jueves, 22 de noviembre de 2012

Abel Espil-Buenos Aires, Argentina/Noviembre de 2012

AMOR DE EXTRANJEROS


El amor es sorpresa, descubrimiento, deslumbramiento, admiración, olvido, risas, llantos, y mucho más.¿ Porqué escribo esto ? ¿Porqué debo contarles ? ¿ Acaso no le agrada al lector conocer el comienzo de un amor? De no ser así,  no me leas. Tú ganas y yo también. Porque no me genero un enemigo nuevo.
No conocí a Gertrudis "la alemana", como tampoco al "uruguayito".
Todo mi relato está basado --o perdón me corrijo--  es una copia fiel de lo que me contó mi amigo Federico Helguera, tomando wisky en la barra mayor de la confitería "LA FRAGATA". En el lugar éramos unos pocos y en la calle, el frío acompañando a la lluvia, invitaba a la charla .  
El comienzo es en el verano de 1982. El uruguayito se quedó dormido -tomando sol-- sobre el pasto de la plaza que da a la Avda.Las Heras. Al despertarse sintió un pequeño ardor en su rostro , como de igual manera en el pecho y en los brazos.
Al llegar la noche no fue al hotel sino que se dirigió al Hospital de  Quemados.Sentía todo el cuerpo como un terrible fuego y los ojos casi no los podía abrir .La preocupación era que de esta manera no podía trabajar. Lo recibió una mujer, la cual lo escucho atentamente y lo atendió toda la noche.
Recién al amanecer pudo abrir un poco sus ojos y ver a esta mujer alta, delgada , de agraciados pechos y perfecta cintura. Era la enfermera Gertrudis, nacida en Alemania. que lo había cuidado con extremo esmero toda la noche.
El uruguayito se quedó dormido y cuando despertó , abrió sus ojos y preguntó por su hada protectora.
La pequeña morena toda vestida de blanco, le contestó: " la  nochera es una alemana que viene a las 20 horas y se va a las 8 horas de la mañana del otro día" .
Agregando : "Señor, usted puede retirarse ahora o si prefiere tener un poco de prevención , podría ser mañana".
Él no tuvo dudas de irse al otro día . Cada cinco minutos tomaba su reloj de la mesa y miraba la hora. Cuando vio que eran las 20 horas se acostó raudamente y se hizo el dormido. Al rato alguien se acercó , prendió la luz y viéndolo mejor, lo despertó diciéndole que se podía ir.
Él la miraba casi  embobado y la alemana, que tenía doce o catorce años más que él , le atinó a decir : "qué suerte- la de estar mejor y poder vernos".
El uruguayito tembló, no podía creer que en esa sala blanca de un hospital se estuviera generando lo que él no conocía.
Hablaron toda la noche. Ella le contó que estaba efectuando un voluntariado y que su trabajo real era la de coser para modistos de alta costura.
Él le contó que al llegar a la Argentina había comenzado como mozo, pero actualmente administraba una empresa extranjera , proveedora de barras para empresas de gran tamaño.
El amanecer había plagado de luz la confitería . Federico pidió la cuenta y nos retiramos por la Avda.Córdoba rumbo hacia el bajo.
No pregunté nada, ni Federico me dijo algo más.
Los finales son tristes o felices. Este me gustaría que terminara así.

30 de Julio de 2012

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Abel: Me encantó la estructura novedosa del cuento, dejando un final abierto y en diálogo con los hipoéticos lectores. Por supuesto, está tu amigo Helguera, siempre presente. Estás como Gardel: "Cada día contás mejor". Marcos.

Marta Susana Díaz dijo...

Siempre es grato conocer de que manera comenzó un amor. Y al no saber como continúa, caemos presos de la curiosidad.
¡Y eso es lo bueno! Muy linda historia. Bien relatada y con el brillo tan fuerte como el sol que deslumbró al "uruguayito"