El sapo
Con
los ojos fuera de los cuencos.
Y la
mirada fija,
Se
desorbitaba.
Un
hilo unía los globos, a sus cajas.
Esto,
solo le ocurría,
Cuando
pasaba por delante de él,
La
mosca loca,
Otros,
la tenían agarrada,
Apretada
en sus bolsillos,
Y la soltaban sutilmente,
Para
que el sapo la viera pasar.
El
infeliz saltaba, lo más alto que podía,
Pero
nunca la alcanzaba.
La
hembra le señalaba por donde
Volaba
la mosca loca.
Y el
siempre caía, pesado como una piedra,
Sobre
su panza.
Ya no
saltaba, estaba chatito.
¡Ay! Enormes ruedas de caucho,
Hicieron rodar al camión.
Lo estaban
velando,
Cuando
todos vieron
Sobre su frente
Posarse
a la mosca loca.
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