miércoles, 16 de enero de 2013

Abel Espil-Buenos Aires, Argentina/Enero de 2013

LA ÚLTIMA CARTA DE VICTORIA


Me encanta mojar los pies en el Mediterráneo. Caminando por la playa, sus rostros se superponen . Los amé a los dos siendo tan distintos y en momentos de mi vivir tan dispar. Siento que en mi vida he sido muy amada.   
Sigo caminando. A veces algunas pequeñas piedras lastiman mis pies . Son como han sido ellos.
 A Joan lo conocí en Barcelona . Nos cruzábamos la mirada en la tasca de Manuel . En uno de esos días él se animó, se acercó y preguntó mi nombre. Charlamos casi cinco horas . Nos estábamos esperando . Vino a casa muchas veces . El amor nos desvanecía . A él como a mí , le encantaba ver llover sobre el mar. Horas y horas  nos pasábamos apoltronados en el enorme sillón negro de tres cuerpos. El tiempo vaciaba las botellas de vino espumante , acompañado con paella  a la valenciana, preparadas por  Mordisca . Ella hacía veinticinco años que estaba conmigo. Conocía mis vergüenzas como también mis éxitos .
 Después de los sesenta años , no escribo más novelas, a pesar de la terrible insistencia de Carmen Bacels , quien también fue mi socia como agente literario durante treinta años.
De España me fui cuando descubrí que Joan me amaba más de lo que él creía, pero se casaba en el próximo verano . Nada le dije. Nada nos dijimos. 
Estando en Bs. As., hace veintiocho años atrás, conocí a un joven muchacho  que cantaba en una de las principales calles por pocas monedas. Lo que más me llamó la atención, fue su rostro tan feliz cuando estaba cantando. De Luciano poco puedo decir . Éramos una mujer  y un joven, que nos veíamos por el ojo de una cerradura :  grandes , hermosos , altivos. Gracias a Luciano , mejoré mi estadía cambiando de hotel . El Avenida era  más confortable y más limpio . 
Recuerdo la primera vez que tomó uno de mis pechos y yo le propiné una fuerte cachetada . No era una suave caricia sino una terrible tenaza. ¡Nos reíamos tanto! A él las hormonas le saltaban por toda la habitación .
Varias veces , después de invitarlo a desayunar, lo acompañaba a la calle Florida .
En una de ellas, estaba preparando junto a sus compañeros los instrumentos, y yo le dejé en el estuche de su guitarra cien dolares .
Por la noche al encontrarnos, me dijo que ese había sido el día que más plata habían juntado. Estaba radiante de felicidad . Atiné a decirle  porqué no probaban todos los días - cual una cábala - poner los cien dólares en el estuche . Me contestó que lo iba a conversar con el grupo.
De él también me fui. Pero de muy distinta manera. Era un amor endiablado, celoso : soñaba con ser mi dueño .
Comienza a llover . He regresado a España . Compré una bella casa que da a la playa en TorreMolinos .
Uno de mis siete perros, --al comenzar a llover --sale corriendo hacia la carretera.
Detrás de Juango van los seis.
Me arrodillo en la playa y dejo que la lluvia acaricie mi piel , pensando en que he conocido hombres pero nunca como estos dos : el catalán y el argentino.
Regreso a casa . Llegan junto a mí , muy fatigados los perros .Están todos.
No alcanzo a subir todos los escalones, cuando escucho la voz que me dice : " ¿Victoria, quieres que tomemos un merlot o un malbec? "

6 comentarios:

ALICIA CORA dijo...

Nostálgico, dulce y amargo al mismo tiempo. Me deja en el corazón una huella hermosísima. Felicitaciones Abel, beso de Alicia.

Araceli Otamendi dijo...

me gustó el cuento, Abel, sobre los amores de esa mujer, un abrazo

Anónimo dijo...

¿Qué más te puedo decir? ¿De qué forma nueva felicitarte? Para mí ya sos un clásico. Y eso que te ví crecer (como escritor, digo). Otra vez, Felicitciones...y van...Marcos.

Anónimo dijo...

¡Qué bueno Abel! Un gusto volver a leerte. Nélida

Anónimo dijo...

Qué bueno, Abel! me encantó que te hayas puesto en la piel de una mujer y el cambio de escenarios. Felicitaciones, una vez más.Cecilia

Marta Susana Díaz dijo...

Abel: Los escritores (como los actores) deben saber ponerse en la piel del sexo contrario. Y yo me fui con Victoria a Barcelona, Buenos Aires, Torremolinos y me quedé con las ganas de saber quien la invitó a tomarse un vinito...Me atrapó. Muy buen relato.