Añoranza
El
pintor no pinta, lo que no imagina.
El
que escribe no puede iluminar con sus palabras
lo
que crea, menos sin luz; en una noche.
No
habrá lugar donde puedan amarse los amantes,
lejos
del mundanal ruido.
Mientras
no pronunciemos sin prisa la palabra amor.
Ni
tú, ni yo, podemos hablar entonces de soledad,
cuando
entre tanta gente caminamos.
No
nos miran, ni escuchan nuestras pisadas.
Sus
ecos templan la prisa de vivir.
Otros
viandantes; otros viadores.
No
es habitable, no es apacible;
para
una pareja que se ama
unas
veces con ansiedad; otras con ternura.
Todo
nos confunde…
ésta
soledad fortuita de tardes solitarias.
A
menudo, cuando cerramos los ojos
y
no podemos pronunciar palabra,
se
derrama una lágrima, se derrama silencio.
A
nuestro lado pasan vehículos,
como
si les faltara tiempo para llegar a su destino.
Es
el mismo de siempre.
Pronto
comenzará a llover,
es
invierno y sentimos frío en la piel.
Dilacerante
destino de sentirnos solos.
El
filo del viento nos hiere profundamente…
Los
perros orinan las aceras,
siempre
en el mismo sitio
y
nuestras pisadas se yuxtaponen
a
otras, de otro tiempo,
que
han caminado otros viandantes.
Cuando
el agua clara empieza a gotear
se
vuelve azul como el cielo.
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