LA LOMA
Entré muy temprano en el Hotel Rex de Atlántida. Deseaba desayunar , dejar el poco equipaje y luego ir a ver cual era la inmobiliaria que vendía una casa llamada "La Loma", que da a la playa La Mansa.
Del aviso de la venta me enteré hace pocos días por David , dueño del local llamado El Abuelo.
En las varias veces que he ido a su local , ya sea a comprar un abrigo o algún regalo hecho por "Manos del Uruguay", supongo haberle comentado mi deseo de poseer la casa que da a la playa, cercana a la ruta que bordea las playas, desde Montevideo hasta La Floresta .
El lugar de la parrilla está totalmente vidriado y dos ambientes más poseen unos enormes ventanales con una expléndida visión al exterior , además de la altura en que se halla ubicada.
En ese mismo instante en que estaba reflexionando sobre estos temas , llegaron al Hotel un señor bajo, gordo, de unos cincuenta años, con dos guapas y jóvenes señoras.
La prepotencia del mismo al dar su nombre y apellido a gritos, como el elegir mesa grande para seis y ordenar que llevaran los equipajes a las dos habitaciones, se oía sin querer escuchar.
Me retiro. Emprendo un lento caminar bordeando toda la costa. Enciendo uno de mis enormes habanos, que me ayudan a pensar y disfrutar los espacios con tiempos aletargados.
Llego y la vuelvo a mirar , por millonésima vez . No tengo más dudas , debo vivir el resto de mis días en ella.
Puedo disfrutar de sus noches de verano , como así también de los días fríos y lluviosos de invierno, en que Atlántida adopta la característica de una localidad semi abandonada.
Lo visito a David , le pregunto el nombre de la inmobiliaria que tiene en venta la casa. Charlamos de varios temas y al hacerse el mediodía lo invito a almorzar. Después iría a Studio Uno a enterarme del valor y comprar la propiedad .
Mi sorpresa, acompañada de una terrible indigestión, no fue mayor porque mi rabia superaba todos los obstáculos.
La gente del local me informó que un señor con dos damas ,cerca del mediodía, había comprado "La Loma".
Llegué al Hotel con tanta ira , que al entrar casi me choco con una de estas dos jóvenes mujeres. Detrás de ellas venia hablando con el celular a los gritos, diciendo que había cerrado la operación y que se prepararan para construir en corto tiempo el edificio con pequeños inmuebles , previo tirar abajo la porquería de casa que había.
En mis pensamientos circularon el de querer insultarlo, el de callarme, el de no poder soportar que todo es negocio . Pero justo a tiempo, una de las chicas que atienden me preguntó: ¿Cena usted en el Hotel?
-No, gracias. Pedime por favor un vuelo en Carrasco, que regreso esta noche a Buenos Aires.
09 de Mayo de 2012
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