lunes, 17 de mayo de 2010

Nélida Vschebor-Buenos Aires, Argentina/Mayo de 2010


AVASALLA EL ORGULLO



El viaje estaba dispuesto para la primera quincena del mes. Jorge repasó los últimos detalles. Ordenó los trabajos en la oficina. Y en su hogar trató de sobrellevar los arrebatos de Teresa, quien no aceptaba  quedarse sola.
No comprendía la razón de su esposo ni su intempestiva marcha.
Sabía que la empresa lo necesitaba en La Rioja. Que debía resolver un asunto urgente. Es lo que Jorge le dijo .
El día llegó y aunque la tormenta no amainó, los esposos se despidieron cálidamente.

Una tarde que Teresa se encontraba en el parque cercano a su vivienda, se topó con una antigua amiga, a quien no la veía hacía mucho tiempo. Se fundieron en un abrazo y terminaron en la casa de Teresa.
Mientras saboreaban una taza de té, Julia deambuló curiosa por el lugar. Eran tantas las cosas que debían contarse que se interrumpían una a la otra , riéndose como dos niñas.
De pronto Julia levantó una fotografía de Jorge preguntando quien era. –Ah, es Jorge, mi marido.
Ante el silencio de su amiga, Teresa intrigada preguntó que sucedía-  Julia incómoda quiso saber si estaba separada o como era la relación de la pareja. La anfitriona comenzó a sentirse mal,  le urgió  que se explayara. Bueno, continuó la amiga pausadamente, lo vi con otra mujer.
-Bueno, fue por negocios. ¿Dónde lo viste?
-En un hotel, en Miramar.
El mundo se desplomó ante los ojos de Teresa. Su hogar una mentira. Su matrimonio una fantasía. SU fantasía.

Al poco tiempo Jorge volvió contando lo arduo de su trabajo, y la necesidad de un merecido descanso.
Su mujer no dijo absolutamente nada. Sólo lo puso en antecedentes de lo que estaba por hacer. Había conseguido  trabajo en una escribanía. Y comenzaba la próxima mañana.
Jorge no se inmutó. Ni se percató del distanciamiento de Teresa.
Ensimismado en sus propios pensamientos, no le molestó la ausencia de ella durante el día. Hasta que su esposa comenzó a llegar cada vez más tarde.

Intrigado, una vez fue a buscarla a la salida del trabajo.
Y la vio del brazo de un hombre a quien no conocía.
Ella lo vio aunque pretendió no verlo y pasó a su lado sin mirarlo.

Cuando Jorge esa noche la increpó por su actitud, poniendo de ejemplo su propio comportamiento, Teresa riendo le dijo: “querido, deberías saberlo, la venganza es el placer de los dioses. Y hoy, me siento una Diosa”

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