miércoles, 25 de septiembre de 2013

Rubén Cusnir-Buenos Aires, Argentina/Septiembre de 2013


VOLVER


Volvía, luego de muchos años, a pisar la Capital.
Tras veintitantas horas de viaje ansiaba bajar y pisar tierra, cualquier tierra.
El hombre miró por la ventanilla y se puso de pie entumecido por el largo trayecto. Empujado por una maleta que lo golpeaba si se detenía, recorrió el pasillo del tren y bajó el estribo mirando si entre aquellos rostros se destacaba el de su novia. Pero la gente que iba saliendo del vagón lo empujaba y tuvo que hacerse a un lado. Cuando se fue aclarando la muchedumbre cargó su maleta y comenzó a caminar por el andén. Su novia no estaba. Desesperanzado se halló solo en el amplio vestíbulo.
Ya en la calle no supo qué hacer, la ausencia de su novia era incomprensible.
O no.
Era mucho tiempo de espera, de alejamiento. Sus conversaciones se restringían al intercambio epistolar, o a algo más ágil como una breve conversación telefónica desde el único teléfono público del pueblo.
Nada más, desde hacía unos siete meses.
Tenía que corregir mentalmente su próximo derrotero, y mientras lo hacía sintió que lo tomaban del antebrazo derecho.
Al girar se encontró cara a cara con un hombre de mediana estatura, ojos y pelo renegrido, desgarbado y sin ningún tipo de gestualidad en su duro rostro.
Con voz anodina y pausada le preguntó por su nombre. Al constatar que era a quien venía a buscar le manifestó que lo enviaba su novia, que no podía venir a buscarlo como habían quedado por una cuestión de salud.
Inmediatamente recordó los penosos accesos de asma que en forma espaciada castigaban la delicada salud de ella.
-¿Es otra vez el asma, o algo más grave?.
-Sígame, si le explico ahora no me va a entender.
Le costaba gran esfuerzo seguir al extraño, a paso forzado, arrastrando casi la maleta.
Cuando llegaron al automóvil  la transpiración lo bañaba casi por completo.
-Suba la maleta al asiento trasero y acompáñeme.
La frase seca, aseverativa, no daba lugar a la negativa.  Tiró la maleta en el asiento trasero y se sentó en el del acompañante.
Un segundo después se encontraba en un viaje a toda velocidad, a un destino aún desconocido, cansado, lleno de sentimientos contradictorios, de preguntas.
-Y usted es?
-Miguel.
-¿Amigo de Laura?
-Ya casi llegamos, es en la otra cuadra.
Luego de una frenada el tipo se bajó en forma ágil y de un golpe abrió la puerta trasera para sacar la maleta.
La fachada de la construcción asemejaba un gran taller mecánico con sus persianas metálicas bajas.
-¿Esto qué es, donde me trajo?
-Pasá pibe, hace rato que te esperamos. Por Laura quedate tranquilo, ya no sufre más.


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