sábado, 18 de julio de 2015

Abel Espil-Argentina/Julio de 2015



LA MADRE DE ERNESTOI....

                                                                                                                                   "El deshabillé entreabierto y la tarde de aquel verano, antes, cuando todavía era la madre de Ernesto y el vestido se le separó del cuerpo y nos decía si queríamos quedarnos a tomar la leche"

                                                                                                                                                                              Abelardo Castillo

El hambre caminaba por el patio, llegaba a la cocina y Celia Aguirre, creaba el milagro de poner en la mesa una de sus ultimas creaciones.Sus dos hombres y ella comían .
Pero en estos últimos tiempos , el milagro se producía cada ves menos.
Los gritos de discusión  entre los padres , sacudía la flojas paredes de algunas casas de La Boca. A Gaetano le estaba siendo cada ves más difícil poder llegar a su hogar con algunos pocos pesos.
Las noches comenzarón a hacerse largas y los dolores de panza provocaban ruidos de hambre.
Algunas mujeres de La Boca empezarón a limpiar oficinas en el centro. La Ñata tenía pocas conexiones. A veces les avisaba y allá iban de madrugada , para traer unos pocos pesos.
Nadie ya sonreía . Todos esperaban que la política se modificara y fueran dignos hombres de trabajo. Claro que en el año 1939 , La Argentina vivía una época de conservadores , por lo tanto los pobres no solo estaban olvidados sino que sucedía algo peor, eran ignorados. 
Celia Aguirre, después de rogarle algún trabajo de limpieza a su amiga La Ñata, consiguió cuatros horas en las oficinas del Diario Crónica los días martes. El pan y la leche estaban asegurados todos los días.
A los meses llegó a su casa con los ojos hinchados de tanto llorar. Gaetano y el hijo se cansaron de preguntarle que había sucedido.A Celia le daba mucha vergüenza contar que el jefe de periodistas , ese día había llegado dos horas antes que todo el personal.
La había arrinconado y pretendía levantarle la pollera , acompañados de gritos que si no se dejaba perdía el trabajo. Celia a oír eso, cerro los ojos y dejo que el hombre hiciera con ella todo lo que quería. 
Se tiro en la cama y retomo el llanto. Se durmió llorando y rezando. 
Gaetano y su hijo, respetaron su silencio, y se fueron a dormir, todos sin haber cenado.
Transcurrió el tiempo. Estaban pudiendo comer . Todas las noches de todos los días, Celia salía de su casa rumbo al trabajo. Gaetano seguía sin poder conseguir ningún trabajo. Celia ya no llegaba a primeras horas de la mañana. La Ñata estaba sorprendida de la suerte de Celia, pero más aún cuando la encontró en la calle Necochea, con ropa nueva y bastante ajustada al cuerpo. En aquellos tiempos , ninguna mujer mostraba sus dones, todo permanecía oculto.
El niño , estaba contento de poder comer todos los días y de concurrir a clase con un nuevo y blanco guardapolvo. Celia, todos los mediodías al servirle la mesa a sus hombres, lo primero que ponía era el vino que tanto le gustaba a Gaetano. Él no era un hombre instruido, pero tenía mucha calle.
Los días pasaban y la pesadumbre crecía en aquel hombre que hasta la sonrisa había perdido. Para él todo era claro y transparente. Pero en esa casa de nada se hablaba y menos aún de ciertos temas.
La madrugada de Abril, estando solo con el niño , sintió un fuerte golpe en el pecho y su cabeza cayó sobre la mesa en la cual estaba tomando unos mates, antes de ir a caminar por las calles de La Boca , buscando cualquier tipo de changa.
Esa fue la determinación de la modificación crucial y angustiante que recibió está casa.
Dejaron la pequeña habitación de conventillo y se fueron en el camión del Mocho a Ruiz de Los Llanos ( Salta ). Gaetano al haber quedado mitad de su cuerpo paralizado, no podía hacer nada ni fuera o dentro de su casa. El muchachito retomo el colegio. Lo único que querían sus padres era que pudiera estudiar y ser alguien en la vida. Estas cinco palabras era las que su padre repetía cuando alguien de la iglesia Pentecostal venía a visitarlos.
Celia Aguirre en una estación de servicio, trabajaba de noche. Era muy llamativo para sus dos hombres verla salir con un maletín con ropa transparente y algunos envases de maquillaje. El silencio era en esa nueva casa un hecho dominante. Celia dormía de día y el padre junto a su hijo desayunaban , almorzaban y merendaban. La cena era el momento del encuentro de los tres. Cada uno sabía o suponía que le pasaba al otro. Pero el silencio los invadía. El rostro de Celia Aguirre ya hacía mucho años que no era el mismo .
Los nuevos compañeros del muchacho, supieron guardar el secreto y nadie supo nada. Ernesto era un ser para respetado.
Nadie se animo a contarle, que casi  fornicaban con su madre.
A ella le broto su actitud de madre preguntadoles por su hijo, olvidando cual era su trabajo y renació lo que siempre era y sería : la madre de Ernesto.

2 comentarios:

ALICIA CORA dijo...

Una pintura terrible, que describe la pobreza en su máxima expresión. A pesar de ello, me gustó y mucho. Felicitaciones Abel, abrazo Alicia.

Laura Beatriz Chiesa dijo...

BUENÍSIMO !!!, amigo Abel. Realidades que no sólo están en la imaginación. Creo que más de una vez ha pasado y puede pasar, algo parecido Mi abrazo,