martes, 18 de octubre de 2022

Javier Claure-Suecia/Octubre de 2022



 Foto: Javier Claure C.
Mansión ubicada en la calle Drottninggatan 116 (Estocolmo).

 

 

Estocolmo y sus fantasmas
                                                        


Las historias de fantasmas datan de épocas remotas, y son precisamente estas historias que se acomodan a la literatura, a series televisivas y a un sin fin de películas. En cualquier parte que nos encontremos hay cuentos relacionados con los fantasmas. En algunos lugares los llaman la viuda, el hombre del saco, la k´achachola (chola hermosa y elegante), fonbondin (en Gambia y Senegal), etc. Al mismo tiempo, la creencia en las manifestaciones de los espíritus de los muertos también está extendida por todos los rincones del mundo. Estas manifestaciones a veces aparecen misteriosamente dejando atónitos a los espectadores. El escritor argentino, Rainer W. Klein, define a los fantasmas como:
“la representación visual, acústica o táctil, del cuerpo no físico de una persona difunta, que no ha roto del todo sus lazos con el mundo terrenal y deambula por él bajo la forma no física, manifestándose sensorialmente bajo diferentes formas”.


¿Serán estos seres sobrenaturales producto de nuestra imaginación? ¿O realmente existen? Hay muchas opiniones al respecto. Sin embargo, hay gente que dice haber tomado fotos a estos seres de extraña dimensión.

Uno de los casos más antiguos pertenece a la mitología griega. Un joven de nombre Plinio relató en una carta los andares del filósofo estoico Atenodoro. Había llegado a Atenas y andaba en busca de una vivienda. Por medio de un amigo se enteró que había una enorme casa desocupada y decidió alquilarla. Una vez instalado en el recinto solía escribir sus pensamientos por las noches. Y una de esas noches escuchó el ruido de unas cadenas. Observó a lo lejos la imagen de un anciano barbudo y crespo que gesticulaba con los brazos. El anciano se iba acercando cada vez más, y cuando se encontraba a pocos metros de Atenodoro, le hizo una seña para que lo siga. Él filósofo accedió a su pedido y caminó por su detrás. Al cruzar el patio de la casa, el anciano y las cadenas desaparecieron, como por arte de magia, dejándolo perplejo.

Historias como estas hemos escuchado alguna vez en nuestra vida. En Suecia también creen en los fantasmas y tienen leyendas de esta naturaleza. En el centro de Estocolmo, más exactamente, en la calle Drottninggatan número 116, existe una mansión llamada ”El castillo de los fantasmas” que pertenece a la Universidad de Estocolmo. En una parte de la edificación están las oficinas de administración y en la parte central hay un museo. Esta enorme casa se construyó en el siglo XVI por órdenes de Hans Petter Scheffler, un comerciante adinerado de aquella época. Sus iniciales HPS están aún inscritas en acero y forman parte de la puerta central. A principios del siglo XVIII, la gente comentaba sobre extrañas manifestaciones ocurridas en el recinto. Y los rumores se intensificaron cuando descubrieron una tumba en el patio de la casa. Algunos comentarios afirmaban que el esqueleto en el ataúd pertenecía a Hans Peter Scheffler y que deambulaba, en la oscuridad de la noche, como alma en pena. Se mostraba en forma de fantasma chillando, haciendo caer cosas, apagando luces y provocando ruidos extraños por las noches. Despedía un olor a muerto y solía romper espejos y cristales. Un cura intentó ahuyentar al espíritu maligno por medio de oraciones y plegarias, pero extrañamente fue arrojado desde un balcón. Un inquilino se suicidó, después de haber tocado piano toda la noche.


Posteriormente, Jakob von Balthazar Knigge, compró la casa, y según cuentan había hecho pacto con el diablo. Poseía una gran fortuna. Ocultaba lingotes de oro y de plata en las paredes de la casa. Una mañana de invierno una carroza, tirada por caballos negros, paró a las afueras de la casa. Balthazar Knigge salió con una capa negra que le colgaba desde el cuello y se acomodó en la carroza. Luego los caballos empezaron a correr a toda velocidad sacando chispas de las ruedas de la carroza. La gente que andaba por esa calle vio que el jinete tenía cuernos en la frente y una larga cola. Decían que el diablo se lo llevó, y nunca más se lo volvió a ver. En realidad, Balthazar Knigge, murió tranquilo en su cama y está enterrado en el Cementerio Central de Estocolmo (Adolf Fredriks Kyrkogård). En su testamento escribió que todos sus bienes debían ser entregados a un fondo para ayudar a enfermos, ancianos, niños y pobres. El primer dueño de la casa, Hans Petter Scheffler, también tuvo una muerte natural y nunca fue enterrado en su casa como aseguraban. Entonces, si partimos de la conjetura de que existen fantasmas, entendiendo que los fantasmas son espíritus de personas muertas, surge la pregunta: ¿Por qué vuelven a un mundo que no les pertenece causando tremendo pavor entre los vivos? Rainer Klein dice: “son muertos que no descansan en paz y que, por ello, realizan sus correrías por el mundo”. En otras palabras, son “mal muertos” que no están contentos, quizá, por sus andanzas en el mundo terrenal o por haber muerto de una forma injusta. En cualquier caso, las apariciones de fantasmas según Ana Carrasco, filósofa española, pueden ser múltiples:  “una muerte prematura o violenta, inadecuadas o inexistentes exequias, el deseo de que alguien les acompañe en la soledad de su muerte, buscar justicia o venganza…”.

Al parecer, Hans Petter Scheffler y Jakob von Balthazar Knigge murieron en paz. No fueron “mal muertos”, pero los hechos paranormales acaecidos en la mansión ubicada en pleno centro de Estocolmo y, además, los comentarios de la gente que se fueron transmitiendo de boca en boca, crearon horrendas historias. Sin lugar a dudas, lo fantasmagórico está sujeto a un lugar determinado, y a las leyendas que se inventan en torno a ese lugar. Es así que la presencia de entes sobrenaturales, como en este caso, se va difundiendo de generación en generación. 

 

 

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