sábado, 20 de junio de 2020

Mercedes Acuña Anzorena-Argentina/Junio de 2020


1982, la guerra y los sueños.

Le intrigaba la Isla de Pascua, chilena. Quería conocer, especialmente, el cráter del Rano Raraku, el volcán.
En el colegio había leído la historia de esa misteriosa isla y su extraño lugar. No era fácil  visitarla, sola y perdida en medio del mar.
Pero ahora, él, conscripto argentino debía partir a otro lado. A otras islas. Era un simple soldado, y debía ir a combatir.
Su madre lo abrazó con todo su amor. Lo besó mil veces.
Luchar y vencer dijo, mientras quería llorar, pero no debía hacerlo. El cráter del Rano Raraku te está esperando. ¡Habrá paz!
Con su regimiento desembarcó en las Islas Malvinas y combatió desesperadamente.
Un día, todo se tiñó de rojo. Sentía manar sangre de su pecho y un dolor espantoso.
 Lo llevaron a un hospital de campaña, el dolor no lo abandonaba.
Quería cantar, quería pensar en otra cosa, pero no podía. La fiebre lo hacía delirar.
¿Había algo bueno ahí o todo era malo?
 El médico le hablaba compasivamente y la enfermera lo ayudaba.  Pero el dolor crecía. Y el doctor, evidentemente, nada podía hacer.
Una mañana, parecía tener menos fiebre, y oyó la mala noticia: su gente se había decidido a aceptar el cese de hostilidades. Era 14 de junio de 1982. Era el triste final de la guerra de Malvinas.
No supo todo lo que el enemigo siguió haciendo a pesar del cese  del fuego.
Se sentía cada vez peor. ¿Para qué había combatido?, ¿para esto?
 A cada momento se llevaban un soldado muerto. Total…
Se sentía muy mal. Tenía coraje, pero venía la muerte. ¿Sería así?
 Era 17 de junio. Repentinamente, no sintió más dolor.
 Estaba de pie. Supo que estaba frente al cráter del Rano Raraku.
¿Cómo había llegado a ese lugar?
 El cráter era espectacular. Se veía muy bien la laguna y flores asomadas a ella.
 Pero, ¿cómo?
Vio a su lado a un joven rubio vestido con una extraña túnica blanca. ¿Quién era? El joven miraba el cráter, y cuando se giró para verlo bien, recordó a alguien. Tenía los rasgos de alguien que él conocía. Los rasgos del ángel pintado en un Altar lateral de su Parroquia. Pero, claro no podía ser, sería una ilusión provocada por el sol. Siguió mirando al cráter, el joven le tomó la mano.
Tenemos que irnos dijo.
 Y comenzaron a elevarse alto, muy alto. Volvió a mirar a su compañero y vio que tenía alas.
Comprendió, y sintió una gran paz.
Siguieron elevándose. Recordó a su madre, y sintió que estaría bien.
 Y se fue en paz, a pesar de todo.


6 comentarios:

Graciela "Boticaria"- Boti dijo...

Un relato muy conmovedor. Me encantó leerlo. Felicitaciones, Mercedes.

Unknown dijo...

Hermosos los cuentos de mercedes!

Bun dijo...

Hermoso cuento. Interesante por su belleza y melancolía. Felicitaciones Mercedes

Beatriz dijo...

Me encantó tu relato Mercedes. Excelente!!!!!Te fellicito!!!!!!

Unknown dijo...

Q lindo y conmovedor cuento!!! Te felicito!! No conocia esas dotes!!!👏👏

Laura dijo...

Un cuento muy emotivo