloré, lloré y seguí.
No, solo las personas, también las infraestructuras del Estado sucumbieron (Palacio Presidencial, Hospitales, Ministerio de Economía y Finanzas, Ministerio de Educación, Ministerio de Salud, Ministerio Publico, Ministerio del Interior, Obras Publicas, Fuerzas Armadas, Edificio de Impuestos Internos, en fin, el Estado no existe).
La ayuda es lenta, porque no hay con quien coordinar, el aeropuerto no tiene torre de control, no tienen espacio para que lleguen más aviones, no hay luz para trabajar en la noche. Naciones Unidas abrió un puente aéreo, pero no es suficiente.
Las organizaciones de sociedad civil, constituimos una comisión binacional para intentar crear una plataforma en Haití que pueda ser receptora de la ayuda, estamos haciendo intentos por infundirle un poco de fuerza a las amigas y amigos que no partieron, para que estructuremos una coordinación, tomará un poco de tiempo, pero vamos a lograrlo, las Haitianas y Haitianos son de una fuerza especial y se van a reponer.
Amigas, en este momento la solidaridad es el único aliciente, la solidaridad es la única fuerza que logrará contener el silencio del dolor y hacer que nuestras hermanas sientan emoción de mirar el futuro.
Un abrazo a todas.
Sergia Galvan
2 comentarios:
Querida Sergia, deseo que muchos lean este testimonio, que es desgarramiento.
Un abrazo desde acá,
Silvia Loustau
Sergia: entiendo tu dolor y tu impotencia, la misma que sentirán muchos de los que llegan -solidariamente- pero no pueden concretar su misión porque la magnitud del desastre sobrepasa las necesidades de cada ser que allí, está padeciendo. Mi abrazo solidario, Laura Beatriz Chiesa.
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