lunes, 20 de enero de 2014

Ascensión Reyes Elgueta (comentario libro)-Chile/Enero de 2014



Guy de Maupassant (1850-1893)


LA TÍA COLUMPIO

            La tía Columpio, le decían por su llamativa cojera. Era la costurera oficial de una familia campesina de cierta fortuna. Ella aparecía los martes muy temprano y de inmediato se ponía a trabajar, acompañándose en los días fríos, de un brasero pequeño para calentarse.
Llegó a ese hogar, cuando el hombre que cuenta la historia, era un niño de entre diez a doce años. A los ojos de este niño, la tía Columpio era una mujer fea, aparte de la cojera, era muy delgada, su cara tampoco lucía hermosa. Sin embargo, ella lo entretenía contándole historias curiosas que le aportaban un mundo fantástico. Y así, poco a  poco, fue creándose entre ambos un nexo afectivo y necesario para el pequeño.
            Un día al subir a la pieza de costura, en busca de más historias, el niño la encontró tirada en el piso. Asustado, bajó al salón y se escondió detrás de una vieja poltrona. Desde ese lugar pudo ver cuando sus padres la descubrieron, y también logró escuchar la historia de la Tía Columpio, contada por el doctor del pueblo que llegó a certificar su deceso.
            Hortensia, era su nombre, y en su juventud había sido muy hermosa, tanto que logró encandilar a un atractivo y arrogante profesor recién llegado al pueblo. Se generó un encendido romance entre ambos. Sucedió que un mal día, en que los enamorados habían acordado juntarse en el granero, fueron descubiertos por el exigente señor Grabu, Director de la escuela. Para salvar la honorabilidad de su enamorado, ella decidió tirarse desde lo alto del lugar, quebrándose seriamente una de sus piernas, la cual quedó tan afectada que cuando sanó, convirtió su caminar en una cojera que ganó el sobrenombre con que se la conocía.
            El retrato psicológico de la Tía Columpio, nos presenta a uno de esos seres cuya fealdad, producto de malas experiencias o del sino de sus vidas, ha malogrado su imagen exterior. Sin embargo, esto se sublima con la bondad y los valores que se reflejan en su conducta, de tal manera que, el aspecto estético pasa a ser un detalle sin importancia. Está implícito en la historia que el envase no es importante sino el contenido.
            La Tía Columpio, ofrendó su salud y talvez su vida, por salvar la honorabilidad y el trabajo de su enamorado, éste viéndola con un notorio defecto, la abandonó. Un comportamiento contrario al de la mujer. Sin embargo, ella asumió su impedimento y se afanó en una actividad que desarrolló con mucha responsabilidad, y a la vez, dio compañía a un niño solitario llenando su mente de fantasía con sus entretenidas historias.
            La narración es un racconto del niño, ahora mayor, quien recuerda aquel imborrable personaje que acompañó su niñez, Hortensia o la tía Columpio, dejando en él una profunda remembranza de cariño y bondad.
            La historia está ambientada en una residencia campesina, de gran estructura y antigüedad. Por su techumbre puntiaguda recibía el nombre de castillo. A su alrededor se agrupaban cuatro o cinco granjas. Cercana estaba la iglesia, de ladrillos rojos que el tiempo había cubierto con una pátina negra, al igual que la casa. En este aspecto tenemos una ambientación bastante clara del lugar y de la pieza de costura, situada en el ático.
            El retrato de la mujer es comparativo entre la parte física y su interior. Los valores que ella entrega, no sólo en el trabajo, sino también en la ternura que el niño recuerda, siendo un hombre mayor, con la nitidez que proporcionan los sentimientos de afecto que supo inculcar la Tía Columpio.

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