Jumbo
le da más
Jumbo le da más, rezaba
el eslogan del fantástico Hipermercado Jumbo. Incauta piqué el anzuelo e
ir a comprar al Jumbo se hizo habitual
en mí. Ni qué se avecinara una hecatombe hubiese comprado tanto. ¡Cómo acaparé
mercadería para sumar puntos con la ventajosa tarjeta del Jumbo! Es muy
probable que de no confundir la tarjeta del Norte con la del Jumbo, o de no
olvidarme ésta, tan a menudo en casa, hubiese sumado tantos puntos como para ganarme el premio mayor. Mas…
al año, cuándo sí, o sí, había que canjear los puntos, recién tenía ganado un
juego de sábanas de cama individual. Pero igual, con cándida ilusión, al Jumbo
me dirigí para retirar el regalo.
- "El documento por favor" - me dijo, con mucha suficiencia la
inexperta jovencita que atendía al cliente.
-¿Para? -dije sorprendida- ¡Si tengo la tarjeta del Jumbo! No hubo caso.
Por más razones que esgrimí, no logré sacarla de sus trece, y, con más o menos
bronca, pensando "otro día será" tome el 71 y... sin regalo regresé a
casa.
Al
día siguiente, con la precaución de no olvidarme el documento, ni la
tarjeta, inicié la segunda tentativa.
Más… ¡Oh sorpresa! Al llegar al mostrador me informaron con cínica sonrisa
que había caído el sistema. Ahí sí, mi
bronca fue MAYÚSCULA. A punto estuve de armar un espectáculo, mas... me dije:
“No te ofusques Trinidad, que la ira es mala consejera". Sabio refrán. De
mala gana y con cara de pocos amigos salí del hipermercado. Divisé que se acercaba el micro; y cargaba
con una bolsa en cada mano, a pesar de
la artrosis, traté de correr, pero... todavía cegada por la frustración me
tragué la mampara de cristal que protege el refugio de pasajeros.
Gorriones, estrellas, música,
rayos y culebras, vinieron a mí. Con los lentes rotos, y la nariz a lo porki,
pensando en la pobre pantera Rosa, sofocada por la carrera y semejante papelón,
logré eso sí, alcanzar el
"bus". Las lágrimas, sin respeto a mi dolor fluían de mis ojos
deslizándose sin consideración por mis mejillas, la nariz me sangraba, la gente
me miraba, y yo avergonzada iba diciendo: "trágame tierra".
¿Pero creen qué desistí? ¡Ni por esas!
Me dije: “a la tercera va la vencida.” Y vencí. Resumiendo: el importe de
las sábanas, era de 17 $. Yo gasté 24 pesos
por el arreglo de las gafas, más el importe de tres viajes ida y
vuelta…. ¡Total qué pagué el regalito
con sangre sudor y lágrimas!
Con semejante experiencia puedo
decir yo... ¿Qué Jumbo me dio más?
2 comentarios:
Amiga querida, está todo previsto para que sucedan estas cosas. Siempre a favor de quien te engaña. Supongo que NUNCA MÁS, verdad???
Hermoso relato, como de costumbre.
Tu amiga que te aplaude,
Bueno y real tu comentario. Indignación.Bien escrito.
Teresa de Cañuelas,
Publicar un comentario