sábado, 20 de septiembre de 2014

Trinidad Aparicio-España/Septiembre de 2014

Una jornalera precoz


Apremiaba el tiempo para   cosechar las aceitunas y el tío Pepe el “Tremolores” por muchas noches que pasaba en vela, no encontraba salida para su preocupación y dolor de cabeza. Ese año no había brazos jóvenes para ir a replegar las olivas. De perderse la cosecha… ¡Cuán difícil sería la situación!
-Pepet,-dijo la tía Encarnación la “Royica”- ¿Por qué no lo intentas llevándote a   la  chica?
La chica en cuestión, era yo, una muñaca de nueve años y para colmo “niña de capital” refugiada en Chella en casa de mis abuelos. ¿Qué sabría yo en aquel entonces  de ir a replegar olivas?
Pero aprendí. El abuelo fue mi maestro: una aceituna entre pulgar e índice va   al centro de la mano hasta tener un “puñaico” que luego se tiraba  a un capazo, extender las mantas bajo la olivera, muñir las ramas más bajas, etcétera, etcétera.
Teníamos en aquel pedazo de secano además de las oliveras, dos algarrobos, dos almendros, dos higueras y unas pocas cepas de “uvica” negra.
 Para llegar a la cima de la sierra a primera hora del día,  debíamos de  levantarnos muy de madrugada ya que un largo camino teníamos    que recorrer hasta tanto no llegar a lo que antaño era el Garisot, hoy (El Sapo.)
Con el abuelo compartíamos la borrica: hasta tanto no clareaba el día, era yo quien caminaba pero cuando ya, otros grupos de personas nos daban alcance, la “Morica” cambiaba de pasajero. A mí me avergonzaba que me vieran tal como iba vestida. La abuela, con tal de que yo no pasara tanto frío me disfraza poco menos que de espantajo; pero igual no pudo evitar  que yo llegara a destino titiritando y con mis dientes  castañeando. Terminado el jornal y una vez desandado lo andado, yo solo quería comer e ir a dormir. Extrañaba horrores a mi mamá.
Así día tras día, ese año y otro año más, un anciano con su borrica y una “muñaca” de capital con el cabello hecho un estropajo rojo, lograron llevar a su debido tiempo las olivas a la Almazara.

1 comentario:

Laura Beatriz Chiesa dijo...

Amiga Trinidad: una vez más la frescura de tus relatos. Me encantan ver tu forma y los recuerdos imborrables de tu vida,
volcados aquí. Gracias, Te quiere,