miércoles, 2 de enero de 2013

Etelvina Maldonado-Buenos Aires, Argentina/Diciembre de 2012

El  collar de perlas



        Sábado.  Las chicharras todavía cantan sobre la vejez del día. Laura busca una y otra vez en el placard, la ropa que se pondrá  a la noche para ir a bailar con sus amigas. Elige un collar, el más lindo, quiere lucir bien, tiene la esperanza de encontrar a Julio. Piensa en él y la emoción le camina por su cuerpo ¡Le gusta  tanto! A pesar de que él le haya dicho que no puede existir nada entre ellos,  ella sigue tejiendo sueños.
        Sentada  en el club con la mirada atenta, lo busca, las horas pasan y a  ella la angustia le palpita en la boca del estómago. En un momento le parece verlo en la barra del bar. Se levanta, camina unos pasos y  desilusionada vuelve a la mesa.  Es tarde y él no llega.   Se despide de sus amigas
  --- Te vas en lo mejor, todo por que Julio no viene ¡qué tonta ¡ ¡ Sacatelo de la cabeza! Laura no quiere escuchar a la amiga.
   Camina hacia su casa,  desmigando sus penas.  El canto de los grillos hurga  la noche, el viento mueve  los focos de luz de la calle  dibujando círculos en el asfalto caliente. Desde el club le llegan retazos de música. El viento le acerca el olor a tierra mojada, los relámpagos fisuran la oscuridad. Los ladridos de los perros  la detienen; vuelve su mirada y por un momento se atreve a pensar que puede ser Julio que la viene siguiendo, pero no, sigue caminando. En el silencio sus pasos suenan huecos, extraños, un escalofrío la envuelve, cruza los brazos sobre su estómago como buscando protección. Llega a la casa, cuando está abriendo la puerta alguien la toma de atrás,  con un brazo le aprieta el cuello y con el otro le tapa la boca y la empuja hacia a dentro. Escucha el golpe de la puerta cerrándose a sus espaldas, siente el collar desgranarse entre la blusa. Cada vez es más fuerte la presión,  no puede respirar. Araña el aire sin poder encender la luz. Se le aflojan las piernas y llega el desmayo.
    Un trueno la sacude. Está tendida en el piso, quiere incorporase y  no puede. No recuerda  qué le pasó. Se palpa su desnudez como si no le perteneciera. Estira la mano, toca el cubrecama, se lo tira encima y de pronto llegan los recuerdos como brasas y  el llanto le nace desde las tripas.
    Ha comenzado a llover, las gotas pegan en el tragaluz y quedan bailando en el borde, son redonditas y brillan como las perlas de su collar que están esparcidas por todo el piso. Como puede se levanta, se siente sucia, piensa que nunca se lo contará a nadie por temor de que Julio se entere.
     A la tarde llegan sus amigas de visita, la miran raro,  burlonas.
   -- ¿No tenés nada para contarnos ---pregunta una de ellas y ante el silencio de Laura le dice:
----Mira la mosquita muerta. Ya lo sabemos. Anoche lo vimos  salir  de aquí, casi corriendo

1 comentario:

Anónimo dijo...

Etel!!!! que bueno que está!!! sorpresivo final.
Sos muy buena cuentista!!! tendrías que enviar a concurso tus cuentos q son tan buenos.

QUE TENGAS UN HERMOSO 2013

Besosss
Cariños Jóse