El hombre que pintaba colinas
Más allá de las
costas grises,
Y el mar de las
náyades,
Navíos de seda y
plata,
Surcan las aguas,
De horizontes
inexplorados,
Impulsados por
pensamientos,
De estrellas
solitarias,
Sobre la negra
bóveda;
Largas columnas,
De brillante
mampostería,
Señalan las
fronteras,
Del colorido lienzo,
Situadas al final,
De todos los
comienzos,
Ríos de esmeraldas
sin fin,
Se derraman sobre el
vacío,
En forma de enormes
lagrimas,
Esperando nuevos
recuerdos,
Venidos a dormir,
Desde cualquier
costa;
Antiguas canciones
sin intérprete,
Aguardan la llamada,
Del alma convertida,
En carne, brizna y
semilla,
Sobre lienzo tejido,
Con sedas,
Grabadas en la
memoria.
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