sábado, 24 de noviembre de 2018

Marcelo Galliano-Argentina/Noviembre de 2018


Elegía del beso


Hoy que se alzó un silencio de vino derramado,
hoy que el viento es más negro entre árboles dormidos,
hoy que la herida abierta ya no sabe a pecado,
que perdí la memoria, que gané los olvidos:
armado de esperanza hasta tu rostro escalo,
las manos arduamente exploran tus laderas
y al encontrar tu lengua me apresa con su halo
de flor, de sangre urgente, de ansiadas primaveras.
Me acerco al pozo inmenso del paladar sombrío
y oculto me recibe tu más tierno desvelo,
y siento que no existe más corazón que el mío
y pienso que no existe más cielo que tu cielo.
Besarte es el enigma de ser dos solitarios
pobladores de un mundo amordazado y triste;
ante la ropa herida, los desnudos armarios
nos recuerdan que somos lo más bello que existe.
Besarte entre parcelas de tierra calcinada,
besarte bajo un viento polvoriento y mezquino
que nos empuja el cuerpo sin importarle nada,
que nos borra las huellas, que nos muerde el camino.
No encuentro más salida que besarte y besarte,
por eso es que en las horas del sueño y del exceso
enarbolo mis labios para poder rozarte,
me desgarro la carne, me lacero y te beso.
La avariciosa luna se arrugará en tus ojos
más grandes que la muerte, más negros que el abismo,
y la alborada nueva propalará sus rojos
en tu cuerpo y el mío, y ahí seremos lo mismo.
Después como un soldado que ha gastado sus huesos
me sentaré a la sombra con el alma dormida
y llevaré en mi boca las marcas de tus besos
y guardaré en mi pecho tu boca florecida.
Y esa maldita tierra, cual abismal desierto,
se poblará de nuevo, será un valle dorado,
de cada tumba abierta volverá cada muerto
y habrá sido tan sólo por habernos besado.




Poema ganador del Certamen Internacional de Poesía de Ribera del Fresno, Badajoz -España


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