Como
a las tres
Te
saliste de mi como a las tres
cuando
el sol culminaba,
el
sudor de Dios se derramaba
sobre
mi espalda libre.
Te
dejé ir sin una queja.
En
mi piel borraste tus anhelos,
el
látigo dejó cálido aliento
en
mi pálido cuello anochecido.
Te
saliste de mi como a las tres
y
aún llevo el látigo en mi piel,
tus
manos prendidas de mi pelo,
tu
germen despertando mis sentidos.
Te
saliste de mi como a las tres
y
sin embargo mi néctar se estremece
cuando
te pienso, despierta, en la mañana
o
cuando siento mucho frío.
Mis
pies tienen memoria del olvido,
mis
pasos ya se acercan lentamente
al
fugaz precipicio del mañana.
Acaso
en este tiempo compartido
sepa
a miel la soledad pasada.
Tal
vez en un quizás
me
olvide hoy, el amargo sabor de otra mirada.
Tal
vez sólo tal vez
recurra
hoy
a
desafiar como Ícaro al sol.
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