viernes, 19 de febrero de 2016

Abel Espil-Argentina/Febrero de 2016



FRANCESCA


 Varios pueblos fueron abatidos por las aberrantes guerras. Los hechos no quedan en pobres palabras. Las casas se destruyen, las familias se dispersan, el horror va adelante de los hombres en pos de destruir todo aquello que manifieste vida. Los que no lo vivimos creemos que a la realidad la tenemos clara y los que sí lo han padecido- como Francesca- esbozan una suave sonrisa de lástima hacia nosotros.
Ella era una mujer madura que no pudo conocer lo que era ser niña. Desconocía el juego con muñecas, desconocía lo que es recibir a los Tres Reyes Magos, desconocía la llegada de Papa Nóel, desconocía todo aquello que pertenece a la vida de un niño.
Francesca recuerda lo que era correr a los refugios cuando sonaban las sirenas. Francesca conoce cuando un timbre suena en una casa y es para llevarse a su hermano mayor o al padre. Francesca conoce la entrada de militares a su hogar y oír los gritos de la madre pidiendo que no ,que no , que no. Francesca sabe lo que es despertarse transpirada y sudando, recordando la retirada de los militares y correr a la habitación de su madre y verla manchada en sangre y sin lágrimas  después de tanto dolor.
No importa como la conocí a Francesca. Es un hecho que la vida te regala, para que  sepamos lo privilegiados que somos y no nos lamentemos por pavadas o insultar por estupideces o llorar frente a lo que crees que es un fracaso, cuando quizás todo es un aprender a vivir. Somos personas pobres y vivimos como pobres.No conocemos las lágrimas de las ausencias sin adioses y más aún nos creemos "los elegidos" porque entramos a una Iglesia o acaso leemos cuatro veces por semana la biblia ,acompañada al final por una oración.
Varias tardes al mes , la visitaba en su reducida casa en el Barrio Agronomía.
Vivía sola. Tendría alrededor de 68 años. Era una mujer esbelta, con una larga trenza rubia y dos enormes ojos celestes. No tuvo hijos. No se casó nunca.Tuvo infinidad de trabajos, en el que más años estuvo, era cuando tomaba las fotos de casi todas las pequeñas o medianas guerras que se originan en el mundo en el período de 1939 a 1957. Adquirió en el Congo una enfermedad que le obligó a dejar su trabajo y eligió sin saber porqué la Argentina, viviendo aquí hasta el día en que falleció, que fue un 9 de Noviembre de 1989.
Nadie me avisó. El día jueves 10 de Noviembre de 1989 , toqué el timbre de su casa. Ella casi siempre, solía abrirme al sonar el segundo.Toque diez veces, al no responder, golpeé fuerte en la puerta y un señor maduro, vecino de Francesca, me comento lo ocurrido. Al llegar, luego de hacer las pocas compras que realizaba todos los días, al intentar poner la llave en la puerta, cayó al suelo con la llave en la mano derecha. Esa llave la tenía otra vecina que era la Profesora de Piano  llamada Cecilia.  La misma me las entregó, comunicándome que la señora estaba en una morgue judicial. Me presenté y al informar mi relación con Francesca, me indicaron las acciones que debía realizar. Los trámites fueron engorrosos y complicados. Entré a la casa acompañado por una fiscal y una escribana y mientras yo esperaba en el sillón donde siempre me sentaba, ellas revisaron toda la propiedad. No esperé mucho y al intentar retirarnos la escribana encuentra una nota escrita por Francesca, en la cual manifiesta que todas sus cosas, en el caso de sucederle el hecho de morir, quedarían a mi nombre.  .Nos retiramos. Ellas me informaron que llevaban esa nota al juzgado y que en el caso de ser así, iba a ser comunicado por nota. Dos años después encuentro  una nota en el piso debajo de la puerta, en la que me notifican que tengo que presentarme al juzgado. Me manifiestan que luego de varias pericias realizadas, el único heredero soy yo.
Me he preguntado ¿ porqué a mí, pero aún no tengo respuesta.
Fui al año y medio de enterame de esta noticia, a la casa de Francesca. Al abrir la puerta, volví a sentir el mismo aroma que todas las veces. Recorrí muy despacio la muy pequeña vivienda y encontré un libro abierto un poco más de la mitad, apoyado en su mesa de luz. Lo tome'e y descubrí que era el  último de mis libros llamado : Una vida llamada Francesca. 
Creo, o estoy casi seguro, que esa fue la última vez que lloré.

1 comentario:

Walter H. Rotela dijo...

Me gusta la descripción de la atmósfera y de cómo funciona el sistema. Interesante de leer hasta el final.