Una
jornalera precoz
Apremiaba el tiempo
para cosechar las aceitunas y el tío Pepe el
“Tremolores” por muchas noches que pasaba en vela, no encontraba salida para su
preocupación y dolor de cabeza. Ese año no había brazos jóvenes para ir a replegar
las olivas. De perderse la cosecha… ¡Cuán difícil sería la situación!
-Pepet,-dijo la tía
Encarnación la “Royica”- ¿Por qué no lo intentas llevándote a la chica?
La chica en cuestión, era yo, una muñaca de
nueve años y para colmo “niña de capital” refugiada en Chella en casa de mis
abuelos. ¿Qué sabría yo en aquel entonces de ir a replegar olivas?
Pero aprendí. El
abuelo fue mi maestro: una aceituna entre pulgar e índice va al
centro de la mano hasta tener un “puñaico” que luego se tiraba a un capazo, extender las mantas bajo la
olivera, muñir las ramas más bajas, etcétera, etcétera.
Teníamos en aquel pedazo de secano además
de las oliveras, dos algarrobos, dos almendros, dos higueras y unas pocas cepas
de “uvica” negra.
Para
llegar a la cima de la sierra a primera hora del día, debíamos de
levantarnos muy de madrugada ya que un largo camino teníamos que recorrer hasta tanto no llegar a lo que
antaño era el Garisot, hoy (El Sapo.)
Con el abuelo compartíamos la borrica:
hasta tanto no clareaba el día, era yo quien caminaba pero cuando ya, otros
grupos de personas nos daban alcance, la “Morica” cambiaba de pasajero. A mí me
avergonzaba que me vieran tal como iba vestida. La abuela, con tal de que yo no
pasara tanto frío me disfraza poco menos que de espantajo; pero igual no pudo evitar que yo llegara a destino titiritando y con
mis dientes castañeando. Terminado el
jornal y una vez desandado lo andado, yo solo quería comer e ir a dormir.
Extrañaba horrores a mi mamá.
Así día tras día, ese año y otro año más, un
anciano con su borrica y una “muñaca” de capital con el cabello hecho un
estropajo rojo, lograron llevar a su debido tiempo las olivas a la Almazara.
1 comentario:
Amiga Trinidad: una vez más la frescura de tus relatos. Me encantan ver tu forma y los recuerdos imborrables de tu vida,
volcados aquí. Gracias, Te quiere,
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