La tortilla de la abuela
Viene
a mi memoria aquella noche de invierno, cuando estábamos cenando con mi mamá y
mis hermanas, y yo dije que extrañaba la tortilla de papa que hacía la abuela
Mi madre fijó sus dos mares celestes y hondos en mi semblante, y con un velo de brillo a punto de convertirse en agua, me dijo que también extrañaba esa tortilla de papa con ocho huevos que preparaba la abuela, que si bien en su terapia había visto que
su madre no había sido muy afectuosa verbal ni corporalmente con ella , ahora a dos años de su muerte, comprendía que la manera que tenía de demostrarle amor era a través de la comida.
Distinta había sido conmigo, pensé en voz alta, porque además de prepararme el
desayuno y el almuerzo durante toda mi primaria, me besaba la frente o las mejillas bastante seguido. Pero claro, las personas van cambiando y aprendiendo también, por ejemplo a dar cariño de diversos modos, y una buena lección para eso es tener nietos.
Mi madre fijó sus dos mares celestes y hondos en mi semblante, y con un velo de brillo a punto de convertirse en agua, me dijo que también extrañaba esa tortilla de papa con ocho huevos que preparaba la abuela, que si bien en su terapia había visto que
su madre no había sido muy afectuosa verbal ni corporalmente con ella , ahora a dos años de su muerte, comprendía que la manera que tenía de demostrarle amor era a través de la comida.
Distinta había sido conmigo, pensé en voz alta, porque además de prepararme el
desayuno y el almuerzo durante toda mi primaria, me besaba la frente o las mejillas bastante seguido. Pero claro, las personas van cambiando y aprendiendo también, por ejemplo a dar cariño de diversos modos, y una buena lección para eso es tener nietos.
Continuamos
comiendo el revuelto gramajo que había preparado rápidamente una de mis
hermanas, y yo seguí añorando la tortilla esponjosa, jugosa, perfectamente
cocida de un lado y del otro, que elaboraba esa polaca de mirada triste, que
reflejaba el cielo azul de kielce después de la guerra.
Esa noche me fui a dormir
con ella en mi cabeza, pero lo extraño no fue lo que sucedió en sueños sino al
día siguiente cuando me fui a trabajar al Jardín de Infantes de mi mamá, donde
colaboraba con ella siendo su secretaria, para pagarme las salidas y los
viáticos el primer año de la facultad. A las doce menos cuarto del mediodía, un
hombre tocó el timbre, fui a abrir como si nada, pensando que era el papá de
algún niño, pero resultó ser el repartidor de una rotisería del barrio que
traía un pedido. Cuando le pregunté qué maestra se lo había solicitado, dijo
que no sabía, que sólo le habían ordenado que entregara ese paquete en esta
dirección. Corroboramos este último dato y estaba bien, así que le pedí al
joven que me aguardara en la puerta mientras preguntaba a las docentes quién había
hecho el pedido.
Cuando volví sin novedades
al respecto le dije que debía ser un error, porque nadie en el jardín había
llamado a la rotisería, para lo cual me respondió que igualmente debía
entregarme la “tortilla de papa”, total figuraba que había sido cobrada.
entregarme la “tortilla de papa”, total figuraba que había sido cobrada.
Perpleja, levanté el
teléfono para contarle lo sucedido a mi mamá, y emocionada me aseguró que
en la cuadra donde el repartidor me había indicado que estaba el negocio, no
había ninguna rotisería...
3 comentarios:
hermosooooooo
ME ENCANTO
Sol,
Hermoso homenaje a tu abuela a través de relatar sin prejuicios un milagro.
Me imagino que después habrás continuado comiendo el revuelto de gramajos,sino sería un pecado.
Saludos
Luis Siburu
luissiburu@hotmail.com
Publicar un comentario