La presencia
No sé si
es hombre o mujer, tampoco sé si es bestia. Sólo imagino su odio encarnizado y
sus ansias de sed, incontrolables.
La
presencia, diré, saciaba su gula encadenando flores, salpicando
horizontes, arrancando mañanas en aborto feroz de madrugadas.
Cabalgaba
sobre nubes de odio desatando tempestades y dejando su semilla germinada
convirtiendo al mundo en un tormento.
Aniquiló
historias arrancando hojas de las que serían las páginas futuras.
¡O
agregando hojas, tal vez!
¿Quién no
te dice que algún ayer derrumbado vuelva a renacer de sus cenizas?
Con paso
firme, la presencia, lanzaba rayos de odio iluminando el confín donde
algún arco iris descolorido agonizaba su brillo, taponado por vómitos de humo.
De momento.
Pese a
tanto, hay algo que no pudo esa presencia intangible pero viva.
Lejos de
su cueva abominable algo indicaba que la historia aún no había terminado.
1 comentario:
Un buen relato conseguido con unas buenas letras.
Saludos
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