UNA MUJER
APASIONADA
Hacía bastante tiempo que no tenía
noticias de ella. Por casualidad me enteré
que Samuel su pareja de muchos años, había fallecido dos años antes.
Lamenté mucho su situación. Sin embargo, hoy al leer la noticia en la prensa no
podía dar crédito a la información. Beatriz se encontraba desaparecida y era
buscada por su vinculación con un narcotraficante, presuntamente habrían huido
juntos.
Nos conocimos en la universidad,
cuando ingresamos a la carrera de psicología. Inmediatamente, hubo entre
nosotras un acercamiento cordial. Beatriz vivía con su madre y hermanos. Su
padre se había separado de la familia y pese a ser una figura importante dentro
de la comunidad, de una ciudad pequeña, el encuentro con sus hijos era
ocasional. De tal manera que la madre debía trabajar para mantener a los suyos,
delegando en los hermanos el control de su hija menor. Prácticamente el que le
seguía en edad, Lorenzo.
La adolescente se convirtió en una
atractiva jovencita, cuya imagen no pasaba desapercibida para los varones de su
entorno, en especial para Pepe, un joven que trabajaba como cajero en un banco.
La relación de ambos se mantuvo en secreto por un par de años, ante el temor de
ser descubiertos por sus hermanos. Pero en una ciudad pequeña, siempre las
cosas del corazón motivan su difusión. Cuando Lorenzo lo supo, consiguió influencias
para que el joven fuera trasladado a Punta Arenas. Mi relación de amistad con
ella y su familia, me permitió acercarme a fin de consolarla en su pena, ante
la ausencia de su enamorado.
Andando el tiempo, Beatriz entabló
amistad con un ex compañero de universidad, quien sí contó con las simpatías de
la familia por perfilarse en él un futuro brillante como profesional. A fin de
librarse de la tiranía fraterna, sin pensarlo mucho, aceptó casarse con este
muchacho. Fue un casamiento privado, casi como un contrato escueto y frío. Y en
la misma noche de bodas supo lo que sería su relación amorosa desde ese
momento. Prefijado por el hombre y a manera de convenio, los días y momentos en
que contaría con la cercanía íntima de su esposo, establecido de antemano.
¡Cosa de locos!, pensarían algunos. No
obstante, ella había hecho su elección y debía someterse.
Alcancé a recibir sus confidencias
antes que se trasladara con su marido al sur, investido con un importante
cargo. Nunca me invitó a su casa, porque ambas sabíamos que su marido no
soportaba al mío. Pasaron muchos años en los cuales no supe nada de ella, hasta
el día en que recibí una carta anunciando su pronto traslado a la zona. En ella
mencionaba, además, su vida solitaria y sin incentivo. Su marido ni siquiera le
permitía ejercer su profesión. Y así fue, recibí su llamado telefónico unos
meses después para invitarme a su casa, pues dentro de sus tiránicas reglas
hogareñas, no podía viajar sola. Recuerdo que en el mes de Mayo, precisamente,
el día de las Glorias Navales fuimos a esa ciudad, a casa e unos amigos, y
logré verla en el acto oficial. Ahí
estaba en la plaza, entre las autoridades y los personajes más importantes del
pueblo; pero luciendo como una mujer cargada en años, mal vestida, peinada con
un moño sin gracia y ocultándose detrás de unas gafas pasadas de moda. Para no
crearle problemas domésticos, en un momento en que la vi sola, me acerqué a
saludarla a fin de poder concertar un encuentro fuera de su casa.
Nos encontramos en un sitio
discreto, ante una taza de té y pastelillos. No habían tenido hijos, de lo cual
sin mayores investigaciones su marido la culpó, sin más. El tiempo le demostró
lo contrario. Conversamos mucho acerca
de rebelarse de esa tiranía y la solución era reencontrarse nuevamente con su
profesión. La vi determinada, pero a la vez indefensa ante el ogro en que se
había convertido su esposo. Meses después me telefoneó para comunicarme que
estaba trabajando en el Servicio de Prisiones y ya separada de su marido. Ello había
ocurrido, después de un intento de suicidio motivado por la situación hogareña
que la estaba destrozando. Su hermano, esta vez sí la apoyó y ella debió
aprender a vivir sola, pero siempre pensando en encontrar el amor verdadero.
Pasó algún tiempo y un día, recibí su alegre llamado para contarme que
tenía una pareja con la cual ahora, se sentía realizada. Había comprado una
casa en la misma ciudad donde vivió en sus tiempos de casada. Al parecer cambió
la maternidad por el trabajo. Con el tiempo, este esfuerzo le proporcionó una
situación holgada para el futuro que había construido junto a su pareja. La
visité en algunas oportunidades y su aspecto había cambiado, traslucía su buen
gusto en los detalle, tanto en su persona como en su hogar. Sin embargo, lamenté
apreciar que Beatriz, ya no era la misma como en nuestros tiempos de
estudiantes. La cercanía de ese ser de mente anormal con el cual vivió por
tantos años, la había cambiado. Nuestra amistad se enfrió y no volvimos a
vernos nuevamente. Supe posteriormente que Samuel su compañero de tantos años,
había muerto de cáncer y ella estaba sola, de nuevo.
Ahora, la noticia policial me
conmocionó. Beatriz, había entablado una relación sentimental con un joven
interno del presidio donde ella trabajaba como profesional. Al parecer ella se
había complicado en la fuga del sujeto, acogiéndolo en su hogar. Luego de
liquidar todo su dinero del banco, junto con sus joyas y objetos de valor,
ambos desaparecieron sin dejar rastro. El auto de Beatriz lo encontraron abandonado
en Argentina y de ella y del narcotraficante que ahora era su pareja, ninguna
pista.
Han pasado los años y de Beatriz
guardo la grata imagen de una mujer apasionada. Me pregunto ¿Estará viva?,
¿Habrá encontrado finalmente el verdadero amor.
(De su libro Valparaíso en el Susurro del Tiempo)
(De su libro Valparaíso en el Susurro del Tiempo)
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