Entrevista realizada a Rolando Revagliatti por Claudio
LoMenzo y Javier Magistris y publicada en la Revista de Poesía “La Guacha” de
la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (Nº 36, septiembre de 2011).
“Cuando el poeta se
deletrea”
La Guacha: En la reunión de mayo de “De aquí en más”, el ciclo que La Guacha organiza los
primeros viernes de mes en Panta Rei, el centro cultural que dirige en Rosario
la poeta Cecilia Ulla, pusiste en escena un modo personal de leer tus textos, que
nos hizo preguntarnos sobre la relación de la poesía con la oralidad. ¿Tenés
presente en el momento de escribir, cómo suenan tus textos? ¿Creés necesaria
esa relación?
Rolando: Me traslado a 1958: mis primeros y convencionales versos sonaban
mientras los cantaba: sonaban porque los producía al
tiempo que los montaba sobre una música y esto al modo de un letrista y
compositor. Nunca estudié música y apenas tuve dos incursiones (en una, no sé si volví a una
segunda clase) en el aprendizaje del canto, y en la otra, recuerdo, con el compositor
Adolfo Reisin, en los setenta —lo había conocido durante los ensayos de una
pieza teatral escrita y dirigida por el brasileño Augusto Boal en la que participé
como actor—, abortada por mí a pocas semanas de empezar. Yo no quería estudiar
canto, quería naturalmente cantar como los óptimos Agustín Magaldi y Lolita Torres. Ya
antes de 1958 para mí eran los versos sonoridad, oralidad con la corporalidad
del ejecutante: los recitadores que los sábados por la noche, después de la
cena, en los hoteles en los que nos hospedábamos mis padres y yo durante mis
vacaciones escolares, en pueblos y ciudades de provincias argentinas (mi padre
era viajante), amenizaban. Y él mismo recitaba y yo lo imitaba a él, y a
Fernando Ochoa y a Jorge Lanza y a Julián Centeya. Cuando terminé la escuela fui el representante de mi sexto grado, turno
mañana, debutando, solo, ante un público, declamando un poema gauchesco —“Después
de la guerra”— de mi tío político Gerónimo (sí, con ge, no con jota) Sureda, y
todos lagrimeaban y me felicitaban, sorprendidísimos por ese púber con
anteojos, que recién en su último día de la primaria se diera a conocer,
apabullándolos. Imposible entonces que en el momento de confeccionar un texto
no procure apropiarme de mi sonoridad. Por lo que más que
necesaria, la intelijo como imprescindible esa relación de la poesía con la
oralidad. Y como tengo cerca a Borges (no a Graciela...), aquí va: “Un verso bueno no permite que se lo lea en
voz baja, o en silencio. Si podemos hacerlo, no es un verso válido: el verso
exige la pronunciación”.
La Guacha: Como afirma Alejandra Pultrone en “Eslabones”, su Epílogo para
tu libro “Propaga”: “Cuando la voz aparece en el poemario, la
propagación se inicia”. En la oralidad esa voz del poema se duplica y se
expande entre el auditorio. ¿Pensás que el público lector ha perdido o
disminuido la capacidad de oír poesía? ¿Podría encontrarse en ello una de las
causas de la poca concurrencia de público a las lecturas de poesía?
Rolando: No es esperable mucha concurrencia para lo exigente, para lo
sutil. Centrándome en el mínimo público con el que cuenta la poesía —aun la que
te impone una anécdota envaselinada por la rima, una versificación lunfarda
pintoresca y previsible, elogios pomposos a la inalcanzable paz o glosas de circunstancia—,
considero básico cuidar las condiciones del ámbito donde se realiza la lectura:
buen equipo de sonido, escaso ruido ambiente, completa visibilidad del lector. Éstos
y otros recaudos, sin embargo, no aseguran la mejor receptividad. Si el público
está pintado:
está pintado.
Y con independencia del número de asistentes. Tantos son los factores que
conjugan para que algo resulte. Se puede preferir hacer el amor en una cama amplia, con
un toque de luminosidad indirecta, con velas, quizás, silenciados los
teléfonos, sin apremios ni preocupaciones, pero los recaudos no aseguran la
calidad, en su continuidad, del entrevero erótico.
La Guacha: Tomo la certera frase sobre el público y me acuerdo de la
afirmación de —otra vez— Borges, sobre que la poesía está en el encuentro entre
el poema (el libro, decía él) y el lector. Y lo relaciono con tu experiencia como
animador de importantes ciclos de poesía en la ciudad de Buenos Aires a lo
largo de varios años: ¿obtuviste a través de esas experiencias, una perspectiva
distinta sobre el hecho poético?
Rolando: Confirmé que el marco adoptado favorecía que se revelara el
sesgo orgánico que pretendí, sin solemnidad ni improvisación. La trasmisión de
las poéticas tramitadas desde la voz y la gestualidad, los énfasis, los apegos a
determinadas cadencias, instantáneas de comportamiento, de actitud: cada
despliegue alojándose en cada concurrente.
