Cautivo
Más allá del horizonte
En un pueblito lejano
Llamado Alejo Ledesma
Con más filo que una lesna
y teniendo siempre a mano.
Un bozal, buen artesano
Montado en un buen caballo
Un tordillo, un zaino, un
bayo
Gateado, azulejo o ruano.
Había un criollo paisano
Muy hábil para el trabajo
Con un buen pingo, el lazo,
Se lucía entre sus manos.
Pero vaya suerte perra
Yéndose hacia Buenos Aires,
Lo emboscó un malón cobarde
Y cautivo fue a sus
tierras.
Tuvo allí que padecer
Las mil y un vicisitudes
En lejanas latitudes,
Bruto el indio al proceder.
Si hasta tuvo que comer
Carne cruda, como un perro
Firme el indio como un
cerro
Si lo logra sorprender,
Como pudo, el engañó
Al salvaje en su codicia
Y al no despertar malicia
En él, el indio confió.
El tiempo largo, ayudó
La confianza mata al lleno,
Quedó solo, de relleno,
Y un buen día se esfumó.
Con su tropilla voló,
Hasta su pueblo querido,
Por siete años fue cautivo
Si hasta su perro el
perdió.
Y cuando al pueblo llegó
No encontró mujer ni
rastros
Tampoco quedaron trastos
Ni los hijos, que el dejó.
Solo, abrumado, lloró,
Y no teniendo un rincón,
Donde esconder su dolor,
Triste, amargado, escapó.
Se perdió en el campo
abierto
En polvoriento camino,
Sin rumbo, ni tino fijo
Se fue donde lleve el
viento.
Yo lo imagino, en el monte
Viviendo su amarga vida
La soledad, fue su amiga
Más allá del horizonte.
Esta es una historia
verídica que vivió mi tío abuelo, que fue cautivo de los indios durante siete
años.
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