sábado, 19 de diciembre de 2015

Elías Echeverría-Chile/Diciembre de 2015



DANTE

            Dante ya pintaba canas, solía visitar el Centro de Grabación para Ciegos, porque allí encontraba entretención en un taller que había impulsado una voluntaria. Cierto día la secretaria les instó a participar en un concurso, en principio los dejó algo extrañados, pues no se sentían preparados para narrar historias. Pero Lorena insistió diciendo: - Les he escuchado, alguna vez, y me parecen estupendas las narraciones que han hecho. ¡Atrévanse!
Fue así, como Dante,  absorto en el sillón de su casa, somnoliento empezó a recordar. En ese instante entró en un estado difícil de explicar, era como estar consciente y dormido a la vez. Se encontraba en un camino intermedio entre ambos estados. De pronto un fuerte sonido llevó a su mente a una alocada búsqueda. Escudriñaba pasajes de tiempos idos. Era tan lejano el recuerdo, que se sintió envuelto en una nebulosa. Le pareció escuchar a su padre que lo obligaba a seguir. Él ya había partido a la vieja Italia, de donde provenía. Su existencia llena de honores militares fue algo efímera, no se sabía mucho sobre lo que había pasado con su vida, sólo se comentaba que había sido el mejor y más osado piloto de guerra que había tenido el país. Sin embargo, cómo el fulgor de un rayo, intempestivamente desapareció. A la escuadrilla que él comandaba aquel día, después de oídos los relatos que entregaron los otros pilotos, se les ordenó guardar silencio, para no causar temor en el resto de la tropa. Pues se enfrentaban a una situación que no tenía una respuesta racional. Pues iban volando en formación “punta de lanza”, y como primer piloto iba él. Los subordinados que lo escoltaban en la formación pudieron ver claramente lo que ocurrió, tronaban muy cerca de ellos las explosiones del enemigo.
Eran hombres curtidos en este tipo de aventuras, por eso fue que les sorprendió tanto lo sucedido. De lo más alto del cielo, de pronto surgió una luz intensa que lo impactó de lleno a él, de forma perpendicular. Lo curioso del acontecimiento fue que el avión no quedó destruido al ser impactado, cómo solía ocurrir cuando la artillería enemiga los alcanzaba.             De improviso, los motores se detuvieron y fue abducido por aquella luz. Desde tierra, los lugareños comentaron el acontecimiento, porque en ese mismo instante, al sur de Italia, donde residía, un fenómeno similar sucedió. Una luz intensa bajó hasta la huerta que tenía detrás de la casa, donde se encontraba su esposa Nani, que en ese momento estaba cortando hortalizas, para su regreso.
Ella también fue abducida por esa luz, los creyentes se santiguaron inmediatamente, sin dar crédito a lo que veían: la vecina volaba por los aires.
Dante, aquella tarde, al regresar del colegio vio que un vehículo militar lo esperaba, no se sorprendió, dado que a su padre solían ir a buscarlo en uno como aquel, menos temor sintió cuando le dijeron: -Vamos, tu padre te va a llevar a volar - cosa que le encantaba, se sentía terriblemente atraído por las alturas, era casi una obsesión desmedida que lo hacía soñar en convertirse en piloto de guerra, como su padre.
Al llegar a la base aérea alguien que él no conocía lo esperaba, le dijeron que era un agente del gobierno. Le hizo varias preguntas que él no entendió, ni pudo dar respuesta. Lo único que recuerda es que le dijeron; ¿tienes algo importante que sacar de tu casa? Pues tu padre Pietro será redestinado.
-Y mi madre Nani ¿dónde está?
-Está con él, no te preocupes- le respondieron.
-Bueno, si ellos están juntos- dijo el muchacho- sólo quiero llevar mi colección de aviones de papel, que yo mismo confecciono.
Escuchó que por radio informaban el requerimiento. Al cabo de algunos minutos, en una caja cuidadosamente embalada, llegó su preciado tesoro.
El jefe del lugar le comentó casi al oído. -“Igual que tu padre, sí que tienes talento, es una colección hermosa”.
De pronto se escuchó: -Estamos listos capitán.
Dante subió a un jeep que raudamente tomó dirección hacia el embarcadero, a él no le pareció extraño, porque los aviadores cuando eran trasladados solían hacerlo en buque. Al subir a la nave creyó que iba a encontrarse con sus padres. En vez de ello, lo juntaron con otro joven que también viajaba. Inmediatamente se acercaron cómo si se hubiesen conocido de mucho tiempo.
-¿Adónde vas?- le preguntó Dante.
-A reunirme con mi tío- respondió el muchacho- el único pariente que me queda. La guerra es devastadora- susurró muy despacio.
Con un dejo de tristeza, de improviso le dijo- menos mal que estás tú, ya no viajaré sólo.
Se quedaron en silencio al sentir el primer movimiento del buque, que comenzaba a navegar.
-¿Tú sabes para dónde vamos?- preguntó Dante - pienso en  el instante en que me encontraré con mis padres.- Su acompañante lo observó detenidamente, interrogándolo después le dijo: -¿Qué no sabes, qué fue lo que ocurrió ahí?
El muchacho le relató lo que había escuchado: - Tus padres, según se dice, fueron abducidos por una extraña luz. La tropa tomó tal temor por lo sucedido, que los jefes, determinaron que tú deberías partir al extranjero, pues se comentaba que a ti también te llevaría esa luz. Y además traerías mala suerte al grupo.
-Yo ¿mala suerte?- dijo Dante.
- Tú no exactamente, pero con lo ocurrido con tus padres... Tienen miedo, y el Alto Mando decidió que te vayas hacia América del Sur.
Sólo atinó a quedar en silencio. Para colmo de males, días después, cuando la tormenta había amainado, supo la terrible noticia: Su joven compañero de viaje había fallecido producto de una extraña enfermedad. Lo último que alcanzó a decir fue: -  Mis pertenencias entréguenlas a Dante, junto con esta carta.
Con avidez leyó la misiva, salía el nombre del tío y el lugar donde estaba. Desembarcaron en Puerto Montt. Allí en una carreta había un hombre joven que parecía no superar los treinta años.
Al ver al muchacho le preguntó: ¿tú eres Samuel?
-No- le respondió- yo soy Dante.
En ese instante el buque empezó a desatracar para emprender nuevamente el viaje. Ahí fue cuando le contó lo acontecido en la navegación.
            -Lo que está aquí son sus pertenencias y esta carta.
-Puchas –dijo el muchacho- el patrón se va a morir con la noticia. – Y a ti ¿quién te espera?- le inquirió.
-La verdad, nadie- respondió el muchacho- Y no dio más detalles, de por qué había llegado ahí.- Me llamo Dante - dijo el muchacho - y mi padre era piloto de guerra. El se llamaba Pietro y mi madre Nani. El aduanero me inscribió como Dante Pietronani.
-¿Por qué no te vienes conmigo al campo? ¿Y reemplazas a Samuel? lo guardamos tú y yo en secreto, y así no le damos una pena tan grande a mi patrón, que es un hombre muy bueno y está tan solo.
-De acuerdo- dijo Dante- total ya no tengo a donde ir.

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