La Guacha: Antes
de poner en foco algunas de tus actuales preocupaciones poéticas, me gustaría
que a partir de la afirmación que Eduardo Dalter hiciera en el prólogo de “Revagliatti
- Antología Poética” (“La Luna Que”,
2009): “aparecen, como vecinos de sus calles, y como tíos mayores y
maestros”, me comentes de qué manera Olivari y Huasi están o estuvieron
cerca de tu obra.
Rolando: Estuvieron, y
siguen estando, cerca de mi vida. Con la correntada que desde mi niñez me traía
asuntos a través de Splendid, El Mundo, Excélsior, Belgrano, vía Julio Jorge
Nelson, radioteatros, Fidel Pintos, a través del cine, el teatro, el Parque
Retiro, el circo, las kermeses, a través de amigos y mis colecciones de
revistas —“Cantaclaro”, “Patoruzú”, “El Alma Que Canta”, “Misterix”, “El Rayo
Rojo”—, desde mi receptividad para lo popular, lo controvertido, lo indecoroso,
lo fanatizante. Allí Nicolás Olivari, el
arrabal, su mística, la infancia descalza y bonaerense de mi progenitor sin haber
concluido la escuela primaria, la fruición con la que él descerrajaba apodos e inefables vocablos,
vocablos que fui degustando en “La musa
de la mala pata”, “El gato escaldado”,
floripondios y recurrencias. Mi fascinación por lo mistongo y por lo sublime
viene de lejos. Me fui consubstanciando con todo el siglo veinte. Con
sus artistas, sus guerras mundiales, sus vaivenes políticos, sus avances científicos y tecnológicos. Blanco de
anécdotas, me encandilaban los amores berretas enloquecedores. Irrumpe
Julio Huasi a través de revistas literarias, de sus primeros libros, una voz
poética entrometida y desaliñada, como la de Olivari, que no sé por quién votaría
pero lucía desesperanzado, mientras que Huasi era un militante comunista. Respecto
de mi obra, estos versos de uno de los “Diez
poemas sin poesía” (Olivari, 1938), ¿no ocupan algún lugar predisponente
para ella?: “Muerto lo encontraron / en
la letrina / y lo velaron / con estearina. // Media moneda / de luna quieta /
iluminaba / su camiseta / toda de seda / y ensangrentada. // ¿Y los
siguientes dos títulos de poemas de “Bandolor”
(1965-1966), parte segunda de “Sangral
América” (Huasi, 1971), no me habrán impregnado?: “tango final opus póstumo
para bandoneón muy grave”, “pichuco ha tomado el bandoneón, abrazado al oscuro
ángel armónico descienden a las tinieblas, suben con la luz, con el dolor, las
teclas mueven las formas del dios, llueven pétalos de esmeralda, canta la
creación, en el alma hay como un roce de lunas curdas, increíbles, mientras
troilo agoniza entre gaviotas flamantes, argentinas”.
La
Guacha: … en ese sentido recuerdo tu poema
“Caballazo a la sombra”: “Me las vi con uno que más que como yo/ era en
efecto yo/ viéndoselas conmigo”, que además me introduce para conversar
sobre los poemas. ¿Quién es finalmente ese yo, actor principal de tus
composiciones, que habita en cada uno de tus poemas?
Rolando: Explicitemos que el título del poema aludido es el de un
poemario del sanjuanino Jorge Leonidas Escudero, y que mi texto ha sido
generado a partir de incursionar en ese
libro. En cuanto a ese actor es uno que compone exposiciones, posiciones
compositivas, desde su quién mortificado por adscripciones tempranas, respirando
todavía aires desgraciados o sin gracia, dañado por afrentas, insomne,
atontado, tonto, con máculas. Es uno que se restaña con la causticidad y desde
el sondeo y que como en una de mis obras breves de teatro, desechada como tal pero
restituida como prosa —“De incógnito” se llama e integra mi segundo volumen de
narrativa—, sentado en un banquito retruca a sus proyecciones, deliroide va y
viene en su cabezota, tórpido, observado, hilvanándose y deshilvanándose,
especular, especulativo y especulado.
La Guacha:
Pareciera ser que entre tanto decirse y desdecirse, el poeta Revagliatti nos
fuera entregando un sí, que es un no, o viceversa. Y que ese deletrearse, al
fin de cuentas, sea el propósito de tamaña empresa poética.
Rolando:
¿Qué añadir? Apenas, suplementariamente, y... sí.
La Guacha: ¿Estás
escribiendo un nuevo poemario? ¿Los poemas que nos enviás son de ese futuro
libro?
Rolando: No preveo nuevos poemarios. Sí socializar en
soporte papel los cuatro —“Ojalá que te pise un tranvía llamado Deseo”,
“Infamélica”, “Viene junto con”, “Habría de abrir”— que desde 2010 cuentan con
excelentes ediciones-e debidas a Patricia Boero los tres primeros y a Melisa G.
