Me lo contó mi nieta
Cata salió del agua y se sentó en el borde de la pileta. Había estado nadando un buen rato, tirándose de todas las formas y maneras posibles, buceando broches y juguetes coloridos, haciéndose peinados con agua divertidos, haciendo la vertical, vueltas carnero y más y más cosas debajo y arriba del agua, ahora tenía ganas de tomar un poco de sol. ¡Momento de relax!
Vinchu dormía en el cochecito junto a su mamá que charlaba animadamente con las primas en esta tarde tranquila de verano en casa de la bisabuela.
Observando las plantas del fondo como al pasar, sus ojitos se posaban aquí y allá, en un suave recorrido mientras escuchaba las risas de los chicos vecinos que jugaban en otra pileta y sonreía, integrándose a las risas.
El jardín rebozaba de plantas, flores, frutas. Las abejas venían a libar al árbol de flores violeta, los pájaros se acercaban a beber de los charcos al costado del borde o se llamaban con su piar característico desde lo alto de los árboles del barrio, llenando de música el aire cálido y limpio. Este verano parecía haber más mariposas que otros años, qué lindo…
De pronto, Cata sintió que algo se acercaba volando hacia su cara. Pensó en una pelusita del laurel, tal vez una abeja que la encontrara interesante, ¿o era un mosquito?
No, no era nada de eso. ¿Era un mamboretá alvino? Tampoco… era blanco, sí, pero no era un bichito ni una hoja ni nada vegetal. No era Baba del diablo, tampoco una pluma como las que ella juntaba para la abuelita que estaba también dele juntar plumas para pintar.
Enfocó bien su vista en este pequeño, pequeñísimo puntito blanquecino que seguía ahí detenido, suspendido en el aire a la altura de sus ojitos verdes y des-cu-brió con sorpresa que “eso”, tenía brazos, piernas, un vestido, alita … así, chiquitas y vibrantes, y el pelito así como ondulado que enmarcaban un delicado rostro de niña.
¿Podía ser que un hada la estuviera observando sin vergüenza ni miedo, sin problema alguno en pleno día, en pleno patio de la bisabuela y justo justo cuando ninguna de sus amigas del cole estaba con ella para confirmar la veracidad de la situación?
Aparentemente sí. El hada la miró por un rato, sin que Cata supiera qué hacer; si hablarle o tratar de acercarle una mano para que se sentara un rato, le ofreciera algo de comer o de beber… no supo cómo reaccionar y en el tiempo que esto duró, que pudo ser un instante o una eternidad, la sensación de alegría y maravilla de Cata fueron enormes.
Cuando el hada finalmente se fue volando, Cata corrió a contarle a mamá lo que había visto. Cuando se juntó con sus amigas en la colonia, se lo contó también entusiasmada y después cuando visitaron a la abuelita de las plumas también se lo contó y todos los que escucharon su relato, se alegraron mucho por ella y su ¡maravillosa experiencia!
¿No es genial?
1 comentario:
Re tierno!! Gracias
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