sábado, 21 de octubre de 2017

Abel Espil-Argentina/Octubre de 2017



El banco de Plaza Arenales
                                                                                                               dedicado a mi nieta Ema Arean


Las puertas se abren y se cierran. Son como los abanicos de nuestras abuelas. La vida es en conclusión un abanico: el pasado se cierra con el presente y el presente se cierra con el futuro. Hay veces en que escribo lo pensado y otras en que lo voy pensando mientras escribo. Ésta es una de ellas.
Me refugio en la compu para resolver en la escritura, los desniveles originados en los tiempos del vivir. No me agrada sentir que me reduzco a una metáfora como la del abanico. Pretendo algo más. Escribir, escribir... sería el sueño más deseado.
Algunos lo hacen. ¿Porque yo no puedo intentarlo?
Salgo de mi casa, imbuido en estos pensamientos. No me doy cuenta que las veredas se angostan o se ensanchan. Ni siquiera me percato que algunas de ellas están rotas o manchadas con defecación  de perros.
En un instante, percibo que lo sucedido, es el  borrar un echo de mi mente.No es fácil.Me origina angustia, descubrir la verdad. 
Las calles se vuelven remolinos, y en el centro de ellas, me encuentro caminando.No me interesa llegar a ningún lado. Perdón , estoy mintiendo.Hay un lugar, que me  da paz,descanso y huida, del devenir llamado vida.
Nada es igual a ayer.El banco de Plaza Arenales, me ha transportado a las mejores mentiras o verdades, desembocadas en cuentos.
 ¿Acaso puedo decir que este es uno de ellos? .Puede ser. Después del accidente en que murió su esposo Alfredo,  Frida se accidento al cruzar la Avda. Las Heras.Le estaba llevando un ramo grande de jazmines. Frida sabía las flores que más le gustaban a Alfredo. Él decía: " el jazmín perfuma y adorna, igual que una guapa mujer a nuestro lado "
Frida, y yo, ya estabamos grandes.Ella un poco peor. No veía nada a diez metros de distancia. El ómnibus 108, al tener verde , apuro el andar y Frida que estaba terminando de cruzar la ancha Avda,, no advirtió que debía apurar el metro y medio que le faltaba para completar el cruce y fue arrollada por la terrible bestia.Eso le significó cama, por más de un año, kinesiologia domiciliaria por dos años y quedar caminando con andador.
 De joven, había sido la muchacha más bonita del curso de Filosofia que daba Eugenio Pucciarelli.Al tiempo , éramos dos, los postulantes más cercanos a su corazón.Es indudable que ganó el más fachero: Alfredo.
Juntos estuvieron casi treinta y dos años. Frida teniendo cincuenta y siete años, continuaba siendo la mujer sensual y atrayente que había sido en la juventud.
A los años del accidente dejó el andador y desarrollo un caminar casi parecido al normal.La benefició su fuerza de voluntad.
Un tiempo bastante largo dejé de verla. Frida viajó a Francia y yo a Uruguay.En esos años Atlántida estaba muy bella. Me dicen que hoy nada es así. Todo está muy cambiado.No es ninguna sorpresa.A mi la soledad, me modificó el rostro y la tristeza se profundizó, cuando detecté que la extrañaba. Esto es falso.Había algo más que me estaba surjiendo y el Dr, Claire, médico psiquiatra, me dijo que era el  amor hacia ella siempre oculto. Me lo estaba negando misteriosamente.Lo discutí con él y conmigo mismo. Necesitaba ser fiel a mi amigo Alfredo .El Dr. después de tantos años de tratarme, me ayudó a traer a la realidad  un hecho escondido en lo más profundo de mi ser..
Frida , una mañana de Enero de este año, me llamó para comunicarme que regresaba a la Argentina. Sus trabajos de traducciones al francés y al alemán, casi se habían extinguido.Regresaba con Pablo, un amigo íntimo de la Editorial para la que trabajaba.
Le transmití que regresaba al Uruguay y no podía ir a esperarlos.Volví al banco de la plaza Arenales . Estiré los brazos y las piernas, cerré un rato los ojos y lo inevitable apareció.En ese instante, surgieron dos hechos: el abandono espiritual en el que estaba y la aparición del rostro de ella cuando nos conocimos.

2 comentarios:

noemi dijo...

Hola, Abel. Lindo relato, las pérdidas siempre son historias que pegan fuerte.
Nada más humano ni más inevitable. Leyendo sobre alguna, siempre nos encontramos con las nuestras.
Seguí escribiendo! abrazo.
noemi

PARACCA dijo...

EMOTIVO-
JORGE PARACCA