martes, 1 de enero de 2013

Marcos Polero Vélez-Buenos Aires, Argentina/Diciembre de 2012

CHANCHO PECARÍ


Cuando intenté abrir la puerta vidriada, el cuerpo  golpeó desde adentro, obstruyéndome la entrada y expulsándome hacia la vereda. Inmediatamente vi la explosión de sangre y vísceras que inundaron el salón y salpicaron de bastones rojoazulados las vidrieras del frente. Los curiosos y los que “querían ayudar” entraron a borbotones y el aire se impregnó de un olor putrefacto y sanguinolento, que invadía los aromas epicúreos de la cocina, donde se adivinaba una salsa glaseada a medio hacer, que   agregaba  las características del hueso carbonizado empeorando la imagen olfativa.
Después del primer sacudón, ya analizando el panorama, pude identificar, en el centro de la escena, una figura pequeña y regordeta, que según supe luego era la ayudante de cocina, alicaída, ojos bajos, brazos apuntando al suelo y  en su mano izquierda ( era zurda) la mas larga y grande de las cuchillas de destazar las medias reses, chorreando líquido rojo.
En ese momento ya me  resultaba  impresionante y rara la violencia con que voló el destripado jefe de cocina, dada la apariencia insignificante y frágil de la agresora,  y nunca antes había pensado que las tripas humanas hedieran de esa manera insoportable y tan duradera, que casi un año después persiste en mis fosas nasales.      
Enseguida la policía tomó control de los sucesos; colocaron una lona encima de la cabeza y pecho del finado Norberto y retiraron esposada, sin resistencia a Nilda, a quién no era nada fácil  reconocer como la autora del bárbaro hecho.
Nilda era inmigrante paraguaya nacida y criada en la ciudad fronteriza de Encarnación. Estaba en la argentina en forma indocumentada e ilegal,  pero conocía muy bien el oficio de la cocina, era una verdadera artista manipuleando sartenes y cacerolas. Había llegado a Buenos Aires con una recomendación de puño y letra, con la rúbrica del Coronel Antonio Amatte, poseedor de uno de los mas lujosos negocios gastronómicos de la mejor zona de Asunción,  ex socio y amigo entrañable del Señor Leal, dueño del restaurante céntrico donde yo había entrado a pedir trabajo justo en el momento en que se desataba la tragedia del destripamiento del jefe de cocina...
Desde el primer momento Norberto, que era muy pagado de si mismo y bastante xenofóbico, se las había tomado con la chica  paraguaya, que era bajita, gordita, morena y  con inconfundibles rasgos guaraníes; Le hacía todo tipo de bromas pesadas, de las cuales sus preferidas eran calentarle con un  encendedor la silla donde ella se sentaba a descansar para hacerla quemar con el plástico, o tomarse el trabajo de vaciar panes Felipe, amasar y calentar las bolas de miga a los costados de los mecheros para que se endurezcan y  asestarle migazos en la nuca y la espalda.
A la paragua, como le llamaban sus nuevos compañeros eso no le producía tanto dolor como la forma despectiva en que la nombraba  su jefe: Le decía chancho pecarí.
Pero lo peor había comenzado a suceder veinticuatro horas antes, cuando al cabo de haberla descubierto conversando con cierta simpatía con uno de los peones de cocina, el Gurí, como lo llamaban, el cocinero se ensañó en groserías que aludían al aspecto grotesco de una pareja formada por el gurí y la paragua.
— ¡Me las vas a pagar!, le dijo Nilda al cocinero— ¡Seguí!, que vo a mí no me conoces, ¡Ya vas a ver!       
Y la paragua que era honorable, como  sus antepasados guaraníes y no hablaba de más, cumplió su amenaza.
De esto ya hace un año, y yo que el día del crimen estaba buscando trabajo como peón de cocina, estoy ocupando el puesto que dejó la paraguayita, que hoy se encuentra alojada en el penal de Ezeiza, mientras sigue su juicio, todavía sin sentencia.  Juan José, el Gurí, la visita todas las semanas, el me contó los detalles de la historia. El dice que cuando le den la condicional se van a casar.   

1 comentario:

Marta Susana Díaz dijo...

Marcos: Tu historia es tan "polerezca" que no se podría decir que es de otro escritor, ni vivo ni muerto...
Me encantó. Me atrapó. Y se mete en el dolor sin límites del discriminado.
¡Otro más y no pedimos más!!!