UN
RESPONSO PARA TÍA LAURA
El aeropuerto de Barajas era un
hervidero de gente, personas apuradas para colocarse en la fila de las
aerolíneas, carros con equipajes, grupos de jóvenes durmiendo en las salas de
espera, total: un verdadero caos. Una inusual tormenta de nieve había tenido
cerrado el aeropuerto durante tres días y todo estaba complicado.
Gloria se sentía desesperanzada,
se daba cuenta que ya no alcanzaría a llegar al funeral de la tía Laura,
Chile quedaba tan lejos y no había encontrado pasajes en vuelo directo, tendría
que trasbordar en ciudad de México, era la única posibilidad de llegar y
después debía tomar un vuelo nacional al sur, hasta el campo de su hermano.
Escuchó el llamado para ingresar a la
sala de embarque y se preparó para el largo viaje, trataría de dormir lo más
posible, durante el vuelo, sabía que no iba a tener posibilidad de descansar al
llegar a su destino, así que una vez realizado el despegue solicitó a la
auxiliar una almohadita y una manta para acomodarse.
El vuelo había transcurrido sin mayores contratiempos y aunque
durmiendo sólo a ratos no
se sentía tan cansada, el piloto anunció que ya estaban volando sobre Chile, la
emoción nubló sus ojos por largo rato, demasiado tal vez, hacía tantos años que
había visto por última vez el interminable desierto con sus bordes bañados por
el mar, ese mar siempre
inquieto mal llamado “Océano Pacífico”. Divisó a su derecha la portada de
Antofagasta, imponente como una catedral; buscó hacia la izquierda su añorada
cordillera, esta vez tenía poquita nieve, recordó que cuando se fue era un
verdadero manto de armiño extendido de norte a sur.
Gabriel aceleró a fondo su camioneta
para alcanzar a recoger a su
hermana en el aeropuerto de Maquehue. Los últimos días habían sido
tremendamente convulsionados, su esposa llevaba varios días en cama a causa de
una fuerte influenza, la empleada de la casa faltaba a su trabajo por la misma
causa, y la pobre tía Laura había
fallecido de bronconeumonía.
La vio a través del vidrio esperando
su equipaje: su porte de princesa resaltaba entre la multitud. La estrechó entre sus brazos un largo rato, ella
sollozaba desconsolada y le costó mucho calmarla, era entendible, mal que mal,
la tía Laura había llegado a vivir con ellos cuando perdieron a su madre y
Gloria era muy pequeña, todavía no entraba al colegio; él y su hermano Julio en
cambio ya eran adolescentes.
-¿Ya fue el funeral?, ¿Qué
enfermedad padecía?, ¿Por qué no me avisaste antes?
-Fue totalmente imprevisto, se
contagió de influenza y por la edad que tenía se complicó con bronconeumonía,
no hubo nada que hacer.
-Me fue imposible llegar antes, las
nevazones en Europa tenían suspendidos todos los vuelos, me hubiera gustado
verla por última vez.
- Mi mujer tampoco pudo asistir al
entierro, pero apenas se restablezca vamos a traer al párroco de Padre Las Casas,
para hacerle un responso y para que bendiga una grutita de Lourdes que mandé a
construir en su nombre.
-¡Qué linda idea Gabriel! Ella era
tan devota que de seguro va a estar muy complacida en el más allá. Igual quiero
llevarle unas florcitas a su tumba. ¿Dónde la enterraron?
-En el cementerio de Temuco, mañana
mismo te llevo a visitarla.
Al día
siguiente los cielos amanecieron encapotados de nubes, se aproximaba una de
esas lluvias de verano tan habituales en el sur.
-El cielo está llorando a mi tía
Lala- pensó Gloria, la naturaleza se estaba sumando a su pena.
Llegó el día fijado para bendecir la
gruta, vinieron muchos campesinos, lugareños, algunos latifundistas y por
supuesto toda la familia, la
tía Laura era muy querida en la zona, había dedicado su vida a cuidar primero a
sus sobrinos y luego a los hijos de Gabriel y Julio. También participaba
activamente en la Cruz Roja,
colocando inyecciones, visitando enfermos y haciendo toda clase de
tratamientos. Una mujer ejemplar dijo el sacerdote.
La ceremonia fue muy bonita, Gloria
quedó inmensamente satisfecha. Pronto tuvo que regresar a España, tenía un
marido y tres hijos que la reclamaban. Gabriel fue a dejarla al aeropuerto, se
despidieron con un interminable abrazo.
-Apenas llegue a Madrid te voy a mandar un giro para que le hagan una
lápida más bonita a la tía Laura, esa plaquita que le hicieron me pareció un
poquito humilde, sin querer ofender desde luego.
-Bueno Gloria como tú quieras, con
Julio habíamos pensado esperar a la cosecha para hacerle algo mejor.
Al regresar al campo, Gabriel
encontró a su mujer esperándolo en la puerta, su mirada inquisidora daba a
entender que algo sospechaba, siempre supo que era una bruja difícil de
engañar.
-Ahora me vas a explicar: yo estaba
con fiebre, pero entendí clarito que a la tía Laura la habían llevado al
mausoleo de la familia en Santiago y resulta que llevaste a Gloria a ver la
tumba en el cementerio de Temuco, además no tenía idea que teníamos sepultura
en Santiago; algo no me cuadra querido, tú y Julio han estado tramando algo muy
turbio.
-Vas a tener que guardarnos el
secreto, querida, llevamos tres años de malas cosechas y se te ocurrió enviar a
los niños a la universidad, la mujer de Julio hizo lo mismo. ¿Sabes cuánto
cuesta una sepultura? ¡Un disparate! Apenas nos alcanzó para comprar el cajón.
Mandamos a hacer una placa con su nombre y la dejamos en una tumba abandonada.
Tuvimos que llegar a un arreglo con el chofer de la carroza para que después de
la misa nos trajera de vuelta a la tía Laura hasta la bodega.
-¡Qué espanto! ¿La tienen en la
bodega? ¿Hasta cuándo?
-Cálmate mujer, ¿para qué crees que
hicimos la grutita? en su base le hicimos un nicho sólido y en él dejamos a la
tía Laura y luego lo sellamos con cemento. Hasta trajimos al cura para que la
bendijera y la Virgencita
ahora la está cuidando.
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