EL PATRIOTA
YUKIO MISHIMA
Nacido
en el seno de una familia de burguesía media, Mishima se vanagloriaba sin
embargo de pertenecer por sus antepasados a la clase de los samuráis. Criado
por su abuela, realizó los estudios en Gakushüim, la escuela por tradición
reservada a la nobleza. Escribió su primer cuento a los trece años y a los
dieciséis su primer libro de relatos, que coincidió con su ingreso en la Facultad de Derecho.
Durante la Segunda Guerra
Mundial trabajó en una fábrica aeronáutica, tras ser desestimado como piloto
suicida. Sobrevivir a una guerra en la que habían muerto tantos compatriotas se
convirtió para él en un trauma lacerante e imborrable.
Mishima recibió el influjo del Nihon Romanha, o
romanticismo japonés, que poniendo énfasis en la unidad del Japón y de sus
valores culturales, servía de base de apoyo a la ideología nacionalista y
dominaba el mundo literario de los años de la guerra. Sin embargo, también la
literatura occidental moderna fue para Mishima, objeto de destacado interés y
de atenta lectura. Su primer trabajo extenso, El bosque en flor,
fue publicado en 1941. Una característica de esta obra, como de El cigarrillo (1946), Ladrones (1946-48)
y de otras que escribió en el período de la Segunda Guerra
Mundial y en los años inmediatamente subsiguientes, es el total alejamiento de
la trágica realidad de la guerra y de la derrota.
Tras
obtener el doctorado en Derecho en 1947, fue encargado del Ministerio de
Finanzas, pero tras un breve tiempo abandonó el empleo para dedicarse por
entero a la actividad literaria. En junio de 1949 publicó Confesiones de una máscara, obra que cosechó un
inmediato éxito y que supuso su definitiva consagración en el mundo literario.
Aunque en general se acogió la novela con un juicio favorable, algunos críticos
mostraron perplejidad y reservas frente a la particularidad del tema (la
confesión por parte del protagonista de su homosexualidad), que ciertamente
representaba una novedad en la literatura japonesa. Confesiones de una máscara es la historia del
itinerario interior del protagonista a través de los recuerdos de la primera
infancia hasta las fantasías de la adolescencia, y del lento y aceptado proceso
de toma de conciencia, de su diferencia y de la incapacidad, experimentada
hasta el límite, de amar al sexo opuesto.
EL
PATRIOTA
COMENTARIO
Un cuento de alto contenido dramático que podría contarse en un párrafo. Sin
embargo, es narrado con éxito en diecinueve páginas carta, tamaño normal. Eso
solamente lo puede lograr una pluma tan exquisita como la de Yukio Mischima,
famoso escritor Japonés, nominado para el premio Novel de literatura, cuyo
deceso debió lamentarse en el año 1970, por la forma trágica con que dio fin a
su vida. Se hizo el harakiri. Su condición de homosexual fue descubierta a
través de una de sus obras y ha sido motivo de estudio entre los eruditos del
comportamiento humano.
En este caso, un narrador omnisciente toma la acción de comienzo a fin, sobre
la vida de Shinji Takeyama, un joven y bien dotado teniente del ejército
imperial. La historia es narrada con un lenguaje poético, pero sin rebuscamientos,
desde el momento en que el joven decide casarse con Reiko, una bellísima
muchacha con la que consigue plena felicidad, por estar ambos jóvenes
profundamente enamorados. Narrado en detalle con finas pinceladas en las cuales
el lector puede captar con claridad algunas costumbres desconocidas del pueblo
japonés de fines del siglo IXX.
Las circunstancias de un complot colocan a los enamorados en una mortal
disyuntiva. En ese momento entra en juego toda la mística de la formación
militar del protagonista, plena de conceptos de difícil comprensión para
nuestra cultura occidental, tales como el honor, el respeto hacia la jerarquía,
la amistad, la fidelidad de la pareja, por citar algunos. Principios que se
anteponen a la vida.
Aunque la trama está narrada en forma lineal, hay elipsis que hacen más
interesante el resumen que prepara la escena final en la cual se debe producir
el desenlace. Sin dejar de hacer notar la presencia de otras anteriores que
proporcionan un acabado conocimiento de las costumbres imperantes en la época.
Encontramos acertados diálogos que hacen llevadera la tarea del narrador y a la
vez aportan información y avance en la historia. El lenguaje directo y simple
de Mishima, está totalmente alejado de los recargados de retórica a que nos han
acostumbrado los escritores latinoamericanos.
Esta magistral obra se muestra tan simple y hermosa como resultaría la pintura
de una rama de bambú reflejada en un estanque o de un colibrí ante una flor de
suave colorido. La pincelada es precisa y armónica. Más que la historia en sí,
es cómo el autor logra narrar un tema conocido, ilustrando al lector sobre
costumbres propias del pueblo japonés con lujo de detalles sin que resulte
recargado. Una obra en la cual nada sobra y nada falta.
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