lunes, 20 de diciembre de 2021

Marcela Nestico y Silvina Amat-Argentina/Diciembre de 2021


 

Condenado Dios

Hizo todo lo que pudo para terminar con el caos que lo había atormentado en medio de tanta eternidad. Incontables habían sido sus intentos fallidos: no podía, no sabía, no se animaba. Se sentía frustrado ante tanta impotencia.

Sentado a los pies de la nada se puso a moldear el barro, pero se le escurría entre los dedos. Su preocupación no lo dejaba avanzar, el tiempo se le acababa, debía crear su mundo y así poder demostrar frente al Consejo Sagrado que era digno de ser llamado DIOS.

Desde niño había anhelado poder volver a formar parte de aquella nobleza. Cargaba sobre sus hombros la traición de su progenitor quien había osado revelarse contra las leyes universales de la creación. Señalado creció sabiéndose heredero de la condena de su padre, y ahora -después de tanta lucha- de tantos años de tener que demostrar ser merecedor de una oportunidad, las cosas no estaban saliendo del todo bien.

¿Dolor era lo que sentía?, ¿frustración?, ¿sería este su castigo?, ¿por qué? Muchos eran los interrogantes que ocupaban su mente, pocas las ideas que le permitían salir del lodo. Lo único que atinaba a hacer, mientras recorría la nada, era moldear débiles intentos de figuras en el fango. Extenuado, desilusionado, inhabilitado en su asertividad se abandonó a su decepción. Subió a lo alto y contempló su no mundo, la concreción de su inoperancia, su carta de presentación burlesca ante los supremos. Entendió que su única posibilidad de sanar su pasado se había desvanecido.

Lloró, lloró y maldijo su divinidad vencida. Fue entonces cuando, gracias a esas ironías del destino, creó. Y así nació su Valle de lágrimas.

Y dijo Dios: - Llénense las aguas de multitud de vivientes, y vuelen pájaros sobre la tierra frente al firmamento del cielo”. (Génesis 1:20)

    Y el agua corrió, y la vida surgió y aquellas amorfas figuras de barro fueron imagen y semejanza de Dios.

Y los bendijo Dios y les dijo: - Sean fecundos, multiplíquense, llenen la tierra y sométanla (...)”. (Génesis 1:28).

…Y el día del encuentro llegó, y los cuerpos hablaron y se encontraron y se expresaron y la luz iluminó cada instante del encuentro…Y los cuerpos llovieron y llovieron y lo que era dolor y distancia se convirtió en gotas, y suspiros y caricias…

“Y así fue. Y vio Dios todo lo que había hecho: y era muy bueno” (Génesis 1:31). Inevitablemente, sería aceptado.

1 comentario:

Unknown dijo...

Interesante, una nueva interpretación del mito de la creación. En este caso con la revelación de un ser superior a Dios, su padre y la carga que Dios tenía para lograr su objetivo, formar parte de esa nobleza y demostrar ante el Consejo Sagrado que era digno de llamarse Dios