sábado, 24 de junio de 2017

Raúl Barrozo-Marruecos, África/Junio de 2017



Pueblo achaparrado

-Nunca pasa nada aquí en pueblo Lezcano- solía decir el Juancho. -Por eso hay que hacer que pase-proseguía. Siempre sonriente y ganador se preocupaba por levantarse cuanta mina se le cruzaba por delante. Y por detrás tambien. Que espejito retrovisor parecía que tenía, de tanta mina que se levantó. Hasta que llegó la Norma. Menudita. No parecía tan brava la Norma.Pero a él le tocó. Menuda mina le tocó. Escorpiana. Claro, así te dice poco pero del 4 de noviembre viejo, que me dijo Liliana, la astróloga de la plaza, que son las mas jodidas las del segundo decanato. Y más si tienenen ascendente en Cancer. De terror. Y el Juancho no pudo con ella. El mismo tuvo la culpa, porque antes de sacarla a bailar y apretarla contra el portón de alambre del Club Comercio le tendría que haber preguntado el signo. O por lo menos si sabía coser. Y me juego que ni le preguntó a qué año iba. Total, a él lo único que le importaba era chapar un poco con la mina. Y si podía...lo otro.
Y pudo. Lo que no pudo, fue evitar el embarazo. Quedó encinta la Norma y desde entonces, el Juancho no apareció más por el bar. Se volvió casero. Porque la Norma se le fue a vivir a la casa. Doña Petronila chocha de que el Juancho siente cabeza y la haga abuela. Con la familia de ella no le fue tam bien. Mejor dicho, le fue mal. Primero lo quisieron matar. Bueno, le pegaron hasta que casi lo logran. Ahora, pensandolo bién, hasta por ahí hubiera sido mejor porque la vida que después llevó el Juancho, ya no era vida. Encima que después vino la nena y a él se lo veía como resignado en la calesita llevándola a un costado del alto caballito y esquivando las miradas furtivas de sus ex, casi reprochándole "te acordás Juan como la pasábamos?". Miráte ahora Juan, con el control furibundo de la Norma, siempre atenta a que la historia no vuelva a repetirse.Y que hacés estupido no ves que se te puede caer. Ay que éste hombre no sirve para nada.
Al bar no fue más. Ni siquiera a espiar. Nos dejó a todos los de la barra del bar y a la del billar especialmente. Porque en el Splendid, nunca hubo ajedrez, sólo dominó. Hasta allí llegamos. Tampoco la pavada de andar esforzandosé mentalmente en lo que realmente es un juego. A los muchachos les gustaba mucho la generala y el siete y medio. Al juancho en cambio el billar. Un as del billar el juancho. Hasta que llegó la Norma, por supuesto.
Por eso sorprendió verlo entrar, en esa siesta pegajosa de fines de enero, a su antiguo santuario. Escondía algo bajo el saco, como temeroso. Se acercó a la máquina de café del Ramón, justo el que alguna vez había salido con la hermana del Juancho. Que hasta de las solapas lo había agarrado una vez al Ramón para que no la jodiera mas a su hermana. El momento fue tenso. Porque el Juancho ni lo miró a los ojos al excuñado. Sólo se limitó a abrirse el saco, sacar el recipìente de vidrio con la escalita numérica, con la leche en polvo en el fondo y diciéndole que por favor se la llenara hasta los tres cuartos y si no es mucha molestia que le tirara agua caliente a la tetina. Por los microbios viste. Hay tantos y por allí la nena se me contagia. Y que muchas gracias y que perdoná la molestia y ¿Cómo que muchas gracias? - le dice el Ramón-son 2 pesos-.y el Juancho que se dá vuelta perplejo, colorado como un tomate pensándo en que no tenía un mango encima, y el otro que socarronamente le dice-Ché ...es una broma nomás. Y los de la mesa de al lado que estaban pendientes de la situación comienzan con las risitas, primero despacio después un poco mas fuerte y el Juancho al medio con la intención de llegar a la puerta pero sus pies no se despegan del suelo. Le pesan como si hubiera pisado alquitrán recién puesto, y la mirada autoritaria de la Norma que desde la puerta ya le está recriminando la tardanza- Siempre vos el mismo estúpido, no ves que se le pasa la hora y después no hay nadie quien la calme. A ver, dámela-le dice estirando los brazos con tanta mala suerte que se le va de las manos, no la nena, la mamadera, y él que trata de manotearla en el aire con tanta mala suerte que la impulsa más desrramándose sobre la mesa de billar y el paño verde que se pone blanco ante la mirada atónita de sus antiguos cómplices de joda y que ya no son mas sus compañeros, que parecen enemigos por la mirada y que...tanto por tan poca cosa que traiganmé una rejilla que yo limpio. Y vos no vas a limpiar nada sino que me vas a pagar un paño nuevo, sojuzgado, ridículo, pollerudo, que le tira don Jaime que cuando vio el descalabro cerró la caja y se acercó atropelladamente al lugar de los hechos y de pronto "que al juancho no me lo toca nadie" dice la Norma y tenéme la nena y agarrándo el primer taco que tiene a mano se lo pega en la frente a Don jaime que queda estrolado en el suelo agarrándose la cabeza y el palo de billar que vuelve y se estrella en el Cholo Gómez, el dueño de la mueblería que como hoy no abre se fue un ratito al bar y -ahora me la ligo de arriba, que me lo pegó en el pecho, la loca esta que voy a tener que ir al sanatorio haber si me quebró una costilla la loca esta. Y vamos Juancho, salgamos de acá, que se han creído estos. ¿Ves? Vos antes eras como ellos. Decí que llegué yo a tu vida para sacarte de este antro. Y dáme la nena. Y por lo menos serví para algo: agarrá la mamadera y vamos a pedir agua a otra parte.

1 comentario:

Josefina dijo...

Siempre con el humor muy tuyo Raúl, muy bueno un relato pueblerino contado con gracia. Beso Josefina