sábado, 22 de diciembre de 2018

Ascensión Reyes (Cuento)-Chile/Diciembre de 2018


COMUNICACIÓN AL ESPACIO

            Ángela llegó muy motivada a su casa, después de compartir la muestra poética de Marina Tapia y esposo, con sus respectivos libros recién editados.
            Una lírica nueva y un lenguaje difícil de entender. Sus autores, ella está hace muchos años radicada en España, en la ciudad de Granada, y él, un español legítimo. Ambos tienen la impronta de lo que se estila en Europa, en cuanto a poesía.  Aún así, dentro de lo que pudo entender de la obra de Marina, se trata de un lenguaje abierto y libre, respecto al sexo y a la sensualidad femenina, muy acorde con estos tiempos. Muy lejos de lo que Ángela podría escribir porque a sus años, de sólo pensarlo, podría tener un alza de presión.
            Esta interesante muestra se llevó a cabo en la Sala de Arte Modigliani, ubicada en los Ponientes, en Viña del Mar, muy cerca del Casino Municipal. Esta galería de arte se ha convertido en un centro importante dentro de la vida intelectual y artística de la ciudad, donde personajes importantes de la lírica, prosa y pintura – especialmente - hacen espera para que sus obras puedan ser exhibidas a un selecto público que allí se congrega.
            En el primer piso pudo observar una muestra de oleos que llamó bastante su atención, rostros de niños morenos y mujeres con un pequeño en sus brazos. Escenas delicadas que le hicieron pensar en el amor maternal y la ternura que siempre inspiran los recién nacidos.
            Sabía que había otra muestra en el segundo nivel, y es por ello, que antes de retirarse acudió al señor Samoiedo para que le permitiera visitarla. Gentilmente accedió, es más, personalmente fue a encender las luminarias del segundo nivel. El resto de los presentes ya lo habían hecho. Antes de subir, don Dino le anticipó a Ángela, que se trataba de una temática de reciclaje electrónico.
            Y efectivamente, los cuadros estaban confeccionados con restos de aparatos de la tecnología actual: galletas electrónicas, circuitos y un cuanto hay de piezas, ordenadas al arbitrio del autor. Ángela estuvo recorriendo el espacio con su atención capturada por aquellos cuadros que le parecieron consolas cibernéticas de comunicación, atractivas para los ojos de un lego, como se sentía en ese momento, después de haber participado de una generosa degustación de excelentes vinos, acompañados de otras exquisiteces.
            Cuando bajó, había llegado el momento de retirarse. La familia Tapia, estaba despidiendo a los últimos invitados. Afuera, el frío de Agosto recibió a los participantes del festejo. Ángela, ya había pensado en continuar este hermoso atardecer de relajo, por ello invitó a dos amigos poetas a degustar unas “margaritas” en un negocio de la vecindad. Siempre se aprovecha en estas instancias de compartir noticias del ambiente literario de la ciudad, que aunque pequeña, siempre se hace algo, aunque las novedades poco trasciendan al exterior.
            Ya en su casa - “ no quería más guerra” -  su día terminaba, por ello de inmediato se metió al sobre – cama - con su apreciado amigo “don guatero” y su fiel compañera gatuna “Lulú”, siempre esperando su llegada para arrebujarse pacíficamente en un rinconcito cercano a las almohadas. Después del prolijo aseo nocturno con su rosada y áspera lengua y una que otra rascada en su peludo abrigo. Ángela siempre ha tenido la curiosidad de saber si ello es solamente por costumbre, porque desde su primera subida al tejado, su gata fue sometida a una operación que la dejó libre de maternidad y de asociarse con algún galán pulgoso.
           
            Pronto ambas se durmieron. Ángela se vio nuevamente entrando en la galería de arte, era de noche y todo estaba iluminado, pero no había nadie en ella. Pudo pasar sin ningún problema, seguramente a través de los vidrios, en ese momento no se lo preguntó, sólo supo que iba subiendo hacia el segundo nivel donde se escuchaba un zumbido extraño. Se apresuró en llegar arriba. De los cuadros salían unas iluminaciones, de colores diversos, que de pronto centellaban  en la pieza como si los cuadros se comunicaran entre sí. Ángela se detuvo en la mitad del recinto, tratando de entender lo que estaba sucediendo y puso atención al sonido que llenaba el ambiente.
            Maravillada descubrió que podía entender una especie de comunicación que sostenían los cuadros, alternando sus parlamentos. Los que pudo comprender al cabo de un lapso que no se dio el trabajo de medir, se pudo enterar que eran seres de otros mundos llegados a nuestro planeta, en forma de energía pensante, no con un cuerpo igual al nuestro, por ello les había sido tan fácil camuflarse dentro de cualquier cosa, podía ser la mente de un artista, o de cualquier persona que conviniera a sus fines e incluso en el cuerpo de un animal, sin causarle el menor daño.
            Esta avanzada extraña, sugería invasión, pero no era tal, ellos estaban de paso, así como observadores y lo habían hecho en muchos otros planetas de galaxias lejanas. Estaban como visitantes de paz para aprender el comportamiento de otros seres. A la tierra habían llegado hacía siglos, para ellos, un tiempo relativo. Últimamente, dados los acontecimientos de luchas masivas entre los pueblos, lamentaban la autodestrucción que estaba sufriendo el planeta producto de la mentalidad personalista e indiferente de los humanos en cuidar su entorno. El descuido permanente de sus cuerpos que hacía mermar la pequeña energía, comparada con la de ellos, para que su mente y órganos se conservaran bien y esa limitada energía llamada vida se prolongara por muy breve tiempo.
            Y así Ángela pudo enterarse de muchos aspectos trágicos que esas mentes pronosticaban asociándolo con los desastres que a veces escuchaba en la Televisión o en Revistas diversas.
            De pronto sintió frío y una fuerza a la que escapaba su voluntad la hizo bajar a la planta baja y salir a la calle. En ese momento miró hacia atrás y vio el lugar a oscuras. Se miró a si misma  y no se encontró, no tenía cuerpo, era una mente que deambulaba sola. Sintió pavor y quiso volver a  la tibieza de su cama.
            De un momento a otro se encontró entre sus sábanas, su guatero y su cancerbera gatuna. Había dormido más de la cuenta, el reloj marcaba casi las diez de la mañana y ya Lulú empezaba con sus abluciones matutinas.
            Si fue un sueño o fue una realidad Ángela nunca lo sabrá, ni siquiera se atreve a confiárselo a otras personas por temor a que la consideren con la mente perturbada por sus años.
            A veces cuando siente la mirada penetrante de Lulú, hasta ha llegado a pensar. ¿Si cabría la posibilidad de que en el cuerpo de su mascota, estuviera alojada una mente extraterrestre? ¡Difícil saberlo!

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