CHANCHO PECARÍ
Cuando intenté
abrir la puerta vidriada, algo golpeó
desde adentro, obstruyéndome la entrada y expulsándome hacia la vereda.
Inmediatamente vi la explosión de sangre y vísceras que inundaron el salón y
salpicaron de bastones rojoazulados las vidrieras del frente.
Los curiosos y los
que “querían ayudar” entraron a borbotones y el aire se impregnó de un olor
putrefacto y sanguinolento, que invadía los aromas epicúreos de la cocina,
donde se adivinaba una salsa glaseada a medio hacer, que agregaba las características del hueso quemado, empeorando
la imagen olfativa.
Después del primer
sacudón, ya analizando el panorama pude identificar, en el centro de la escena,
una figura pequeña y regordeta, que según supe luego era la ayudante de cocina.
Alicaída, ojos bajos, brazos colgando y,
en su mano izquierda, la más larga y grande de las cuchillas de destazar medias reses chorreando líquido rojo.
En ese momento ya
me resultaba impresionante y rara la violencia con que
voló el destripado jefe de cocina dada la apariencia insignificante y frágil de
la agresora, y nunca antes había pensado
que las tripas humanas hedieran de esa manera insoportable y tan duradera, que
casi un año después persiste en mis fosas nasales.
Enseguida la policía
tomó control de los sucesos; colocaron una lona encima de la cabeza y pecho del
finado Norberto y retiraron esposada, sin resistencia a Nilda, a quién no era
nada fácil reconocer como la autora del
bárbaro hecho.
Nilda era paraguaya,
nacida y criada en la ciudad fronteriza de Encarnación y estaba en la Argentina en forma
indocumentada como tantos otros inmigrantes. Conocía muy bien el oficio de la
cocina, era una verdadera artista manipulando sartenes y cacerolas. Había
llegado a Buenos Aires con una recomendación de puño y letra, con la rúbrica
del Coronel Antonio Amatte, poseedor de uno de los mas lujosos negocios
gastronómicos de la mejor zona de Asunción,
ex socio y amigo entrañable del Señor Leal, dueño del restaurante
céntrico donde yo había entrado a pedir trabajo justo en el momento en que se
desataba la tragedia del destripamiento del jefe de cocina...
Desde el primer
momento Norberto, que era muy pagado de si mismo y bastante xenofóbico, se las
había tomado con la chica paraguaya, que
era bajita, gordita, morena y con
inconfundibles rasgos guaraníes; Le hacía todo tipo de bromas pesadas, de las
cuales sus preferidas eran calentarle con un
encendedor la silla donde ella se sentaba a descansar para hacerla
quemar con el plástico, o tomarse el trabajo de vaciar panes Felipe, amasar y
calentar las bolas de miga a los costados de los mecheros para que se
endurezcan y asestarle migazos en la
nuca y la espalda.
A la paragua, como
le llamaban sus nuevos compañeros eso no le producía tanto dolor como la forma
despectiva en que la nombraba su jefe:
Le decía chancho pecarí.
Pero lo peor había
comenzado a suceder veinticuatro horas antes, cuando al cabo de haberla
descubierto conversando con cierta simpatía con uno de los peones de cocina, el
“Gurí”, el cocinero se ensañó en
groserías que aludían al aspecto grotesco de la pareja.
— ¡Me las vas a pagar!—
le dijo Nilda al cocinero — ¡Seguí!, que vó a mí no me conoces, ¡Ya vas a ver! ¡Nde
añacakópeguare! ¡¡Tovéntehina!
Y la paragua que
era honorable, como sus antepasados
guaraníes y no hablaba de más, cumplió su amenaza.
De esto ya hace un
año, y yo que el día del crimen estaba buscando trabajo como peón de cocina,
estoy ocupando el puesto que dejó la paraguayita, que hoy se encuentra alojada
en el penal de Ezeiza, mientras sigue su juicio, todavía sin sentencia. Juan José, el Gurí, la visita todas las
semanas, el me contó los detalles de la historia. El dice que cuando le den la
condicional se van a casar.
*Traduccion:
¡Nde
añacakópeguare! (Tu, que fuiste originado en una vulva demoníaca).
¡Tovéntehina! (Que
siga así, no más, que ya llegará el día en que arreglemos esta situación)
3 comentarios:
Marcos: Sigo impactada desde anteayer
en que leí tu cuento por primera vez.Quedé atrapada en la historia de tal forma que , hasta me parece que puede ser verdadera a juzgar por la discriminación solapada que existe en la actualidad. ¡Felicitaciones!
Amigo, nos conocemos y sabemos, que nos interesan los diversos temas sociales. En este cuento tuyo, se perfila muy claramente la discriminación social, muy generalizada en estos tiempos y lleva al lector a pensar, en que todos somos humanos, no existe una raza mejor que otra. En el ágil y actualizado relato, nos encontramos con un hecho que en los días de hoy, es cotidiano. Por suerte con agradable final. Abel Espil.
Aun conociendo tu estilo no dejo de sorprenderme y también admirarte por dibujar tan bien el tema de la discriminación dolorosa, tampoco hemos progresado en esto. Tendríamos que salir con carteles que dijeran "No nos olvidemos de respetar a los semejantes". Con cariño Rita
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