EL
GORRIÓN
¿Se puede vivir entre la confianza
y la desconfianza?
¿Si se pierde la fe, huye la calma?
¡Vaya ¡ ¿ De donde cayó este
gorrión? Se preguntó doña Rosita mirando la copa del árbol.
Doña Rosita y su esposo Tomás,
vivían junto a sus tres hijos: Agustín de 10, Ramón de 8 y Margarita de 6 años,
a orillas del río Elqui, en la localidad de “Guayiguayca”, hoy pueblo sepultado
bajo del tranque “Puclaro”, en el valle del mismo nombre.
La vida giraba en torno a las
festividades religiosas que doña Rosita se esmera en celebrar puntualmente. El
sacerdote, iba desde Vicuña sólo una vez al mes, por este motivo, ella ejercía como diácono. Era una autoridad que
regía la vida de las familias.
No había servicios públicos, ni luz
eléctrica, no se escuchan radioemisoras. Era un pueblo tranquilo donde la vida
y las relaciones humanas se vivían en forma natural.
El río fluía gélido y rápido
hacia el mar, pasando por La Serena. En él se bañaban las bandurrias y patos
silvestres. Los altos y nutritivos pastos alimentaban las cuatros vacas y dos
asnos que constituían el tesoro de la familia. La leche se vendía en el pueblo.
Tomás, en sus pollinos, comercializaba leña serrana. No le sobraba el dinero,
sin embargo, la familia siempre pudo salir adelante, ya que sus gallinas y conejos
ayudaban al sustento familiar.
El olor a pan amasado atraía a los
vecinos, aumentando los ingresos del hogar.
Apenas llegó al pueblo, Juan
Eduardo Morales Rojas, fue bautizado como “El Gorrión. Doña Rosita lo encontró
dormido bajo la sombra de un centenario “Chañar”, el cual con su sombra
protegió al muchachito del fuerte calor de un día de verano. Semi desnudo,
sucio, maloliente fue llevado en brazos por la buena señora. Lo aseó y le
brindó un vaso de leche recién ordeñada. Tenía más o menos cinco años. Nunca se
supo cómo había llegado hasta ese lugar. Creció en ese hogar, como un hijo más
sin privilegios ni imposiciones.
Pese a todo fue a la escuela del
pueblo. Se destacó en los estudios y, a los doce años egresó de sexto básico.
Posteriormente fue enviado a la escuela normal de Copiapó, donde obtuvo el
título de Profesor Primario a los 18 años. Sus hermanos, no siguieron estudios
regulares, continuando con la tradición y los trabajos del campo. El Gorrión,
fue destinado a la escuela de la hacienda “Cutun”, en el cercano pueblo de “Las Rojas”…
****************************
Las ramas del sauce llorón eran
mecidas suavemente por la corriente del río. Una bandada de zorzales y tencas
trinaban hermosas melodías. El agua saltaba de piedra en piedra rompiendo la
monotonía de la tarde, así como si quisiera llevar al corazón del hombre
sentado en sus orillas, una explicación al dolor que le atormentaba.
-¿Quién soy?, se interrogaba.
Alguien le había susurrado que él no era hijo de Ramón, ni de Rosita, en
aquella oportunidad, no le dio importancia a tal aseveración
-¿Pero, hoy, porqué me atormenta
aquello?
-¿Por qué esta angustia?
-¿Es delito amar a una mujer? ¿Cómo
la puedo amar? ¡Ella es hermana mía!
-¿Acaso nuestros padres no nos
dieron todo para que fuéramos unidos como hermanos?
-¡Dios! Amo a Margarita!
¡Ayúdame señor a dilucidar esta pasión!
Se tendió sollozando muy
angustiado a la sombra del árbol y, de pronto, se quedó dormido.
Lejos, en las profundidades de
su sueño, se vio muy niño corriendo junto a Margarita, recogiendo “Añañucas y
retamas”, jugando con el corderillo recién nacido de la oveja “Carinegra”,
sentada en la carretilla de la huerta, llena de pasto seco, mientras un ganso
picoteaba de su mano granos de maíz. ¡Eran tan felices y reían…!
Se vio crecido, iban tomados de
la mano, él la conducía para desposarla al pié del Santísimo Sacramento. Pero,
al llegar al altar, el sueño se esfumaba.
Se encontró delante de sus
padres, preguntándoles:
-Papá, mamá ¿Se puede vivir
entre la confianza y la desconfianza? ¿Hay ahí un espacio para el amor? ¡Amo a
Margarita! ¿Traiciono con ello la confianza que ustedes depositaron en mí? ¿Si
ella no es hermana carnal, la puedo amar?
Si me autorizan a desposarla
¿volverán a confiar en mí?
En su loco y afiebrado sueño,
los padres respondían:
-Eres nuestro hijo y siempre
hemos confiando en ti. ¡Sí!, tú puedes desposarla, llegaste a nosotros en forma
sorpresiva y casual. No es pecado ni afecta nuestra confianza, el amor que
sientes por ella, por Margarita. Pueden casarse y ser felices.
Despertó muy entrada la noche, y
con una tranquilidad asombrosa, el “Gorrión” se dirigió a su casa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario