IMPLORACIÓN
“¡Oh, Señor que estás
en los
cielos de los rieles
danos
hoy,
el tren
nuestro de cada día!”
Dánoslo de vuelta,
con esas vistas de
protegidos
y acompañados
transcursos
de un pasado que
fue mejor
que nuestros
presentes de
transportes
y que es pan comido
en
el hemisferio
norte.
Prémianos de vuelta
con esos viajes
amigables
entre nubes de humo
azulado
de tabacos
o chispeantes
cervezas y maltas
en botellas verde
oscuro y
cazuelas de
gallinas de campo
y viejitas
arrugadas con delantales
blancos en
Llay-Llay, ramal a
Portillo, con
esquiadores abrigados.
Viejitas cariñosas
cimbrando cestas y
canastos
con sandwiches de
pernil y palta.
Entre Quillota y
Mapocho,
o de Caldera a Copiapó,
Temuco a Puerto
Montt
y en Chiloé incluso,
o vía a Quintero
por el
ramal San Pedro,
donde
mi loco amigo Ito,
trepaba
de un vagón a otro
por los portalones
de afuera.
Pleno de alegría,
música, canciones
y guitarra, playa y
amores,
en los viajes de estudios
de
su liceo.
¡Oh, Diosa de las locomotoras,
tráenos de regreso
a esa
grande y granate
que
llamábamos “la Sofía Loren”,
máquina eléctrica
de senos
frontales y
ondulados que
aparecía silenciosa
en
lontananza,
o el “tren Arratia”
de las
7:30 pm. que traía
empleados
desde Valparaíso a
descansar
a nuestros pueblos cruzados
por líneas férreas
y durmientes.
¡Resucita mejor esas
estaciones que
dilapidaron
y malversaron los
chantas
antes y después del
año 2000
y que sucumbieron
al negocio
de los gremios de buses
agresivos,
egoístas, estrechos,
peligrosos y
accidentados en
la larga cinta
carretera
en nuestro país
como
flaco
poroto verde.
¡Viajemos y miremos paisajes
y gentes más
seguros!
¡Durmamos siestas,
aunque sea
acalorados o en noches
frías!
¡Comamos, tomemos y
fumemos
aunque sea con
mesura!
¡Leamos, escribamos,
veamos
cine, e internet!
Conversemos,
juguemos,
riamos y amemos
en los nuevos
trenes
del nuevo Chile.
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