Foto: Javier Claure C.
Mansión ubicada en la
calle Drottninggatan 116 (Estocolmo).
Estocolmo y sus
fantasmas
Las historias de fantasmas datan de épocas remotas, y son precisamente estas
historias que se acomodan a la literatura, a series televisivas y a un sin fin
de películas. En cualquier parte que nos encontremos hay cuentos relacionados
con los fantasmas. En algunos lugares los llaman la viuda, el hombre del saco,
la k´achachola (chola hermosa y elegante), fonbondin (en Gambia y Senegal),
etc. Al mismo tiempo, la creencia en las manifestaciones de los espíritus de
los muertos también está extendida por todos los rincones del mundo. Estas
manifestaciones a veces aparecen misteriosamente dejando atónitos a los
espectadores. El escritor argentino, Rainer W. Klein, define a los fantasmas
como: “la representación visual, acústica o táctil, del cuerpo no físico de una persona difunta, que no ha roto del todo sus
lazos con el mundo terrenal y deambula por él bajo la forma no física, manifestándose sensorialmente bajo
diferentes formas”.
¿Serán estos seres sobrenaturales producto de nuestra imaginación? ¿O realmente
existen? Hay muchas opiniones al respecto. Sin embargo, hay gente que dice
haber tomado fotos a estos seres de extraña dimensión.
Uno de los casos más antiguos pertenece a la mitología griega. Un joven de
nombre Plinio relató en una carta los andares del filósofo estoico Atenodoro. Había
llegado a Atenas y andaba en busca de una vivienda. Por medio de un amigo se
enteró que había una enorme casa desocupada y decidió alquilarla. Una vez
instalado en el recinto solía escribir sus pensamientos por las noches. Y una
de esas noches escuchó el ruido de unas cadenas. Observó a lo lejos la imagen
de un anciano barbudo y crespo que gesticulaba con los brazos. El anciano se
iba acercando cada vez más, y cuando se encontraba a pocos metros de Atenodoro,
le hizo una seña para que lo siga. Él filósofo accedió a su pedido y caminó por
su detrás. Al cruzar el patio de la casa, el anciano y las cadenas
desaparecieron, como por arte de magia, dejándolo perplejo.
Historias como estas hemos escuchado alguna vez en nuestra vida. En Suecia también
creen en los fantasmas y tienen leyendas de esta naturaleza. En el centro de
Estocolmo, más exactamente, en la calle Drottninggatan número 116, existe una
mansión llamada ”El castillo de los fantasmas” que pertenece a la Universidad
de Estocolmo. En una parte de la edificación están las oficinas de
administración y en la parte central hay un museo. Esta enorme casa se
construyó en el siglo XVI por órdenes de Hans Petter Scheffler, un comerciante
adinerado de aquella época. Sus iniciales HPS están aún inscritas en acero y
forman parte de la puerta central. A principios del siglo XVIII, la gente
comentaba sobre extrañas manifestaciones ocurridas en el recinto. Y los rumores
se intensificaron cuando descubrieron una tumba en el patio de la casa. Algunos
comentarios afirmaban que el esqueleto en el ataúd pertenecía a Hans Peter
Scheffler y que deambulaba, en la oscuridad de la noche, como alma en pena. Se
mostraba en forma de fantasma chillando, haciendo caer cosas, apagando luces y
provocando ruidos extraños por las noches. Despedía un olor a muerto y solía
romper espejos y cristales. Un cura intentó ahuyentar al espíritu maligno por
medio de oraciones y plegarias, pero extrañamente fue arrojado desde un balcón.
Un inquilino se suicidó, después de haber tocado piano toda la noche.
Posteriormente,
Jakob von Balthazar Knigge, compró la casa, y según cuentan había hecho pacto
con el diablo. Poseía una gran fortuna. Ocultaba lingotes de oro y de plata en
las paredes de la casa. Una mañana de invierno una carroza, tirada por caballos
negros, paró a las afueras de la casa. Balthazar Knigge salió con una capa
negra que le colgaba desde el cuello y se acomodó en la carroza. Luego los
caballos empezaron a correr a toda velocidad sacando chispas de las ruedas de
la carroza. La gente que andaba por esa calle vio que el jinete tenía cuernos
en la frente y una larga cola. Decían que el diablo se lo llevó, y nunca más se
lo volvió a ver. En realidad, Balthazar Knigge, murió tranquilo en su cama y
está enterrado en el Cementerio Central de Estocolmo (Adolf Fredriks Kyrkogård).
En su testamento escribió que todos sus bienes debían ser entregados a un fondo
para ayudar a enfermos, ancianos, niños y pobres. El primer dueño de la casa,
Hans Petter Scheffler, también tuvo una muerte natural y nunca fue enterrado en
su casa como aseguraban. Entonces, si partimos de la conjetura de que existen
fantasmas, entendiendo que los fantasmas son espíritus de personas muertas,
surge la pregunta: ¿Por qué vuelven a un mundo que no les pertenece causando
tremendo pavor entre los vivos? Rainer Klein dice: “son muertos que no descansan en paz y que, por ello,
realizan sus correrías
por el mundo”. En otras palabras, son “mal muertos” que no están contentos,
quizá, por sus andanzas en el mundo terrenal o por haber muerto de una forma
injusta. En cualquier caso, las apariciones de fantasmas según Ana Carrasco,
filósofa española, pueden ser múltiples: “una muerte prematura o violenta,
inadecuadas o inexistentes exequias, el deseo de que alguien les acompañe en la soledad de su muerte,
buscar justicia o venganza…”.
Al parecer, Hans Petter Scheffler y Jakob von Balthazar Knigge murieron en paz. No fueron “mal muertos”, pero los hechos paranormales acaecidos en la mansión ubicada en pleno centro de Estocolmo y, además, los comentarios de la gente que se fueron transmitiendo de boca en boca, crearon horrendas historias. Sin lugar a dudas, lo fantasmagórico está sujeto a un lugar determinado, y a las leyendas que se inventan en torno a ese lugar. Es así que la presencia de entes sobrenaturales, como en este caso, se va difundiendo de generación en generación.
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