miércoles, 21 de febrero de 2024

Norberto Ramazotti-Argentina/Febrero 2024


 

                                                     Asturias

 

            -N-nena, L-lucia.

            -Ya voy abuelo

            -P-poneme el cidi, por favor.

-¿Cuál, este?

 S-si. Gracias

 <<¡Ahh, que hermosa música! Y… ¡cuántos recuerdos! Papá…,el conventillo de California y Perdriel; Chicho, el perro del encargado, chumbando al gallo que se escapó de su jaula del fondo; una mujerona toda vestida de negro por el duelo, incluido el pañuelo cubriendo sus cabellos grises, lava la ropa en un fuentón encaramado sobre un viejo banquito de madera y paja...; al fondo, tres chicos con sus cabezas rapadas, seguramente contra los piojos, corren atrás de una pelota sobre las gastadas baldosas  del patio, uno de ellos descalzo; Juanita, hija de Berta, la costurera de la pieza de adelante, juega con una muñeca de trapo sentada en una lata de kerosene mientras que Quique, el hermano, sonríe desde un improvisado cochecito armado en un cajón de manzanas... ¡mirá lo que viene a mi memoria!; tres hombres de alpargatas, bombacha, campera, chaleco, pañuelo al cuello y boina, llevan una cama matrimonial, mesa y sillas, a las piezas de chapa del segundo patio que recién terminaron de construir y ya dan albergue a nuevos integrantes del conventillo. El único farol, colgado del primer piso, está encendido, pero su luz, escondida entre  el sinnúmero de ropa tendida a secar en el soguerío cruzado entre las habitaciones, apenas se nota. Sentado en mi “pelela” a la puerta de la pieza de la familia, veo a mamá cebando mate a papá, recién llegado de la fábrica. Comentan algo bajito, para ellos. Ahora, papá se levanta, le devuelve el mate, le besa las mejillas, toma su guitarra y empieza a tocar. ¿Era esta misma pieza? Si, la misma. ¡Qué bonita y…¡qué bien tocaba papá! Papá…>>

  - ¡Abuelo, ¿Qué tenés, que te pasa, por qué llorás?¡Abuelo!

   -¿Eh?…ah…s-si, no, naada, nada, Lucía. N-nada. Pero, ¿Por qué a-apagaste el cidi?

    -Estaba muy alto y no te escuchaba. ¿Qué te pasa, tenés frío? ¿Querés que te acerque la silla a la ventana?  Mirá que lindo solcito que entra y que linda esta la Plaza Colombia. Tomá este pañuelo y secate las lágrimas.

 -Gracias, t-tesoro. ¡A-aatchisss!

 -¿Viste? ¡Te pescaste un resfrío! Te traigo un tecito y una manta para abrigar las piernas. Tenés que cuidarte abuelo. En pocos días cumplís  cien años. ¡Hay que festejarlos!

 

              -¿Te gustó el té? ¿Estás mejor ahora? ¿Qué te pasó? ¿Por qué llorabas?

   -E-esta melodía que escuchaba, A-asturias, la tocaba en su guitarra mi p-papá, Ramiro, tu bi-sabuelo.

   -¡Ah, mirá! No sabía que el bisabuelo tocaba la guitarra.

   -Si-…n-no. Es quee…t-te cuento.

    <<…lo veo ahora, alto, fuerte… justo. El seño fruncido, los bigotes y la ropa oscuros, el sombrero y los botines gastados. Esa tarde cuchicheaban con mamá algo acerca del taller, mejores sueldos, ocho horas de trabajo.

–Cuidate Ramiro- le dijo mamá. El tomó su guitarra y comenzó con… si, con  Capricho Arabe, que ella le pedía siempre. Continuó con Recuerdos de la Alhambra y por fin, su preferida:

 -¡Ta,ta,ta,taaa, escucha Josecito!, -y su rostro se encendió en una sonrisa  que le hizo subir y bajar el bigotón, brillar los ojos marrones y dejó al descubierto sus dientes grandes, algo manchados de nicotina, mientras yo, en el regazo de mamá, escuchaba quietecito al conjuro del sonido de su instrumento.

-Escucha Josecito, este es el tañido de las campanas de la iglesia de mi pueblo, -dijo al comenzar el Andante ma non troppo y, mientras las notas graves llamaban a misa encendiendo la fe en la pieza humilde, uno tras otro los vecinos del conventillo se fueron acercando.-

¿Escuchas? Es el tintineo del agua en las acequias de mi valle,-contaba en tanto que sus ágiles dedos acariciaban las cuerdas y la habitación se convierte, ahora, en una fraccion de la tierra  Española.

 -Escucha Josecito: esto es un rayo enviado por la tormenta que se abatirá sobre mi aldea, -se exaltaba al tiempo que sus dedos rasgaban con firmeza las cuerdas.

 -¿Lo ves, Josecito, ves ahora como la lluvia se derrama mojando tejados, graneros, acequias y también a la gente, que sigue aún agachada sobre los campos para extraerle sus frutos?,- dijo, llegando poco a poco al final de la primera parte.

-Escucha, escucha. Aquí es el descanso obligado por la lluvia. Campo y gente, que han recibido la bendición del agua, se preparan para continuar, ¿lo ves?;…Y aquí… ¡Mira, mira!,- dijo mientras la melodía que brotaba de su instrumento crecía en intensidad, -el sol está saliendo una vez más, regalándonos su luz y su calor. ¿Lo puedes sentir?

Y esto, Josecito,- continuó llegando al Quasi Andante final,-esto es el merecido descanso de la gente buena, trabajadora, que ha dejado su vida en el surco>>

    -E-es que mi papa, además de la g-guitarra, había  traído de España sus ideas libertarias: e-era anarquista. Trabajaba, como muchos, en un lavadero de l-lana que los  Vasena t-tenían aquí, en Barracas y c-comenzaron una huelga p-pero, a poco andar, e-estalló la represión i-indiscriminada de la policía. Hasta al ejército ll-llamaron a actuar. Hubo m-muertos. Muchos. E-entonces, tirotearon desde una i-glesia a una enorme columna de t-trabajadores que llevaba sus mártires a La Ch-chacarita, y al llegar al cementerio f-fueron e-emboscados y masacrados.

 <<Como olvidar esa tarde. Aun sufro al recordarla.

 -¡Dantesco! ¡Demoníaco! –llorabas, papá, aferrado a la cintura de mamá con los ojos cerrados tratando de no ver y los puños apretados con odio

 -¡Vi caer un camarada a mi lado, a la viuda de otro compañero mas allá, cerca de una tumba recién abierta, alcanzados por las balas. Atrás, un niño muerto y otros sangrando y todos a la carrera buscando escaparle a la balacera de los asesinos. ¡Sacramento! Vine de España buscando una tierra más fértil y unos hombres más justos. La tierra la encontré, pero… ¡los hombres siguen siendo unos miserables, tanto allá como aquí!>>

  -… y p-por eso nunca más tocó su g-guitarra. Es q-que, sabés L-lucia, había visto y oído tanto d-dolor que p-perdió su capacidad  de e-engendrar belleza.

  -¡Que pena, abuelo! Bueno, llevo la taza a la cocina y vuelvo a hacerte un poco de compañía, ¿Si?

 -E-ehh, Lucia, poné otro poco el cidi, por f-favor.

 

  -¡Ay, ay, ay! Otra vez llorando, abuelo. ¿qué tenés ahora?

  -Es que… ¿s-sabés?, n-nunca pude aprender a t-tocar como mi papá.

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