A Y E R
Como tantas otras veces, se detuvo
frente al colegio, donde había estado interna
durante su adolescencia. Nada
había cambiado exteriormente, solo la fachada, más gris envejecida por el paso
de los años.
Fue recordando los momentos
vividos, los lugares, las profesoras (monjas todas), su predilección por el curso de literatura y su
fracaso en la sala de corte y confección, de la cual fue despedida por inútil.
La hermana Eleonora nunca le perdonó que
arruinara un lienzo, pretendiendo cortar una batita, tarea para lo cual hoy no se siente capacitada.
No le costó adaptarse al
Reglamento del colegio, cuya premisa era Obediencia a sus superiores como única forma de mantener
el orden´ Jamás se hubiera atrevido a cuestionar la disciplina (en su
opinión) demasiado severa.
Supo convivir con esta realidad,
que supliría la de su verdadero hogar, en algún llanto apretado de sus noches,
en algún recuerdo de familia.
Por su aplicación al estudio y
excelente conducta, fue distinguida con Mención
especial figurando en el, así llamado, “Cuadro de
Honor”. Esto, le valió asistir a una toma de Hábitos en el Convento
de Villa Calzada.
El colegio fue su hogar hasta
finalizar el secundario. Hoy lo mira desde la vereda de enfrente y recuerda
aquella tarde que escapándose al jardín
del colegio, dejó deslizar por debajo de la pesada puerta de hierro que daba a
la calle, una hoja de cuaderno donde había escrito:
“SEAS QUIEN
SEAS
TE
AMO”
2 comentarios:
Es emocionante tu relato Beatríz,
lográs penetrar en los sentimientos.
Muy bueno.
Besosss Josefina
Cuanta necesidad de cariño, de un abrazo materno, de la calidez de un hogar.
Un melancólico relato
Muy bueno
Te saluda Brenda
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