EL HELADERO
(Oficios)
Corría el mes de
Junio de 1962, en pleno Mundial de Fútbol, pasado el mediodía, de
uno cualquiera de la semana. Oscarín un mozo estudiante, de doce años de edad,
se descolgaba de uno de los tantos cerros del Gran Valparaíso, en dirección al
plan, precisamente en las inmediaciones de la Plaza Echaurren,
donde a pocos metros se encontraba la calle Clave y la vetusta Sede
del Ejército de Salvación o “El burro” para otros, ocupando el
segundo y tercer piso En su primer nivel, se encontraban las
instalaciones de la popular y reconocida Heladería “La Llapa”, de propiedad de un
respetado empresario, de nombre Queruín Leal.
Oscarín,
fue recibido por Don Pedro, encargado de Personal y Heladeros, después
de sonreírle y saludarlo cortésmente, le dijo: - ¡! Muchacho, hoy
ocuparás el termo número dos, hasta nueva orden!!- Agregando
-!!El día esta bueno para vender!!...¿Cuantos helados quieres?... El niño pensó…”El
día está caluroso, unos veinte grados, además, hoy debuta nuestra Selección de
Fútbol contra Suiza, me voy a arriesgar”. Sacó cuentas mentalmente y respondió:
-Veinticinco de agua, treinta de leche con vainilla y cuarenta chocolitos.
(Estaban de moda, eran los de más salida). Enseguida le entregaron
el pedido en dos bandejas plásticas. Contó la mercadería y dio su
conformidad. Con orgullo aproximó, el termo de madera y
terciado, color amarillo en los costados, con la publicidad en letras rojas, en
forma ovalada “Heladería La Llapa” y, en la parte baja derecha,
con letra manuscrita: “Queruín Leal”. La caja (termo) medía unos sesenta
centímetros de alto, por medio metro de ancho y el
fondo, unos treinta y cinco centímetros. Ubicó con orden y prolijidad los
helados, se despidió y salió en dirección al Muelle Prat.
Caminó por la calle
Serrano, luego la
Plaza Sotomayor, y en medio de esta, en forma automática y
casi sin pensarlo, apareció su primer grito publicitario:-¡¡Helado,
heladito, chocolito, cremino, heladitoooo!!-Terminó su pregón con cero
reacción de los transeúntes, parecía que no lo escuchaban, porque
nada se alteró. Continuó su camino, en dirección al Muelle como
lo había pensado. Hizo otros pregones ofreciendo su mercadería, con cero resultados.
Se notaba poco movimiento, escasa gente y lanchas de pasajeros, pero lo que más
se notaba era una fuerte competencia, había muchos heladeros en lugar.
Inmediatamente
decidió: - “Mejor me voy para el Cerro Cordillera, allí tengo varios clientes.
Además, estoy en el horario del Partido, y si gana Chile a Suiza, de
seguro cambiará mi suerte”. - Caminó hacia calle Blanco, paró un bus
y, subió por la puerta trasera ubicándose en la última butaca. Luego aprovechó
un momento para pagar el pasaje. De regreso a su asiento, fue
interceptado por una dama acompañada con dos niños. Le preguntó:
-¡! Te quedan helados!! - Si, Sí cómo no, señora, de cuáles? Chocolito,
cremino, de agua, leche y vainilla. - Dame dos de leche y un chocolito pero que
estén duritos. - ¿Cuánto es? -Bala para las matemáticas. - Cincuenta escudos. -
Se pagó y selló la primera venta, es la que cuesta, pensó.
La entrega elevó,
en cierto modo, el ánimo del estudiante trabajador que, sin darse
cuenta había llegado a su destino, la Población Marina
Mercante, comunicada con calle Cañería, ésta con sus ondulaciones en forma de
cinturón, recorre y abraza todo el cerro Cordillera, la sede de su negocio, nació allí, y muchas
cosas más. Sin darse cuenta, pasó la misteriosa y siniestra casa del
“Lacho de la burra”. Todos los lugareños saben que, al caer la noche, el sector
se torna satánico y todo puede ocurrir. Nuestro personaje, siguió y
siguió caminando, gritando sus congelados, con algunos gallitos incluidos,
haciendo reír a los que lo escuchaban, especialmente a los niños: ¡! Helado,
heladitoooo, chocolitooo, creminooo, heladitoooo!!- Aún no había reacción de los clientes.
¿Estaré muy desafinado en mis gritos? ¿He mantenido los precios?¿Trato bien a
mi clientela? Lo real, el negocio no funcionaba y cuando
uno tiene esa sensación, parece que el termo se pone más pesado. No
había excusas, había que seguir, los helados tienen su tiempo, se derriten y se
transforman en pérdidas.
Continuó su marcha,
llegó a la altura de la calle Uno de la población Simón Bolívar. Decidió descansar
al lado de un poste de alumbrado y se sentó sobre la caja - porqué
no decirlo - lo invadía el pesimismo. Pasaron unos minutos, sus
pensamientos no tenían ninguna importancia. Estaba en eso, cuando se sitió un
gran estruendo, acompañado de un relato deportivo. : ¡!Gol...Gool...Goool…Gooool….Goooooool…
chilenoooooo…Leooonel Saaanchez, autoooor de la conquistaaaaaa¡¡. Se había
olvidado que jugaba Chile contra Suiza, el primer partido por el
Mundial de Fútbol, que al poco rato terminó, con un gran triunfo de
nuestra oncena.
La gente comenzó a
salir de sus casas, especialmente niños, en su mayoría conocidos del
heladero. En ese momento se asociaron el calor y la victoria, lo que hizo subir
considerablemente las ventas. La cara de Oscarín se llenó con una
gran sonrisa. Siguió avanzando, no había necesidad de gritar, los helados se
vendían solos, era obvio. El termo estaba más liviano. Lo
revisó. Hizo su primer cómputo: - Qué alegría, quedaban diez helados.-Continuaba
caminando, alegre, vendiendo y caminando con ritmo
cumbiambero, hasta que llegó a su querida cancha “La sopera”, donde se
desarrollaba una reñida pichanga de fútbol. Como de costumbre, sus amigos lo
invitaron a participar. No se hizo de rogar, total le quedaban dos
helados. La ganancia estaba asegurada, descargó de sus hombros, la caja. -
¡!Que alivio¡¡. “Pichangueó” y se divirtió hasta quedar extenuado.
Terminó el mach con la boca seca y, se comió un helado y el otro que quedaba,
se lo dio a su gran amigo “Periquín”. Éste, como siempre le dijo:-
“Amigo, yo cargo la caja, seguro que estás cansado y esos zapatos de plástico, chirriando
de jugo” - y lo acompañó a la fábrica a entregar el termo.
1 comentario:
Interesante el relato pero comete un error garrafal: dice que corría el mes de Junio y ese día día jugaba su primer partido la selección chilena en el campeonato mundial de fútbol de 1962. La realidad es que Chile jugó su primer partido el día 30 de Mayo.
El relato es ágil pero tiene algunos errores de redacción.
Espero que siga escribiendo y mejorando.
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