A mi … que un día me desperté
soñando con ser libre,
Que deseo vivir ferozmente esta odisea
incesante de caminar la vida.
A Clara, Mi querida Milagros,
quien se ha animado a caminar soñando por Europa.
Y a todos a aquellos que
desean SER espíritus inquietos, que no ven fronteras que los detenga.
12 de abril del 2001
Querida Madre, son yo de nuevo Laura, no pude cruzar bolígrafo
con papel estos meses, sabes como soy un pajarillo que no para de volar, pero
acá va…
Aquí en España conocí a Clara en la alhambra, ella estaba ahí en
mis paseos matutinos, pasé días observándola madre, es una niña muy inquieta
que suele sentarse sobre el alfeizar del palacio para contar a los turistas las
historias de su abuela cocinándole tortilla de papa y dando lección sobre lo que
para ella es la correcta felicidad en los brazos de la anciana, y suele decir
-Hacer lo correcto es pagar en cuotas la felicidad- justo ahí es cuando la
gente le tira moneditas en un sombrero y así aprendí, o mejor dicho aprendió , fuimos
las dos las que sin querer aprendimos a ser estas, o por lo menos eso quiero
creer …
¿Te preguntaras porque ella? Es que Clara creía que la vida
debía ser correcta y yo me preguntaba ¿Qué es una vida correcta? Yo, que soy lo
que me enseñaste madre, nunca lo correcto, ¿cómo podría obtener esa felicidad
que clara me decía merecer haciendo las cosas que el mundo obliga “lo
correcto”? ¿Siempre creí que París era mi lugar favorito sabes?; después de 108
días en España conociendo Sevilla, granada, Cartagena y valencia, disfrutaba
madre, más que todos los paisajes que Europa me ofreció, aún más que eso,
disfrutaba a esa pequeña que sin conocerme insistía:
–Laura, hacer lo
correcto es hacer lo que todo el mundo hace, sin quisquillar, ¡ir por eso y ya!
Esa es una vida normal, no andar de lugar en lugar, ¿acaso no piensas en tu
soledad?
Solo la escuchaba, y le pedía que abrasara su alma, que
abriera las alas que la trajo hasta esta tierra, las mismas que la han llevado
hasta mi en esta aventura… le pedí que fuera quien quisiera ser, y no solo la
niña que juntaba moneditas con las historias de la abuela en ese lugar.
Desde mi vuelta a parís no volví a ver a clara, pero prefiero
pensar que se dejó florecer desde su alma y que se liberó de esos pensamientos
tan estrechos que la ataban a una vida correcta. No puedo parar de pensar que
se auto-ofreció un futuro prometedor porque “Al
final del camino hay que saber agitar las alas para poder ser…”
Madre espero que hayas sentido el aroma de España con esta
carta, y hayas podido comprender la revolución que esa niñita causó en mí corazón,
todos en algún momento fuimos Clara, espero volver a casa un día, tanto soñar
se me olvido que mi corazón está en América.
Te quiero madre,
siempre tuya tu pequeña Laura.
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