Benacot —con ilustraciones de tapa e interior de Andrés Casciani— el último. Dispongo
de inéditos para ser incluidos en las próximas re-ediciones de algunos de mis
libros. Los que les acerco, compañeros, se añadirán a la cuarta edición soporte
papel —la primera apareció en 1999, la segunda, ampliada, en 2003, la tercera,
corregida y ampliada, en 2006— de “Ripio”,
la que aparecerá con análisis de Flavio Crescenzi y Rubén Vedovaldi. Con
posterioridad editaré en soportes electrónicos, PDF y Flash, una segunda edición
de “Ripio” que reemplazará en www.revagliatti.com.ar a la primera.
La Guacha: Ya que lo has mencionado, en
tu sitio web, además de todos tus libros y de los audios y videos directamente
ligados a tu quehacer, estaría bueno que nos contaras qué más es posible
hallar.
Rolando: Por ejemplo, Galerías Fotográficas en las que hay
ya un alto número de fotos, ampliables, tomadas a poetas mientras participaban
en los ciclos que coordiné, algunos con otros escritores, complementando las
reseñas de cada uno de los ciclos. Por ejemplo videos, que cuentan con diseño y
edición, es decir, no meramente subidas “como vienen” a la Red, de lecturas de
los poetas Susana Szwarc, José Emilio Tallarico, Claudia Panno, Alicia
Grinbank, Simón Esain, Florencia Abbate, Emmanuel Cassanese, Inés Manzano,
César Bisso, Andi Nachon, Gerardo David Curiá, Silvia Mazar, Carlos Dariel,
María Cristina Santiago, Ignacio Osorio, Lidia Rocha, Mario Kon, Marta Braier,
Carlos Alberto Dávila, María Malusardi, Graciela Varela, Jorge Miguel Reyes,
Susi Quinteros, Nancy Lamberto, Estela Kallay. Tengo pendientes unos cuántos
más.
La Guacha: Por último, como lector, ¿qué opinión te
merece la actualidad de la poesía argentina?
Rolando: Nada rebuscado lo que opino: en la actual poesía
argentina, en toda la que se pergeña en la actualidad, acontece lo que
siempre aconteció: muchos procuran producirla, a mi juicio, en vano, y lo que
les sale son versos con los que no acceden a sus respectivas singularidades;
muchos acceden a sus respectivas singularidades pero sin registrar ostensibles
falencias en la ejecución; muchos obtienen eficaces ejecuciones en versos
sueltos y en poemas constituidos por pocas palabras; y unos cuantos menos
logran poemarios completos estimables o valiosos. No acuerdo con esas descalificadoras
frases olímpicas que vengo oyendo y leyendo desde que era joven: Fulano
“merecería ocupar un lugar en la sosa poesía argentina” (transcribo de una muy
interesante revista de 2004). Sustituyamos “sosa” por otros adjetivos y nos
quedará la generalizadora y llamativa contundencia de lo vacuo, de lo
irresponsable.
*
Muestra
poética de “Ripio”:
Inquiriendo
¿Qué tiene usted para decir
del muslo de esa rubia en la fotografía
que antecede a su poema publicado
en un blog de la Internet?
¿Qué tiene usted, en tanto autor, para opinar
(y no me lo imagino cuestionándolo)
sobre el muslo de esa rubia
desnuda en la fotografía
que orienta
o conduce hacia su poema publicado bilingüe
(castellano-euskera)
en un blog que se ofrece desde España
como revista de cultura?
El muslo ése
allí de una rubia
impuesta por el director de la revista
¿lo incita como a mí
lo compele al intento aprehensivo
de trasladar a la desnuda
con muslo y rubiedad
a otro poema?
*
¿Sirve la poesía en el tercer milenio?
¿Más en el tercer milenio
que en el segundo
que en el primero?
¿Sirvió en el primero?
¿Y en el segundo?
¿Sirvió a principios o a fines?
¿A proyecciones o a introyecciones?
¿Dudan de que sirviera
menos que la contabilidad
que la gastroenterología
que la compulsión coleccionista?
¿Los fastidia que más
haya servido comer y dormir?
¿Los entristece que difiera en su alcance
respecto de la cuentística y el articulismo?
En servidumbre
la que más sirve al Amo
es la mera versificación
Milenio más o menos
nunca sirvió la poesía
para servirse chirle
y abundante.
*
Me garcó
Me garcó el poeta
invitado a leer
sus inéditos
textos en mi Ciclo
“El Parnaso de Balvanera”
En vano esperé en la fecha
del encuentro correspondiente
el cumplimiento en tiempo y forma
de su telefónico
contraído compromiso
Y así, defeccionando sin avisar
no contamos esa noche
con su Voz
Ni un e-mail
en los días subsiguientes
envió alegando…
lo que sea
Me garcó
en prosa
el poeta.
*
¿Y... cómo anda la poesía?
La
poesía anda como la astrofísica
la
buñuelística
la
amparología
La
poesía anda como el cuatrerismo
como
las especializaciones
como
las antípodas
La
poesía anda como la Luna
de Valencia
y es la
valencia de esa luna
perfectible
la
poesía.
*
Buenos Aires, septiembre de 2011
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