HISTORIA DE AMOR
María nació
en un pequeño pueblito de Italia, en Benevento, cerca de Salerno. Pasó una
infancia feliz y se casó muy joven.Su marido, Juan, fue el primero en partir
rumbo a otros horizontes donde hacer realidad sus sueños: un trabajo seguro, un
hogar donde albergar todo el amor de una familia que empezaba a gestarse, allá
lejos, en "la América".
María permaneció en su humilde casa, con dos hijos pequeños mientras Juan se arriesgaba por un mar desconocido, en un barco repleto de " buscadores de ilusiones"; en un viaje interminable y en condiciones que no fueron las deseadas.
No sabía muy bien hacía adónde iba, qué le esperaría en ese lugar, si podría hallar trabajo, si encontraría una casa para habitar y poder transladar luego a esos seres que tanto amaba y que había dejado del otro lado del mar.
Tardó más tiempo del que que había pensado y seguramente, sufrió la soledad, el desarraigo y la lejanía pero, por fin , un día regresó en busca de su mujer y sus hijos.
Y entonces, sí, iniciaron el viaje " al nuevo mundo". María dejó atrás su pueblo, a sus padres y a sus hermanos. No volvería ya más a Italia. Comenzó una nueva vida. Aunque alguna vez sintió deseos de regresar a la bella tierra donde había nacido, supo con gran fortaleza adaptarse a las circunstancias, a las costumbres, al trabajo.
Formó una gran familia. Vivió muchos años. Murió nonagenaria. Nunca derramó una lágrima frente a sus seres queridos, aun cuando la vida le siguió quitando amores y le estrujó dolorosamente el corazón. Sus hijos mayores y su amado esposo murieron jóvenes. Y ella continuó sola, con todo el ímpetu de su sangre italiana que le brotaba por los poros.
Pequeña de estatura, frágil de cuerpo pero inmensa en capacidad de trabajo, en voluntad, constancia y empuje, agitó su espíritu inquieto entre sus nietos y bisnietos. Pudo disfrutar la alegría de verlos reunidos cada año para su cumpleaños, en una cita infaltable para rendirle homenaje. El homenaje que merecía una madre, una abuela, una bisabuela italiana que contribuyó a formar este país con su sangre y con sus sueños.
A mi abuela María, con amor.
María permaneció en su humilde casa, con dos hijos pequeños mientras Juan se arriesgaba por un mar desconocido, en un barco repleto de " buscadores de ilusiones"; en un viaje interminable y en condiciones que no fueron las deseadas.
No sabía muy bien hacía adónde iba, qué le esperaría en ese lugar, si podría hallar trabajo, si encontraría una casa para habitar y poder transladar luego a esos seres que tanto amaba y que había dejado del otro lado del mar.
Tardó más tiempo del que que había pensado y seguramente, sufrió la soledad, el desarraigo y la lejanía pero, por fin , un día regresó en busca de su mujer y sus hijos.
Y entonces, sí, iniciaron el viaje " al nuevo mundo". María dejó atrás su pueblo, a sus padres y a sus hermanos. No volvería ya más a Italia. Comenzó una nueva vida. Aunque alguna vez sintió deseos de regresar a la bella tierra donde había nacido, supo con gran fortaleza adaptarse a las circunstancias, a las costumbres, al trabajo.
Formó una gran familia. Vivió muchos años. Murió nonagenaria. Nunca derramó una lágrima frente a sus seres queridos, aun cuando la vida le siguió quitando amores y le estrujó dolorosamente el corazón. Sus hijos mayores y su amado esposo murieron jóvenes. Y ella continuó sola, con todo el ímpetu de su sangre italiana que le brotaba por los poros.
Pequeña de estatura, frágil de cuerpo pero inmensa en capacidad de trabajo, en voluntad, constancia y empuje, agitó su espíritu inquieto entre sus nietos y bisnietos. Pudo disfrutar la alegría de verlos reunidos cada año para su cumpleaños, en una cita infaltable para rendirle homenaje. El homenaje que merecía una madre, una abuela, una bisabuela italiana que contribuyó a formar este país con su sangre y con sus sueños.
A mi abuela María, con amor.
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