El duende andinista
Martín, mi ahijado, vive en San Carlos de Bariloche, en
la provincia de Río Negro, un lugar donde la belleza se acumula a tal punto que
su contemplación nos conecta con otros mundos.El lago Nahuel Huapí,los cerros,
la abundancia de la vegetación,lo convierten en un lugar privilegiado por la
mano de Dios.Tiene un paisaje para disfrutar.Y los que viven allí, lo saben y
lo hacen.Viven de otra manera, son más tranquilos, más serenos que los
habitantes de otras ciudades.
Y cuentan historias como ésta, que me narró Martín.
"Siempre dicen que nuestros bosques están repletos de duendes. Y te puedo asegurar, madrina, que es cierto.
Cuando yo era chiquito, mamá siempre nos llevaba a mí y a mis hermanos, Malén y Emiliano, a jugar a los cerros. Escalábamos y nos internábamos en el bosque.Ojalá los niños de la ciudad pudieran conocer lo que es vivir en medio de la naturaleza y aprovecharla como nosotros.Como te contaba, en uno de esos paseos, mientras mamá se recostaba en el tronco de una araucaria a descansar, nosotros nos pusimos a jugar a las escondidas.Pero no jugamos solos, se sumaron un montón de duendes que se encargaron de hacernos pasar una de las tardes más felices de nuestra infancia.
Entre ellos, conocí a Javier, el duende andinista. Él fue quien más tarde iba a enseñarme a escalar la montaña.
Javi, como lo llamaban los otros duendes, era algo mayor pero tenía una agilidad y una flexibilidad dignas de un jovencito.Y me contó que a pesar de sus años parecía más joven porque nunca había dejado de moverse.
Le gustaba mucho escalar y, luego yo iba a comprobarlo personalmente,no se cansaba de repetir que "desde lo alto las cosas se ven de otra manera" ". Son magníficas, perfectas"-decía cada vez que conversábamos.
Pasé muchas tardes aprendiendo junto a él los secretos del andinismo. Hasta que un día me dijo: "Martincito, ya estás grande. Ya sabés todo lo que tenés que saber y, a la vez, podrás enseñar a otros niños lo que aprendiste a mi lado.También yo debo volver a empezar con otros niños. Ya no nos veremos más.Pero debes saber que estarás siempre a mi lado, te llevaré en mi corazón."
Hermosa la historia de Martín...¿ no creen?
Y cuentan historias como ésta, que me narró Martín.
"Siempre dicen que nuestros bosques están repletos de duendes. Y te puedo asegurar, madrina, que es cierto.
Cuando yo era chiquito, mamá siempre nos llevaba a mí y a mis hermanos, Malén y Emiliano, a jugar a los cerros. Escalábamos y nos internábamos en el bosque.Ojalá los niños de la ciudad pudieran conocer lo que es vivir en medio de la naturaleza y aprovecharla como nosotros.Como te contaba, en uno de esos paseos, mientras mamá se recostaba en el tronco de una araucaria a descansar, nosotros nos pusimos a jugar a las escondidas.Pero no jugamos solos, se sumaron un montón de duendes que se encargaron de hacernos pasar una de las tardes más felices de nuestra infancia.
Entre ellos, conocí a Javier, el duende andinista. Él fue quien más tarde iba a enseñarme a escalar la montaña.
Javi, como lo llamaban los otros duendes, era algo mayor pero tenía una agilidad y una flexibilidad dignas de un jovencito.Y me contó que a pesar de sus años parecía más joven porque nunca había dejado de moverse.
Le gustaba mucho escalar y, luego yo iba a comprobarlo personalmente,no se cansaba de repetir que "desde lo alto las cosas se ven de otra manera" ". Son magníficas, perfectas"-decía cada vez que conversábamos.
Pasé muchas tardes aprendiendo junto a él los secretos del andinismo. Hasta que un día me dijo: "Martincito, ya estás grande. Ya sabés todo lo que tenés que saber y, a la vez, podrás enseñar a otros niños lo que aprendiste a mi lado.También yo debo volver a empezar con otros niños. Ya no nos veremos más.Pero debes saber que estarás siempre a mi lado, te llevaré en mi corazón."
Hermosa la historia de Martín...¿ no creen?
1 comentario:
Buena historia y un mejor relato.
Saludos
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