viernes, 21 de agosto de 2020

Esther Moro-Argentina/Agosto de 2020


¿QUIEN ES ULISES?

A dos metros de distancia habló en voz alta con una desconocida, que toce con frecuencia; de un lado esta persona  y del otro a miss Dothy ,vecina y directora de St.Birghit Institute, academia de enseñanza de idioma inglés del barrio, esperando pagar servicios en un Pago Fácil.
La desconocida, me cuenta que este tiempo  lo pasa con su familia, pensando solamente en comer.!!! con la comida tan cara!!! ; y que no me preocupara por la tos, que era alergia, y ahí paso a contarme sus operaciones de los ojos y demás enfermedades, y que era persona de riesgo, pero que estaba contenta de estar respirando el aire en la calle. A miss Dothy, se la veía con todos sus años encima, pero siempre en bicicleta, su figura larga su pelo cano tomado en un moño, y a pesar de la añejez, bella, y  tan inglesa,  o mejor dicho tan irlandesa.. Hay que rezar mucho, dice, apretando un rosario en sus manos, dios nos tira de las orejas, nos hemos alejado de él, y hay que pedir que nos perdone, la gente cada vez va menos a misa. Pero, ahora no se puede ir a misa, miss, observó. Si,si, por supuesto,dice avanzando unos pasos en la cola.
Yo, apoyada en la cortina baja de ese bar cerrado, miro para adentro, me vi sentada en esos bancos alargados de altos respaldos, tan barcito americano de esa otra vida mía. No como el de ahora,  lugar  remodelado y con otro nombre. De a poco se va llenando  de esas presencias que se reunían allí los fines de semanas, para ir a bailar, a las fiestas que se organizaban en el momento, para amarnos, o simplemente quedarnos allí cuando no teníamos un mango para disfrutar otras alternativas y allí había crédito. Hay un  respirar tibio de humo de la panchera, pucho, café y alcohol y siento mi timidez, esa extranjería que me caracteriza, pero que ahora no daña. La mirada se da vuelta y veo las calles, esas manzanas que testimonian amores tristes madrugadas, aunque la noche hubiera sido gloriosa.
En esos tiempos en la facultad, en las charlas de café, siempre se hablaba del peligro chino, de como iban dominar el mundo cuando todos consumieran, de cantidad de teorías conspirativas, formas de asustar siempre actuales, hacer sentir que se está acosado por fuerzas apenas vislumbradas, siempre en las sombras.
Nadie se permitía creer en dios, el haber leído algunos libros no lo permitía. Pero a esos esquivos de opinión se los podía encontrar escondidos tras un santo en la misa de once de los domingos, traicionando a Marx.
De esa burbuja sale miss Dothy con su dios antiguo que enojado nos tironea orejas escandalizado de él mismo, su propia sustancia.
Me fui de ese espacio, mientras la policía, morocha y baja con pesados botines, controla  que se cumplieran los dos metros reglamentarios y  yo mientras navegaba hacia una plaza de añosos árboles, con su catedral verde a un costado y su Casa de Cultura al otro, con su salón donde aquel día de encuentro literario, atardeciendo la hora; Patricia A. nos leía aquel cuento que nos dejó patas para arriba ;un virus que asolaba a una humanidad, cerraban  y se alambraban  fronteras para impedir el paso de los desesperados huyentes de la muerte, a lugares donde la pandemia más o menos se lograba controlar.
Lo invisible tenía varios rostros, pacientes ya curados, al tiempo se les ponía negra la piel, y la infección hacia nuevamente lo suyo. El mundo se resquebrajaba, mientras un anacrónico salvesequienpueda seguía persistiendo. Y,  no quiero, no puedo  recordar cómo termina esa historia, que ella contaba caminando y expresándola con el cuerpo. buscando eso que nos dejó expectantes, y boqui abiertos, que se remató con un aplauso de los concurrentes, cosa que nunca sucedía.

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