lunes, 23 de noviembre de 2020

Etelvina Maldonado-Argentina/Noviembre de 2020


 

Marga

 

                    En la penumbra del escenario, Marga se mueve al compás de la música. Las diminutas prendas apenas la cubren. Lentamente acaricia sus voluptuosas formas. Se toca las caderas y baja por las piernas. Con la boca entreabierta su lengua gira por el rojo rancio de los labios. Tira la cabeza hacia atrás, el pelo renegrido le llega hasta la cintura. El olor a hembra se entremezcla con el olor a tabaco y alcohol barato. Los gritos se juntan y estallan cargados de deseo. Lentamente sus manos recorren los pechos, desprende el pequeño corpiño y en medio de la gritería de los hombres, lo tira a una mesa y, en ese momento, sus miradas se juntan en el aire gris. De un salto Daniel está junto a ella y su  mano estalla en el azorado rostro de la mujer.

         A golpes lo sacan del cabaret pero a él no le duelen los golpes, le duele el alma. Arañándose el dedo se quita el anillo de compromiso y lo arroja lo más lejos que puede.

    Emprende el regreso, camina desparejo, confuso. Atraviesa el silencio del cuarto vacío. Se tira en la cama con la mirada perdida, sus labios son una fina línea sobre la palidez de su rostro

         Aguanta, se dijo, apretando los dientes.

         Trago a trago va vaciando la botella, pero la bronca sigue allí, en el centro del pecho, en el temblor de las manos, en su torva mirada, y la bronca se acentúa cuando siente que la cara se le va mojando.

La noche cae a tumbos y el viento, como una burla, lleva y trae el canto de los grillos. Va de un lado a otro del cuarto, sin saber qué hacer con ese dolor forastero que le recorre todo el cuerpo. Una y otra vez su mirada tropieza con el brillo del arma sobre la mesa de luz. Su odio se desenrosca.  Se viste y se lanza a la calle, con pasos inseguros y con la mirada fija en las baldosas. Por las calles solitarias arrastra su desencanto, camina sobre su angustia, con los pensamientos más negros.

Cree escuchar a lo lejos la música del cabaret.

Aprieta el cabo del revolver en su bolsillo.

Apura el paso.

 

1 comentario:

Lina Caffarello dijo...

Me gusta la fluidez de esta narración, y también me gusta ese final intrigante e inconcluso que da para pensar.