El
azafrán y la sirena
El joven murciano tenía una duda. Ir a pescar esa
tarde a Cartagena o al Puerto de Mazarrón. Pero se definió por éste, dado que a
la caída del sol podría comer los ricos churros de Carrañaca. Tomó las cañas,
puso en marcha el Seat y allá se fue a ubicar en los montículos de piedras que
rodean el lugar, bañado por el Mediterráneo.
En eso estaba cuando la línea tironeó fuerte y casi
lo hace caer al mar. Miró hacia abajo y se encontró con una bella carcajada de
mujer y un delicado brazo que pretendía ayuda para ascender desde la hondura de
las olas que jugaban contra la costa, cansada ya ella de nadar desde un peñón
cercano.
Al rato charlaban juntos tomando té moruno con
hierbas aromáticas, en un romántico rinconcito de la teteria marroquí ubicada
en el espigón. Intercambiaron nombres. Ella dijo que se llamaba Kimera y él le
contestó que lo bautizaron Crocus.
Por supuesto que observando la belleza de Kimera,
Crocus se olvidó de los churros y le propuso caminar completa la costanera. La
distancia de punta a punta de la bahía daría tiempo para conocerse e
intercambiar vivencias.
Los antepasados del muchacho eran griegos, de
Salónica. A unos mil quinientos kilómetros, en línea recta, de la Alejandría egipcia de
los antecesores de Kimera, aunque en realidad, como en todas las familias, sus
árboles genealógicos les llegaban ya con las ramas algo torcidas, algunas rotas
y otras imaginadas o inventadas. Seguramente muchos pueblos de oriente u
occidente podrían decir que el origen de Kimera y Crocus les pertenecía. Así es
la humanidad. Así es la historia. Se traslada boca a boca, dato a dato, con
intereses, desvíos y matices.
Pero esa gran distancia entre pueblos y
generaciones, se había achicado ahora a cinco centímetros, lo que separaba las
manos de los jóvenes a punto de tocarse, con la mentirosa excusa de sostenerse
sobre la deslizable arena.
El beso tardó un poco más en llegar, quizá porque la
luna iluminaba demasiado o las farolas quitaban intimidad, pero la sangre de
dos pueblos sufridos y guerreros en sus venas pudo más y ya estaban fundidos en
un largo abrazo, tan largo que los camareros del cercano restaurant le
brindaron olés y aplausos.
Colorados de vergüenza y rojos de pasión, volvieron
abrazados hacia el centro. Crocus le dijo a Kimera que unos amigos le habían
contado que en la calle Rueda había una pensión de una señora conocida
como Pilar, que daba comida y alojamiento a los turistas. Quizás podrían cenar allí y pasar la noche.
Subieron hasta el segundo piso, se presentaron y
Pilar, al escuchar el nombre de ambos, le llamó la atención. Apagó el televisor
donde escuchaba su favorito Telemurcia, pasó el trapo húmedo por la mesa y les
dijo que se pusieran cómodos que ella volvía en media hora.
Se fue a la biblioteca de la casa, hojeó una antigua
enciclopedia con los nombres escuchados y se le dibujó una sonrisa. Algo se le
ocurrió en ese momento a la anciana cocinera para preparar un plato que
relacionara más a la pareja en este primer encuentro de amor.
Ellos estaban aún pura caricia, cuando al rato
retornó Pìlar con el grito entusiasmado de “ Chavales, este es el plato justo
para ustedes…sopa de pescado al azafrán. Todo muy sencillo. Saqué del
congelador un paquete de preparado de productos del mar. Agregué cebolla,
tomate, ajo, puerro, zanahoria, vino blanco de Valladolid, pan, avellanas y
almendras tostadas, aceite de oliva andaluz…y por último y fundamental… cuatro
briznas del oro rojo del azafrán…un manjar…y no me digan que no les gusta o no
lo van a comer porque en esta casa no se permite eso…Sus nombres me
inspiraron…”
Los jóvenes se miraron y preguntaron a dúo…”¿Qué
tienen que ver nuestros nombres con la comida que preparó?...
Pilar sentenció rápido…” No me van a decir que no
sabían que Kimera significaba Sirena y que por Crocus se lo conocía al
Azafrán…¿nunca les interesó saber porque le habían puesto nombres tan
particulares?”
Entrecruzaron miradas. Parece que se habían elegido
bien. Al menos había una sopa que los unía. En ese momento se animaron a
preguntar…
-¿Podemos pasar la noche aquí?
- Por supuesto, acá el servicio es completo, es
parte de mi negocio, tengo algo de Celestina…no se imaginan la cantidad de
enamorados que han dormido en esa
habitación…y siguen juntos…y sirena y azafrán dan buen aroma…¿o no?
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