sábado, 19 de diciembre de 2015

Isidoro Gómez Montenegro/Diciembre de 2015



Confabulando con Arreola


“Y un día que cruzaba la Plaza de Armas, trotando a la querencia, don Fulgencio se detuvo y levantó la cabeza azorado, al toque de un lejano clarín. El sonido se acercaba, entrando en sus orejas como una tromba ensordecedora. Con los ojos nublados vio abrirse a su alrededor un coso gigantesco; algo así como un Valle de Josafat lleno de prójimos con trajes de luces”. Fragmento de “Pueblerina” en “Confabulario” de: Juan José Arreola
Juglar que divulgó la cultura mexicana, originario de Zapotlán  el Grande, hoy Cd. Guzmán, Jalisco. Nace el 21 de septiembre de 1918.
Hombre de prodigiosa memoria, desde niño aprendió a utilizar y desarrollar procesos intelectuales, a lo largo de la vida le sirvió para destacar.
Es autor de “Confabulario” y “La feria” entre otras obras. Obtuvo el título de autodidacta  “Cum Laude”.
A los 12 años inició en un taller de encuadernación. Aprendió a leer de oídas y el instinto se encargó de ponerlo a escribir; ayudado por su memoria portentosa acumuló datos, nombres, textos, con el tiempo adquirieron un sentido completo al ordenarlos con criterio.
Desde niño representó obras de teatro, recitó, heredó de su tía el papel  de declamador oficial de Zapopán, asistía a las veladas literario musicales, participaba en las fiestas civiles y religiosas, en los años azotados por la revolución cristera.
Ese amor a la literatura va a ser definitivo, nutrirá sus versos, de tal modo a los 12 años lee en francés a Baudelaire.
Llega a Cd. De México en 1936, estudia teatro con tres de los grandes maestros; Fernando Wagner, Xavier Villaurrutia y Rodolfo Usigli.
Desempeñó varios oficios, cuando fue empleado de mostrador aprovechaba el papel de envoltura para escribir nombres, algunos versos, ideas, historias, que se fueron en los cucuruchos envolventes de sal, azúcar o  piloncillo.
De joven le interesaba más el teatro, escribió sus primeras farsas (1930-40) “La sombra de la sombra”, “Rojo y negro”, “Tierra de Dios”, le causa cierto prurito en la conciencia por la falta de respeto con que abordo los asuntos religiosos.
En (1940) regresa a Zapopán como maestro de secundaria, época en que más leyó y escribe su primer cuento “Sueño de navidad”, lo publicó en el periódico local “El vigía”. En 1943 publica en la Revista Ecos de Guadalajara, su primer cuento importante.
En 1944 conoce a Juan Rulfo, siendo jefe de circulación el periódico “El Occidental” con Antonio Alatorre funda la Revista “Pan”.
Incursiona en la poesía,  debido a su amor al lenguaje califica sus poemas  de “lamentables, pero muy armoniosos”, se inclina por décimas y sonetos “poesía mediocre, inferior, pero, bien trabajada” decía.
En 1945 viaja a París, estudia con grandes figuras actorales del Siglo XX: Jean Louis Barrault, Pierre Renoir y Louis Jouvet, figuró como comparsa en algunas representaciones de la Comedia Francesa, lo marcó de por vida.
El amor literario, lo complementó con mujeres, pasiones que producían hondo temor, posturas extremas, fama de intransigente o misógino.
Volvió a México al Fondo de Cultura Económica como corrector de pruebas, colaboró con Daniel Cossío Villegas. Este nuevo oficio le ayuda a ordenar toda la información adquirida hasta entonces de manera arbitraria y aleatoria.
Tuvo en sus manos cuentos inéditos del colombiano Gabriel García Márquez, (Premio Nobel de Literatura 1982) o del argentino Julio Cortázar, para publicar en “Los presentes”, la primera copia manuscrita de “Pedro Paramo”, buscando su opinión.
Sus trabajos editoriales en el Colegio de México y en el Fondo de Cultura Económica los completó con la formación de la editorial “Los Presentes” y la adjudicación de dos becas para  la preparación de los libros que le abrieron el camino del conocimiento literario: “Varia invención” y “Confabulario”. En 1954 publica la obra dramática “La hora de todos”.
En 1958 apreció “Bestiario”, poco más tarde se dedica al rescate y posterior dirección de la Casa del Lago de Chapultepec, como recinto  cultural, junto con Héctor Mendoza dirige algunos programas  teatrales de poesía en voz alta, además descubre que la enseñanza es otra manera de crear.
Arreola es considerado Maestro de toda una generación de escritores entre ellos: Vicente Leñero, José de la Colina, José Emilio Pacheco, entre otros.
En 1963 aparece su novela “La Feria”, donde intervienen personajes y multitudes: “Somos más o menos 30 mil”, describe en sus páginas infinidad de oficios, quizá los mismos del propio Arreola.
Existe una anécdota de su viaje a Cuba, García Márquez lo presenta con Fidel Castro y le dice: “Comandante, te presento al mexicano Juan José Arreola, el escritor que más me gusta después de mí”.
Arreola guarda la pluma, trabaja en el rescate del oficio de narrador oral, de aedo como Homero, de juglar, jugó con las palabras, sonoridades, rescató autores y fragmentos de obras siempre a flor de labios. Su capacidad de memorizar le permitía citar versos contundentes, al autor preciso en el momento oportuno, con el único fin de maravillar al auditorio… aprendió a olvidar su portentosa memoria
El prodigio de su voz, el aleteo de su capa negra de terciopelo, el rítmico
danzar de su bastón-batuta, seguirán en la memoria de quienes lo vimos actuar recorriendo escenarios de voz  en el teatro del aire.


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