jueves, 21 de mayo de 2020

Federico Skliar-Argentina/Mayo de 2020


Dolor  de  canción        
                         
Si  me  faltaran uno  a  uno  tus caricias
Yo  repondría  el dolor  con mi  canción
Solo la critica del rock  bien entendida
Descifraría  mi  mensaje de  dolor
Hoy le  pondría  auriculares a la  lluvia
A lo que siento  que  me
Manda   el  corazón  quisiera  ser el detective
De  tu  cuerpo    saber  con  quien me  engañaste vos
Cuando  al  micrófono le  falte
Un  momento  cuando se corte
Ya  mi  inspiración  se  nublaran
Por  fin  los  nuevos  versos
Gritándote  que  vuelvas  a mi  corazón 
Y  cuando el sol  se  duerma  en el cielo
Lo vertical del mundo  ganara
Pondré  tristeza  sobre  sonrisa vieja
Y  los calambres  del recuerdo me  vendrán  a  buscar
Si  hoy  me  falta  el  latido
De  tu  cuerpo  le  pondría  auriculares
A la  lluvia solo  así  lograría  lo  perfecto
De  ser húmedo en los tiempos   que  se  nublan
Cuando  el tocadiscos de  mi vida
Se  escuche  todo deteriorado
Yo  pondré  aquella  púa de  descanso 
sobre  mi aparato  ya  cansado                                        
a  mi  me  piden  que haga  un playback  cuando
canto    y  que desnude los sonidos  de  un recital
hay gente  que no sabe  que  amago
pero nunca  a  ellos  le  voy a  fallar
por  la avenida  de  mis 
pensamientos  quiero  andar  aunque  te
escrache  con mi odio  universal
hoy  siento odio  y  casi nada
de  amor me va  copando
ya mi inteligencia  mayor

Luis Tulio Siburu-Argentina/Mayo de 2020


EL CAMAFEO                                                                           

Chela es callada. Portadora de silencios que nacieron en alguna historia pasada. Que no se escribe con lágrimas sobre la mejilla.  Pero que por adentro gotea incesante, horadando el alma.
A pesar de ello Chela no le esquiva a la vida. Camina por el barrio, hace las compras, prepara su ensalada, disfruta de las frutillas, lee un libro, escribe algún verso, duerme la siesta de jubilada, escucha música al atardecer, cena temprano, reza el rosario, se duerme mirando una película.
Detrás de las ventanas o en un cruce en la vereda, no falta quien se pregunte por ese medallón que cuelga de su cuello desde siempre. A pesar de su religiosidad nunca un crucifijo, la imagen de una virgen, algún santo de su devoción. Sólo ese relieve ovalado, grisáceo, algo blancuzco, enmarcado en un borde fino que no se alcanza a distinguir si es metal o madera, con una mezcla de figuras que semejan esculturas.
Ausente a esas conjeturas, cada tanto Chela recorre fotos de una pequeña caja que guarda debajo de la cama. Allí se encuentra con aquel carnaval jujeño, durante unas vacaciones de los veinte años. Y con ese morocho que la invitó a bailar la cueca, le habló de la luna, cortó flores para ella, la hizo sentir mujer en la montaña.
Por esa noche fue novia y pensó que alguien la amaba, mucho más cuando él se detuvo en un puesto de la feria artesanal y le obsequió ese colgante de madera trabajada, que mostraba un Cupido junto a una mujer semidesnuda, con fondo de antigua escalinata.
Nunca más lo vio al morocho.
Mientras preparaba la valija para volver a su casa, miró el medallón apoyado en la cama y se le ocurrió una idea. Total, en el barrio nadie sabía adónde había ido ella de vacaciones. Con tintura gris y blanca disimuló el relieve de madera y lo hizo parecer nácar o alguna piedra preciosa y hasta un ágata de la italiana Torre de Greco.
Y desde ese día jamás se lo sacó de su cuello. El recuerdo de su primer desamor la acompañó siempre y fue la intriga del vecindario. Solo podían inferir que de su cuello colgaba un camafeo.


Ana Romano-Argentina/Mayo de 2020


Imán

Es desde la cima
que divisa
en su imponencia
el bastión
Abajo
cascada
sigue
Decidida
¿proyecta?
Se rozan
los opuestos
coquetean
La sensualidad
deambula
Frenéticos
los frutos.